domingo, 24 de febrero de 2008

PRIMER CUADERNO



(1)*
Oh Amor Eterno, mandas pintar Tu Santa Imagen (1) y nos revelas la fuente inconcebible de la misericordia. Bendices a quien se acerca a Tus rayos,
Y el alma negra se convierte en nieve.
Oh dulce Jesús, aquí (2) has establecido el trono de
Tu misericordia
Para dar alegría y ayudar al pecador,
De Tu Corazón abierto, como de un manantial puro,
Fluye el consuelo para el alma y el corazón contrito.
Que el honor y la gloria para esta imagen
No dejen de fluir de las almas de los hombres,
Que cada corazón glorifique la Divina Misericordia
Ahora y por los siglos de los siglos y en cada hora.
Oh, Dios mío
Cuando miro hacia el futuro, me atemorizo,
Pero ¿por qué sumergirse en el futuro?
Para mi solamente el momento actual es de gran valor,
Ya que quizá el futuro nunca llegue a mi alma.
El tiempo que ha pasado no está en mi poder.
Cambiar, corregir o agregar,
No pudo hacerlo ningún sabio ni profeta,
Así que debo confiar a Dios lo que pertenece al pasado.
Oh momento actual, tú me perteneces por completo,
Deseo aprovecharte cuanto pueda,
Y aunque soy débil y pequeña,
Me concedes la gracia de tu omnipotencia.
Por eso, confiando en Tu misericordia,
Camino por la vida como un niño pequeño
Y cada día Te ofrezco mi corazón
Inflamado del amor por Tu mayor gloria.

______________________________________________________________________
* La cifra árabe entre paréntesis ( ) localizada al principio o dentro del texto, indica la pagina correspondiente en el manuscrito del Diario. Por otra parte las palabras entre paréntesis cuadrado [] han sido agregadas por la Editorial para aclarar pasajes del texto.
Las cifras que se encuentran al margen del texto del Diario permiten al lector encontrar diferentes temas en el índice de temas, personas y localidades.


(2) +
JMJ
3 Dios y las almas
Oh, Rey de Misericordia, guía mi alma.
Sor M. Faustina
Del Santísimo Sacramento
Vilna, 28 VII 1934
4 Oh Jesús mío, por la confianza en Ti
Trenzo miles de coronas y sé
Que todas florecerán
Y sé que florecerán cuando las
Ilumine el Sol Divino.
+ Oh gran y Divino Sacramento
Que ocultas a mi Dios
Jesús acompáñame en cada momento,
Y ningún temor invadirá mi corazón.
(3) + Vilna, 28 VII 1934
JMJ + Primer cuaderno

Dios y las almas
Seas adorada, oh Santísima Trinidad, ahora y siempre, Seas alabada en todas Tus
Obras y en todas Tus criaturas. Que la grandeza de Tu misericordia, oh Dios, sea
Admirada y glorificada.
Debo tomar nota [3] de los encuentros de mi alma Contigo, oh Dios, en los momentos particulares de Tus visitas. Debo escribir de Ti, oh Inconcebible en la misericordia hacia mi pobre alma. Tu santa voluntad es la vida de mi alma. He recibido este mandato de quien Te sustituye para mi, oh Dios, aquí en la tierra y que me enseña Tu santa voluntad: Jesús Tu ves que difícil es para mí escribir, y que no sé describir claramente lo que siento en el alma. Oh Dios, ¿puede la pluma describir cosas para las cuales, a veces, no hay palabras? Pero me mandas escribir, oh Dios, esto me basta.
Varsovia, 1 VIII 1925
Ingreso al convento
Desde los siete años sentía la suprema llamada de Dios, la gracia de la vocación a la vida consagrada. A los siete años por primera vez oí la voz de Dios en mi alma, es decir, la invitación a una vida más perfecta. Sin embargo, no siempre obedecí la voz de la gracia. No encontré a nadie quien me aclarase esas cosas.
8 El decimoctavo año de mi vida, insistente pedido a mis padres el permiso para entrar
en un convento; una categórica negativa de los padres. Después de esa negativa me
entregué a las vanidades de la vida [4] sin hacer caso alguno a la voz de la gracia,
aunque mi alma (4) en nada encontraba satisfacción. Las continuas llamadas de la
gracia eran para mi un gran tormento, sin embargo intenté apagarlas con
distracciones. Evitaba a Dios dentro de mi y con toda mi alma me inclinaba hacia
las criaturas. Pero la gracia divina venció en mi alma.
Una vez, junto con una de mis hermanas fuimos a un baile [5]. Cuando todos se
Divertían mucho, mi alma sufría [tormentos] interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado de
Sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: ¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañaras? En aquel momento dejaron de sonar los alegres tonos de la música, desapareció de mis ojos la compañía en que me encontraba, nos quedamos Jesús y yo. Me senté junto a mi querida hermana, disimulando lo que ocurrió en mi alma con un dolor de cabeza. Un momento después abandoné discretamente a la compañía y a mi hermana y fui a la catedral de San Estanislao Kostka. Estaba anocheciendo, había poca gente en la catedral. Sin hacer caso a lo que pasaba alrededor, me postré en cruz delante del Santísimo Sacramento, y pedí al Señor que se dignara hacerme conocer qué había de hacer en adelante.
10 Entonces oí esas palabras: Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un
convento. Me levanté de la oración, fui a casa y solucioné las cosas necesarias.
Como pude, le confesé a mi hermana lo que había ocurrido en mi alma, le dije que me
despidiera de mis padres, y con un solo vestido, sin nada más, llegué a Varsovia.
11 Cuando bajé del tren y vi que cada uno se fue por su camino, me entró miedo: ¿Qué
hacer? ¿A dónde dirigirme, si no conocía a nadie? Y dije a la Madre de Dios: María, dirígeme, guíame. Inmediatamente oí en el alma estas palabras: que saliera de la ciudad a una aldea [6] donde pasaría una noche tranquila. Así lo hice y encontré todo tal y como la Madre de Dios me había dicho.
Al día siguiente, a primera hora regresé a la ciudad y entré en la primera iglesia [7]
que encontré y empecé a rezar para que siguiera revelándose en mí la voluntad de Dios. Las Santas Misas seguían una tras otra. Durante una oí estas palabras:
Ve a hablar con este sacerdote [8] y dile todo, y él te dirá lo que debes hacer en adelante. Terminada la Santa Misa (5) fui a la sacristía y conté todo lo que había ocurrido en mi alma y pedí que me indicara en qué convento debía estar.
Al principio el sacerdote se sorprendió, pero me recomendó confiar mucho en que Dios lo arreglaría. Entretanto yo te mandaré [dijo] a casa de una señora piadosa [9], donde tendrás alojamiento hasta que entres en un convento. Cuando me presenté en su casa, la señora me recibió con gran amabilidad. Empecé a buscar un convento, pero donde llamaba me despedían [10]. El dolor traspasó mi corazón y dije al Señor:
Ayúdame, no me dejes sola. Por fin llamé a nuestra puerta [11].

Cuando [salió] a mi encuentro la Madre Superiora [12], la actual Madre General
Micaela, tras una breve conversación, me ordenó ir al Dueño de la casa y
preguntarle si me recibía. En seguida comprendí que debía preguntar al Señor Jesús.
Muy feliz fui a la capilla y pregunté a Jesús: Dueño de esta casa, ¿me recibes? Una
De las hermanas de esta casa me ha dicho que Te lo pregunte.
En seguida oí esta voz: Te recibo, estás en Mi Corazón. Cuando regresé de la
capilla, la Madre Superiora, primero me preguntó: "Pues bien, ¿te ha recibido el
Señor?" Contesté que sí. "Si el Señor te ha recibido, yo también te recibo."
Tal fue mi ingreso. Sin embargo, por varias razones, mas de un año tuve que estar
en el mundo, en casa de esta piadosa señora [13], pero no volví ya a mi casa.
En aquella época tuve que luchar contra muchas dificultades, sin embargo Dios no
me escatimaba en su gracia. Mi añoranza de Dios se hacia cada vez más grande.
Esta señora, aunque muy piadosa, no comprendía la felicidad que da la vida
Consagrada y en su bondad, empezó a proyectarme otros planes de vida, pero yo
Sentía que tenía un corazón tan grande que nada podía llenarlo.
16 Entonces, me dirigí a Dios con toda mi alma sedienta de El. Eso [fue] durante la
Octava de Corpus Cristi [14]. Dios llenó mi alma con la luz interior para que lo conociera más profundamente como el bien y la belleza supremos. Comprendí
cuánto Dios me amaba. Es eterno Su amor hacia mí. Eso fue durante las vísperas.
Con las palabras sencillas que brotaban del corazón, hice a Dios (6) el voto de castidad perpetua. A partir de aquel momento sentí una mayor intimidad con Dios, mi Esposo. En aquel momento hice una celdita en mi corazón donde siempre me encontraba con Jesús.
Por fin, llegó el momento cuando se abrió para mí la puerta del convento. Eso fue el primero de agosto [15], al anochecer, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los Ángeles. Me sentía sumamente feliz, me pareció que entre en la vida del paraíso. De mi corazón broto una sola oración, la de acción de gracias.
Sin embargo, tres semanas después vi que aquí había muy poco tiempo para la oración y que muchas otras cosas me empujaban interiormente a entrar en un convento de regla más estricta. Esta idea se clavó en mi alma, pero no había en ella la voluntad de Dios. No obstante, la idea, es decir la tentación, se hacia cada vez mas fuerte hasta que un día decidí hablar con la Madre Superiora y salir decididamente. Pero Dios guió las circunstancias de tal modo que no pude hablar con la Madre Superiora [16]. Antes de acostarme, entré en una pequeña capilla [17] y pedí a Jesús la luz en esta cuestión, pero no recibí nada en el alma, solo me lleno una extraña inquietud que no llegaba a comprender. A pesar de todo decidí que a la mañana siguiente, después de la Santa Misa, le comunicaría a la Madre Superiora de mi decisión.
Volví a la celda, las hermanas estaban ya acostadas y la luz apagada. No sabia que Hacer [conmigo]. Me tiré al suelo y empecé a rezar con fervor para conocer la voluntad de Dios. En todas partes había un silencio como en el tabernáculo. Todas las hermanas como las hostias blancas, descansan encerradas en el cáliz de Jesús, y solamente desde mi celda Dios oye el gemido de mi alma. No sabia que después de las nueve, sin autorización no estaba permitido rezar en las celdas [18]. Después de un momento, en mi celda se hizo luz y en la cortina vi. el rostro muy dolorido del Señor Jesús. Había llagas abiertas en todo el rostro y dos grandes lágrimas caían en la sobrecama. Sin saber lo que todo eso significaba, pregunte a Jesús: Jesús, ¿Quién te ha causado tanto dolor? Y Jesús contestó: Tú Me vas a herir dolorosamente si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias. Pedí perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambié la decisión que había tomado.
(7) Al día siguiente fue día de confesión. Conté todo lo que había ocurrido en mi alma, y el confesor [19] me contestó que había en ello una clara voluntad de Dios que debía quedarme [en] esta Congregación y que ni siquiera podía pensar en otro convento. A partir de aquel momento me siento siempre feliz y contenta.
Poco después me enferme [20]. La querida Madre Superiora me mando de vacaciones junto con otras dos hermanas [21] a Skolimów, muy cerquita de Varsovia. En aquel tiempo le pregunté a Jesús: ¿Por quien debo rezar todavía? Me contestó que la noche siguiente me haría conocer por quien debía rezar.
Vi al Ángel de la Guarda que me dijo seguirlo. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas, solo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mi no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas ¿Cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios, Vi a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el Purgatorio, Las almas llaman a Maria "La Estrella del Mar". Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con ellas, sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cárcel de sufrimiento. [Oí una voz interior que me dijo: Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige. A partir de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes.
Fin del postulantazo [29 IV 1926]. Las Superioras [22] me mandaron al noviciado a Cracovia. Una alegría inimaginable reinaba en mi alma. Cuando llegamos al noviciado [23], la hermana … [24] estaba muriendo. Unos días después vino la hermana ….. y me mandó ir a la Madre Maestra [25] y decirle que su confesor, Padre Rospond [26] celebrara en su intención una Santa Misa y tres jaculatorias. Al principio consentí, pero al día siguiente pensé que no iría a la Madre Maestra, porque no entendía bien si había sido un sueño o (8) realidad. Y no fue. La noche siguiente se repitió lo mismo pero más claramente, no lo dudaba. No obstante a la mañana siguiente decidí no decirlo a la Maestra. Se lo diría sólo cuando la viera durante el día. Un momento después la encontré en el pasillo [a aquella hermana fallecida], me reprochaba [que] no había ido en seguida y mi alma se llenó de gran inquietud. Entonces fui inmediatamente a hablar con la Madre Maestra y le conté todo lo que había sucedido. La Madre dijo que ella lo arreglaría. En seguida la paz volvió a mi alma y tres días después aquella hermana vino y me dijo: "Dios se lo pague."

Durante la toma de hábito [27] Dios me dio a conocer lo mucho que iba a sufrir. Vi claramente a que me estaba comprometiendo. Fue un minuto de ese sufrimiento. Dios volvió a colmar mi alma con muchos consuelos.

Al final del primer año de noviciado, en mi alma empezó a oscurecer. No sentía ningún consuelo en la oración, la meditación venia con gran esfuerzo, el miedo empezó a apoderarse de mí. Penetré más profundamente en mi interior y lo único que vi. fue una gran miseria. Vi también claramente la gran santidad de Dios, no me atrevía a levantar los ojos hacia El, pero me postré como polvo a sus pies y mendigué su misericordia. Pasaron casi seis meses y el estado de mi alma no cambió nada. Nuestra querida Madre Maestra [28] me daba ánimo [en] esos momentos difíciles. Sin embargo este sufrimiento aumentaba cada vez más y más. Se acercaba el segundo año del noviciado. Cuando pensaba que debía hacer los votos, mi alma se estremecía. No entendía lo que leía, no podía meditar. Me parecía que mi oración no agradaba a Dios. Cuando me acercaba a los santos sacramentos me parecía que ofendía aun más a Dios. Sin embargo el confesor [29] no me permitió omitir ni una sola Santa Comunión. Dios actuaba en mi alma de modo singular. No entendía absolutamente nada de lo que me decía el confesor. Las sencillas verdades de la fe se hacían incomprensibles, mi alma sufría sin poder encontrar satisfacción en alguna parte.(9) Hubo un momento en que me vino una fuerte idea de que era rechazada por Dios. Esta terrible idea atravesó mi alma por completo. En este sufrimiento mi alma empezó a agonizar. Quería morir pero no podía. Me vino la idea de ¿a qué pretender las virtudes? ¿Para qué mortificarme si todo es desagradable a Dios? Al decirlo a la Madre Maestra, recibí la siguiente respuesta: Debe saber, hermana, que Dios la destina para una gran santidad. Es una señal que Dios la quiere tener en el cielo, muy cerca de sí mismo. Hermana, confié mucho en el Señor Jesús.
Esta terrible idea de ser rechazados por Dios, es un tormento que en realidad sufren los condenados. Recurría a las heridas de Jesús, repetía las palabras de confianza, sin embargo esas palabras se hacían un tormento aún más grande. Me presenté delante del Santísimo Sacramento y empecé a decir a Jesús: Jesús, Tu has dicho que antes una madre olvide a su niño recién nacido que Dios olvide a su criatura, y aunque ella olvide, Yo, Dios, no olvidaré a Mi criatura. Oyes, Jesús, ¿Cómo gime mi alma? Dígnate oír los gemidos dolorosos de Tu niña. En Ti confío, oh Dios, porque el cielo y la tierra pasarán, pero Tu Palabra perdura eternamente. No obstante, no encontré alivio ni por un instante.
Un día, al despertarme, mientras me ponía en la presencia de Dios, empezó a invadirme la desesperación. La oscuridad total del alma. Luché cuanto pude hasta el medio día. En las horas de la tarde empezaron a apoderarse de mí los temores verdaderamente mortales, las fuerzas físicas empezaron a abandonarme. Entré apresuradamente en la celda y me puse de rodillas delante del crucifijo y empecé a implorar la misericordia. Sin embargo, Jesús no oyó mis llamamientos. Me sentí despojada completamente de las fuerzas físicas, caí al suelo, la desesperación se apoderó de toda mi alma, sufrí realmente las penas infernales, que no difieren en nada de las del infierno. En tal estado permanecí durante tres cuartos de hora. Quise ir a la Maestra pero no tuve fuerzas. Quise llamar, la voz me faltó, pero, felizmente, en la celda entró una de las hermanas [30]. Al verme en el estado tan extraño, en seguida aviso a la Maestra. La Madre vino en seguida. Al entrar en la celda dijo estas palabras: En nombre de la santa obediencia [31], levántese del suelo. Inmediatamente alguna fuerza me levantó del suelo y me puse de pie junto a la querida Maestra. (10) En una conversación cordial me explicó que era una prueba de Dios, Hermana, tenga una gran confianza, Dios es siempre Padre aunque somete a pruebas. Volví a mis deberes como si me hubiera levantado de la tumba. Los sentidos impregnados de lo que mi alma había experimentado. Durante el oficio vespertino mi alma empezó a agonizar en una terrible oscuridad; sentí que estaba bajo el poder de Dios Justo y que era objeto de su desdén. En esos terribles momentos dije a Dios: Jesús que en el Evangelio Te comparas a la más tierna de las madres, confío en Tus palabras, porque Tú eres la Verdad y la Vida. Jesús confío en Ti contra toda esperanza, contra todo sentimiento que esta dentro de mí y es contrario a la esperanza. Haz conmigo lo que quieras, no me alejare de Ti, porque Tú
eres la fuente de mi vida. Lo terrible que es este tormento del alma, solamente lo puede entender quien experimentó momentos semejantes.
Durante la noche me visitó la Madre de Dios con el Niño Jesús en los brazos. La alegría llenó mi alma y dije: María, Madre mía, ¿sabes cuánto sufro? Y la Madre de Dios me contestó: Yo sé cuánto sufres, pero no tengas miedo, porque yo comparto contigo tu sufrimiento y siempre lo compartiré. Sonrió cordialmente y desapareció. En seguida mi alma se llenó de fuerza y de gran valor. Sin embargo eso duró apenas un día. Como si el infierno se hubiera conjurado contra mí. Un gran odio empezó a irrumpir [en] mi alma, el odio hacia todo lo santo y divino. Me parecía que esos tormentos del alma iban a formar parte de mi existencia por siempre. Me dirigí al Santísimo Sacramento y dije a Jesús: Jesús, Amado de mi alma, ¿no ves que mi alma está muriendo anhelándote? ¿Cómo puedes ocultarte tanto a un corazón que Te ama con tanta sinceridad? Perdóname, Jesús, que se haga en mi Tu voluntad. Voy a sufrir en silencio como una paloma, sin quejarme. No permitiré a mi corazón ni un solo gemido.
Final del noviciado. El sufrimiento no disminuyó nada. El debilitamiento físico, exención de todos los ejercicios espirituales [32], es decir, la sustitución de los mismos por jaculatorias [33]. El Viernes Santo [34], Jesús lleva mi corazón al ardor mismo del amor. Eso fue durante la adoración vespertina. De inmediata me penetró la presencia de Dios. Me olvidé de todo. Jesús me hizo conocer cuanto ha sufrido (11) por mí. Eso duró muy poco tiempo. Una añoranza tremenda. El deseo de amar a Dios.
Los primeros votos [35]. Un ardiente deseo de anonadarme por Dios mediante el amor activo, pero inadvertido incluso para las hermanas más cercanas.
Después de los votos, la oscuridad reinó en mi alma todavía durante casi seis meses. Durante la oración Jesús penetró toda mi alma. La oscuridad cedió. En el alma oí esas palabras: Tú eres Mi alegría, tú eres el deleite de Mi Corazón. A partir de aquel momento sentí en el corazón, es decir dentro de mí, a la Santísima Trinidad. De modo sensible, me sentía inundada por la luz divina. Desde aquel momento mi alma está en la comunión con Dios, como el niño con su querido padre.
28 En algún momento Jesús me dijo: Ve a la Madre Superiora [36] y dile que te permita llevar el cilicio [37] durante siete días, y durante la noche te levantarás una vez y vendrás a la capilla. Contesté que sí, pero tuve cierta dificultad en hablar con la Superiora. Por la noche Jesús me preguntó: ¿Hasta cuando lo vas a aplazar? Decidí decirlo a la Madre Superiora durante el primer encuentro. Al día siguiente, antes del medio día, vi. que la Madre Superiora iba al refectorio y como la cocina, el refectorio y la habitación de Sor Luisa están casi contiguas, entonces invite a la Madre Superiora a la habitación de Sor Luisa y le comunique lo que el Señor Jesús solicitaba. La Madre Superiora me contestó: No le permito llevar ningún cilicio. En absoluto. Si el Señor Jesús le da la fuerza de un gigante, yo le permitiré estas mortificaciones. Me disculpé con la Madre por haberle ocupado el tiempo y salí de la habitación. Entonces vi. al Señor Jesús en la puerta de la cocina y dije al Señor: Me mandas ir a pedir estas mortificaciones y la Madre Superiora no quiere permitírmelas. Entonces Jesús me dijo: Estuve aquí durante la conversación con la Superiora y sé todo. No exijo tus mortificaciones, sino la obediencia. Con ella Me das una gran gloria y adquieres méritos para ti.
Al saber una de las Madres, de mi relación tan estrecha con el Señor Jesús, dijo que era una ilusa. Me dijo: Jesús mantiene esas relaciones con los santos y no con las almas pecadoras como la suya, hermana. (12) Desde aquel momento era como si yo desconfiara de Jesús. Durante una conversación matutina dije a Jesús: Jesús, ¿no eres Tu una ilusión? Jesús me contesto: Mi amor no desilusiona a nadie.
Una vez, estaba yo reflexionando sobre la Santísima Trinidad, sobre la esencia divina. Quería penetrar y conocer necesariamente, quién era este Dios… En un instante mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un resplandor inaccesible y en él como tres fuentes de claridad que no llegaba a comprender. De este resplandor salían palabras en formas de rayos y rodeaban el cielo y la tierra. No entendí nada de ello, me entristecí mucho. De repente del mar del resplandor inaccesible, salió nuestro amado Salvador de una belleza inconcebible, con las llagas resplandecientes. Y de aquel resplandor se oyó la voz: Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica ni humana. Jesús me dijo: Trata de conocer a Dios a través de meditar sus atributos. Tras un instante, Jesús trazó con la mano la señal de la cruz y desapareció.
+ Una vez vi. una multitud de gente en nuestra capilla y delante de ella, y en la calle por no caber dentro [38]. La capilla estaba adornaba para una solemnidad. Cerca del altar había muchos eclesiásticos, además de nuestras hermanas y las de muchas otras Congregaciones. Todos estaban esperando a la persona que debía ocupar lugar en el alter. De repente oí una voz de que era yo quien iba a ocupar lugar en el altar. Pero en cuanto Salí de la habitación, es decir del pasillo, para cruzar el patio e ir a la capilla siguiendo la voz que me llamaba, todas las p4rsonas empezaron a tirar contra mí lo que podían: lodo, piedras, arena, escobas. Al primer momento vacilé si avanzar o no, pero la voz me llamaba aun con más fuerza y a pesar de todo comencé a avanzar con valor. Cuando crucé el umbral de la capilla, las Superioras, las hermanas y las alumnas [39] e incluso los Padres empezaron a golpearme con lo que podían, así que, queriendo o no, tuve que subir rápido al lugar destinado en el altar.
En cuanto ocupé el lugar destinado, (13) la misma gente y las alumnas, y las hermanas, y las Superioras, y los Padres, todos empezaron a alargar las manos y a pedir gracias. Yo no les guardaba resentimiento por haber arrojado contra mí todas esas cosas, y al contrario tenía un amor especial a las personas que me obligaron a subir con más prisa al lugar del destino. En aquel momento una felicidad inconcebible inundó mi alma y oí esas palabras: Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras. La visión desapareció enseguida.
Una vez oí estas palabras: Ve a la Superiora y pide que te permita hacer todos los días una hora de adoración durante 9 días; [en] esta adoración intenta unir tu oración con Mi Madre. Reza con todo corazón en unión con María, también trata de hacer el Vía Crucis en este tiempo. Recibí el permiso, pero no para una hora entera, sino para el tiempo que me permitían los deberes.
Debía hacer aquella noven por intención de mi patria. En el séptimo día de la novena vi a la Madre de Dios entre el cielo y la tierra, con una túnica clara. Rezaba con las manos junto al pecho, mirando hacia el cielo. De su corazón salían rayos de fuego, algunos se dirigían al cielo y otros cubrían nuestra tierra.
Cuando conté algunas de estas cosas al confesor [40], me dijo que podían venir verdaderamente de Dios, pero también podían ser ilusiones. Como se trasladaba a menudo, no tenía a un confesor permanente, además tenía una dificultad increíble [en] explicar estas cosas. Rezaba con ardor que Dios me diera esta enorme gracia de tener al director espiritual. La recibí solo después de los votos perpetuos, cuando fui a Vilna. Es el Padre Sopocko [41]. Dios me permitió conocerlo primero interiormente, antes de venir a Vilna [42].
Oh, si hubiera tenido al director espiritual desde el principio, no hubiera malgastado tantas gracias de Dios. El confesor puede ayudar mucho al alma, pero también puede destruir mucho. Oh, como los confesores deben prestar atención a la actuación de la gracia de Dios en las almas de sus penitentes. Es una cuestión de gran importancia. De las gracias que hay en el alma se puede conocer su estrecha relación con Dios.
(14) Una vez fui llamada al juicio de Dios. Me presenté delante del Señor, a solas. Jesús se veía como durante la Pasión. Después de un momento, estas heridas desaparecieron y quedaron sólo cinco: en las manos, en los pies y en el costado. Inmediatamente vi. todo el estado de mi alma tal y como Dios la ve. Vi claramente todo lo que no agrada a Dios. No sabía que hay que rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas. ¡Que momento! ¿Quién podrá describirlo? Presentarse delante del tres veces Santo, Jesús me preguntó: ¿Quién eres? Contesté: Soy Tu sierva, Señor. Tienes la deuda de un día de fuego en el Purgatorio. Quise arrojarme inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y dijo: ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en la tierra? Contesté: Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos aunque sea hasta el fin del mundo. Jesús dijo: Es suficiente una cosa. Bajarás a la tierra y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás Mi voluntad y Mis deseos. Un fiel siervo Mío te ayudará a cumplirla.
Ahora, pon la cabeza sobre Mi pecho, sobre Mi Corazón y de él toma fuerza y fortaleza para todos los sufrimientos, porque no encontrarás alivio ni ayuda ni consuelo en ninguna otra parte. Debes saber, que vas a sufrir mucho, mucho, pero que esto no te asuste. Yo estoy contigo.
Poco después de ese [suceso] me enfermé [43]. Las dolencias físicas fueron para mí una escuela de paciencia. Sólo Jesús sabe cuantos esfuerzos de voluntad tuve que hacer para cumplir los deberes [44].
Jesús, cuando quiere purificar un alma, utiliza los instrumentos que Él quiere. Mi alma se siente completamente abandonada por las criaturas. A veces la intención más pura es interpretada mal por las hermanas [45]. Este sufrimiento es muy doloroso, pero Dios lo admite y hay que aceptarlo, ya que a través de ellos nos hacemos más semejantes a Jesús. Durante mucho tiempo no pude [comprender] una cosa, a saber, ¿por qué Jesús me mando informar de todo a las Superioras? Y las Superioras no creían en mis palabras, manifestándome compasión como si estuviera bajo la influencia de la ilusión o la imaginación.
Debido a que [temía] que estaba en ilusión, decidí evitar a Dios dentro de mí, temiendo las ilusiones. (15) Sin embargo la gracia de Dios me perseguía a cada paso. Y cuando menos lo esperaba, Dios me hablaba.
+ Un día Jesús me dijo que iba a castigar una ciudad, que es la mas bonita de nuestra patria. El castigo iba a ser igual a aquel con el cual Dios castigó a Sodoma y Gomorra. Vi la gran ira de Dios y un escalofrió traspasó mi corazón. Rogué en silencio. Un momento después Jesús me dijo: Niña Mía, durante el sacrificio, únete estrechamente Conmigo y ofrece al Padre Celestial Mi Sangre y Mis Llagas como propiciación de los pecados de esta ciudad. Repítelo ininterrumpidamente durante toda la Santa Misa. Hazlo durante siete días. Al séptimo día vi. a Jesús en una nube clara y me puse a pedir que Jesús mirara aquella ciudad y todo nuestro país. Jesús miró con bondad. Al ver la benevolencia de Jesús empecé a rogarle por la bendición. De repente Jesús dijo: Por ti bendigo al país entero. Y con la mano hizo una gran señal de la cruz encima de nuestra patria. Al ver la bondad de Dios, una gran alegría llenó mi alma.
+El año 1929. Una vez durante la Santa Misa sentí la cercanía de Dios de un modo muy particular, a pesar de que me defendía de Dios y le daba la espalda. A veces rehuía de Dios porque no quería ser victima del espíritu maligno, dado que más de una vez me habían dicho que lo era. Esta incertidumbre duró mucho tiempo. Durante la Santa Misa, antes de la Santa Comunión, tuvo lugar la renovación de los votos [46]. Al levantarnos de los reclinatorios empezamos a repetir la formula de los votos y de repente, el Señor Jesús se puso a mi lado, vestido con una túnica blanca, ceñido con un cinturón de oro y me dijo: Te concedo el amor eterno para que tu pureza sea intacta y para confirmar que nunca experimentaras tentaciones impuras. Jesús se quitó el cinturón de oro y ciñó con él mis caderas. Desde entonces no experimento ningunas turbaciones contrarias a la virtud, ni en el corazón ni en la mente. Después comprendí que era una de las gracias más grandes que la Santísima Virgen Maria obtuvo para mí, ya que durante muchos años le había suplicado recibirla. A partir de aquel momento tengo mayor devoción a la Madre de Dios. Ella me ha enseñado a amar interiormente a Dios y cómo cumplir su santa voluntad en todo. Maria, Tu eres la alegría, porque por medio de Ti, Dios descendió a la tierra [y] a mi corazón.
(16) Una vez vi. a un siervo de Dios en el peligro del pecado grave que iba a ser cometido un momento después. Empecé a pedir a Dios que me cargara con todos los tormentos del infierno, todos los sufrimientos que quisiera, pero que liberase a ese sacerdote y lo alejara del peligro de cometer el pecado. Jesús escuchó mi súplica y en un momento sentí en la cabeza la corona de espinas. Las espinas de la corona penetraron hasta mi cerebro. Esto duró tres horas. El siervo de Dios fue liberado de aquel pecado y Dios fortaleció su alma con una gracia especial.
+ En un momento, el día de la Navidad, siento que me envuelve la omnipotencia, la presencia de Dios. Otra vez evito dentro de mí el encuentro con el Señor. Pedí a la Madre Superiora el permiso de ir a "Józefinek" [47], [para] visitar a las hermanas. La Madre Superiora nos dió el permiso y una vez terminado el almuerzo, empezamos a prepararnos. Las hermanas ya me estaban esperando en la puerta. Fui corriendo a la celda a buscar la capita, en el umbral vi. al Señor Jesús quien me dijo estas palabras: Ve, pero Yo Me tomo tu corazón. De pronto sentí que no tenía corazón el pecho. Como las hermanas me llamaron la atención de que debía darme prisa porque ya era tarde, en seguida me fui con ellas. Pero un gran descontento empezó a molestarme. Una añoranza penetró mi alma, sin embargo, nadie, excepto Dios, sabía lo que había pasado en mi alma.
Tras pasar apenas un momento en "Józefinek", dije a las hermanas: Volvamos a casa. Las hermanas pidieron un pequeño descanso, sin embargo mi espíritu no llegaba a calmarse. Les expliqué que teníamos que volver a casa antes de que oscureciera y había un buen trecho de camino por hacer, y regresamos a casa en seguida. Cuando la Madre Superiora nos encontró en el pasillo, me preguntó: ¿No han salido todavía o ya están de vuelta? Contesté que ya habíamos regresado porque no quería volver de noche. Me quité la capita e inmediatamente fui a la capilla. En cuanto entré, Jesús me dijo: Ve a decir a la Madre Superiora que no has vuelto para estar en casa antes del anochecer, sino porque te he quitado el corazón. Aunque me costó mucho, fui (17) a ver a la Madre Superiora y le expliqué sinceramente el motivo por el cual había vuelto tan pronto y pedí perdón al Señor por todo lo que no le agrada. En aquel momento Jesús inundó mi alma de gran alegría. Entendí que no hay satisfacción fuera de Dios.
Una vez vi a dos hermanas que iban a entrar en el infierno. Un dolor inexpresable me rasgó el alma; pedí a Dios por ellas, y Jesús me dijo: Ve a decir a la Madre Superiora que estas dos hermanas están en ocasión de cometer un pecado grave. Al día siguiente se lo dije a la Superiora. Una de ellas ya se había arrepentido y se encontraba en estado de fervor y la otra aun estaba [en] un gran combate.
Un día Jesús me dijo: Abandonaré esta casa ….. porque hay cosas que no Me gustan en ella. Y la Hostia del tabernáculo y descansó en mis manos y yo [con] alegría La coloqué en el tabernáculo. Eso se repitió otra vez y yo hice con Ella lo mismo, sin embargo [eso] se repitió la tercera vez y la Hostia se transformó en el Señor Jesús vivo, y Jesús me dijo: No Me quedaré aquí más tiempo. De repente, en mi alma se despertó un inmenso amor a Jesús y dije: Yo no Te dejaré ir de esta casa Jesús. Y Jesús desapareció nuevamente y la Hostia descansó en mis manos. Otra vez La puse en el cáliz y La encerré en el tabernáculo. Y Jesús se quedó con nosotras. Durante tres días trate de hacer la adoración reparadora.
Una vez me dijo Jesús: Dile a La Madre General que en esta casa sucede tal cosa que no Me gusta y que Me ofende mucho. No le dije inmediatamente, pero la inquietud que Dios me infundió no me permitió esperar mas y no tardé nada en escribir a la Madre General y la paz entró en mi alma.
A menudo sentí la Pasión del Señor Jesús en mi cuerpo; aunque esto fue invisible, me alegro de eso, porque Jesús quiere que sea así. Eso duró muy poco tiempo. Estos sufrimientos incendiaban mi alma con un fuego de amor hacia Dios y hacia las almas inmortales. El amor soportará todo, el amor continuará después de la muerte, el amor no teme nada….
(18) + 1931, 22 de febrero
Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor, mi alma estaba llena del temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que vez, y firma*: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero.
Prometo que el alma que venera esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo Mismo la defenderé como Mi gloria.
Cuando le dije al confesor [48] recibí como respuesta que eso se refería a mi alma. Me dijo: Pinta la imagen de Dios en tu alma. Cuando salí del confesionario, oí nuevamente estas palabras: Mi imagen está en tu alma. Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo deber ser la Fiesta de la Misericordia.
+ Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercase a Mi. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas humanas.
Jesús se quejó conmigo con estas palabras: La desconfianza de las almas desgarra Mis entrañas. Aún mas Me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de Mi amor inagotable no confían en Mí. Ni siquiera Mi muerte ha sido suficiente para ellas. ¡Ay de las almas que abusen de ella!
(19) Cuando dije a la Madre Superiora [49] lo que Dios me pedía, me contestó que Jesús debía explicarlo más claramente a través de alguna señal.
Cuando pedí al Señor Jesús alguna señal como prueba de que verdaderamente Él era Dios y Señor mío y de que de Él venían estas peticiones, entonces dentro de mí oí esta voz: Lo haré conocer a las Superioras a través de las gracias que concederé por medio de esta imagen.
Cuando quise liberarme de estas inspiraciones, Dios me dijo que en el día del juicio exigiría de mí un gran número de almas.
Una vez, cansadísima por las múltiples dificultades que tenia por el hecho de que Jesús me hablaba y exigía que fuese pintada la imagen, decidí firmemente, antes de los votos perpetuos, pedir al Padre Andrasz [50] que me dispensara de estas inspiraciones interiores y de la obligación de pintar la imagen. Al escuchar la confesión, el Padre Andrasz me dio la siguiente respuesta: No la dispenso de nada, hermana y no le está permitido sustraerse a estas inspiraciones interiores, sino que debe decir todo al confesor, eso es necesario, absolutamente necesario, porque de lo contrario se desviará a pesar de estas grandes gracias del Señor. De momento usted se confiesa conmigo, pero ha de saber que debe tener un confesor permanente, es decir un director espiritual.

* Jesús exigía que la imagen llevase, como firma, y no como inscripción estas palabras: "Jesús, en Ti confío".
Me afligí muchísimo. Pensaba poder liberarme de todo y había pasado todo lo
Contrario: una orden clara de seguir las demandas de Jesús. Y otra vez el
tormento de no tener al confesor permanente. Si durante algún tiempo me confieso
[con alguno], no puedo descubrir mi alma delante de él en cuanto a las gracias; es
la causa de un dolor inexpresable. Le pido a Jesús que conceda estas gracias a otra
persona, porque yo no sé aprovecharlas y solamente las malgasto. Jesús, ten
compasión de mi, no me encomiendes cosas tan grandes, ves que soy un puñado de
polvo inútil. Sin embargo, la bondad de Jesús no tiene límites, me prometió una
ayuda visible en la tierra y [la] recibí poco después (20) en Vilna. En el Padre
Sopocko reconocí esa ayuda de Dios. Le había conocido en una visión interior
Antes de llegar a Vilna. Un día lo vi. en nuestra capilla entre el altar y el
confesionario. De repente en mi alma oí una voz: He aquí la ayuda visible para
ti en la tierra. Él te ayudará cumplir Mi voluntad en la tierra.
+ Un día cansada de esas incertidumbres, pregunte a Jesús: Jesús, ¿eres Tú mi
Dios o eres un fantasma? Las Superioras me dicen que existen ilusiones y toda
Clase de fantasmas. Si eres mi Señor, Te pido, bendíceme. De repente, Jesús hizo
Una gran señal de la cruz encima de mi, y yo me santigüé. Cuando pedí perdón a
Jesús por haberle hecho esa pregunta, Jesús contesto que con esta pregunta no le
Causé ningún disgusto y el Señor me dijo que mi confianza la agradaba mucho.
1933.+ Consejos espirituales que me dio el Padre Andrasz, S.J.
Primero: Hermana, usted no debe evitar estas inspiraciones interiores, sino que
Debe decir siempre todo al confesor. Si usted reconoce que estas inspiraciones
Interiores atañen, es decir son provechosas para su alma o para otras almas, sígalas
y no las descuide, sino que consúltelas siempre con su confesor.
Segundo: Si estas inspiraciones no concuerdan con la fe y con el espíritu de la
Iglesia, se deben rechazar inmediatamente, porque vienen del espíritu maligno.
Tercero: Si estas inspiraciones no se refieren a las almas en general, ni a su bien en
Particular, no se preocupe mucho por ellas, hermana, y no les haga caso en
Absoluto.
No obstante, no decida por sí sola en esta materia, en este sentido o en otro, porque
Puede desviarse a pesar de estas grandes gracias del Señor. Humildad, humildad y
Siempre humildad porque por nosotros mismos no podemos hacer nada. Todo
esto es solamente la gracia de Dios.
Me dice que Dios exige mucha confianza de las almas, pues sea la primera en
Mostrar esa confianza. Una palabra más: Acepte todo esto con serenidad.
(21) Las palabras de uno de los confesores [51]: Hermana, Dios está preparándole
muchas gracias especiales, pero procure que su vida sea pura como las lagrimas
delante del Señor sin hacer caso a lo que puedan pensar de usted. Que le baste
Dios, Solo Él.
Al final del noviciado el confesor [52] me dijo estas palabras: Camine por la vida
Haciendo el bien para que yo pueda escribir en las páginas de su vida: Vivió
Haciendo el bien; que Dios realice esto en usted, hermana.
En otra oportunidad el confesor me dijo: Pórtese delante del Señor como la viuda
Del Evangelio que puso en la alcancía una monedita de poco valor; pero para
Dios, ésta pesó mas que las grandes ofrendas de los demás.
El otro día recibí esta enseñanza: Procure que quien trate con usted, se aleje feliz.
Difunda a su alrededor la fragancia de la felicidad porque de Dios ha recibido
mucho y por eso sea generosa con los demás. Que todos puedan alejarse de usted
felices aunque hayan apenas rozado el borde de su túnica [53]. Recuerde bien las
palabras que le estoy diciendo ahora.
Otra vez me dijo estas palabras: Permita que el Señor empuje la barca de su vida
a la profundidad insondable de la vida interior.
Algunas palabras del coloquio con la Madre Maestra al final del noviciado: Que su alma, hermana, se distinga particularmente por la sencillez y la humildad. Camine por la vida como una niña, siempre confiada, siempre llena de sencillez y humildad, contenta de todo, feliz de todo. Allí donde otras almas se asusten usted, hermana, pasa tranquilamente gracias a la sencillez y la humildad. Recuerde para toda la vida que como las aguas descienden de las montañas a los valles, las gracias del Señor descienden sólo sobre las almas humildes.
Oh Dios mió, entiendo bien que exiges de mi la infancia espiritual, porque me la
Pides continuamente a través de Tus representantes.
Los sufrimientos y contrariedades al inicio de la vida religiosa me habían
Asustado, me habían quitado el valor. Por eso rogaba continuamente que Jesús me hiciera más fuerte y me concediera el vigor de su Santo Espíritu para poder cumplir en todo su santa voluntad ya que desde el comienzo conocía y conozco mi debilidad. Sé bien lo que soy por mi misma, porque Jesús descubrió a los ojos de mi alma todo el abismo de mi miseria y por lo tanto me doy cuenta perfectamente que todo lo que hay de bueno en mi alma es sólo su santa gracia. El conocimiento de mi miseria me permite conocer al mismo tiempo el abismo de Tu misericordia. En mi vida interior, con un ojo miro hacia el abismo de miseria y de bajeza que soy yo, y con el otro hacia el abismo de Tu misericordia, oh Dios.
Oh, mi Jesús, Tu eres la vida de mi vida, Tu sabes bien que lo único que deseo es la gloria de Tu nombre y que las almas conozcan Tu bondad. ¿Por qué las almas Te evitan, oh Jesús?, no lo entiendo. Oh si pudiera dividir mi corazón en partículas mínimas y ofrecerte, oh Jesús, cada partícula como un corazón entero para compensarte, aunque parcialmente, por los corazones que no Te aman. Te amo, Jesús, con cada gota de mi sangre y la derramaría voluntariamente por Ti para darte la prueba de mi amor sincero. Oh Dios, cuanto más Te conozco tanto menos Te puedo entender, pero esa incapacidad de comprenderte me permite conocer lo grande que eres, oh Dios. Y esa incapacidad de comprenderte incendia mi corazón hacia Ti como una nueva llama, oh Señor. Desde el momento en que permitiste, oh Jesús, sumergir la mirada de mi alma en Ti, descanso y no deseo nada más. He encontrado mi destino en el momento en que mi alma se sumergió en Ti, en el único objeto de mi amor. Todo es nada en comparación Contigo. Los sufrimientos, las contrariedades, las humillaciones, los fracasos, las sospechas que enfrento, son espinas que incendian mi amor hacia Ti, Jesús.
Locos e irrealizables son mis anhelos. Deseo ocultarte que estoy sufriendo. No quiero ser recompensada jamás por (23) mis esfuerzos y mis buenas obras. Oh Jesús, Tu Mismo eres mi recompensa. Tu me bastas, oh Tesoro de mi corazón. Deseo compartir los sufrimientos del prójimo, esconder mis sufrimientos en mi corazón no solo ante el prójimo, sino también ante Ti, oh Jesús.
El sufrimiento es una gran gracia. A través del sufrimiento el alma se hace semejante al Salvador, el amor se cristaliza en el sufrimiento. Cuanto más grande es el sufrimiento, tanto mas puro se hace el amor.
+ Una noche vino a visitarme una de nuestras hermanas que había muerto hacia dos meses antes. Era una de las hermanas del primer coro. La vi en un estado terrible. Toda en llamas, la cara dolorosamente torcida. [La visión] duró un breve instante y desapareció. Un escalofrió traspasó mi alma y aunque no sabia donde sufría, en el purgatorio o en el infierno, no obstante redoblé mis plegarias por ella. La noche siguiente vino de nuevo, pero la vi. en un estado aun más espantoso, entre llamas mas terribles, en su cara se notaba la desesperación. Me sorprendí mucho que después de las plegarias que había ofrecido por ella la vi. en un estado más espantoso y pregunté: ¿No te han ayudado nada mis rezos? Me contestó que no le ayudaron nada mis rezos y que no le iban a ayudar. Pregunté: ¿Y las oraciones que toda la Congregación ofreció por ti, tampoco te han ayudado? Me contestó que nada. Aquellas oraciones fueron en provecho de otras almas. Y le dije: Si mis plegarias no te ayudan nada, hermana, te ruego que no vengas a verme. Y desapareció inmediatamente. Sin embargo yo no dejé de rezar. Después de algún tiempo volvió a visitarme de noche, pero en un estado distinto. No estaba entre llamas como antes y su rostro era radiante, los ojos brillaban de alegría y me dijo que yo tenia el amor verdadero al prójimo, que muchas almas se aprovecharon de mis plegarias y me animó a no dejar de [interceder] por las almas que sufrían en el purgatorio y me dijo que ella no iba a permanecer ya por mucho tiempo en el purgatorio. ¡Los juicios de Dios son verdaderamente misteriosos!
(24) 1933. Una vez oí en mi alma esta voz: Haz una novena por la patria. La novena consistirá en las letanías de todos los santos. Pide el permiso al confesor.
Durante la confesión siguiente obtuve el permiso y a la noche empecé en seguida la novena.
Terminando las letanías vi. una gran claridad y en ella a Dios Padre. Entre la luz y la
Tierra vi a Jesús clavado en la cruz de tal forma que Dios, deseando mirar hacia la tierra, tenia que mirar a través de las heridas de Jesús. Y entendí que Dios bendecía la tierra en consideración a Jesús.
Jesús, Te agradezco por esta gran gracia, es decir por el confesor que Tu Mismo Te
Dignaste elegirme y que me hiciste ver primero en una visión, antes de conocerlo [personalmente] [54]. Cuando había ido a confesarme con el Padre Andrasz, pensaba que iba a ser liberada de estas inspiraciones interiores. El Padre me contesto que no podía liberarme de ellas, y dijo: Ruegue hermana para [obtener] un director espiritual.
Después de una breve y ferviente plegaria vi. de nuevo al Padre Sopocko en nuestra capilla, entre el confesionario y el altar. En aquel tiempo me encontraba en Cracovia. Fueron estas dos visiones que me fortalecieron en el espíritu, tanto mas que lo encontré tal cual lo había visto en las visiones, tanto en Varsovia durante la tercera probación [55], como en Cracovia. Te agradezco, Jesús, por esta gran gracia.
Ahora tiemblo cuando oigo, a veces, a un alma diciendo que no tiene confesor, es decir director espiritual, porque sé que graves daños tuve yo cuando no tenía esta ayuda. Sin el director espiritual es fácil desviarse del camino.
¡Oh vida gris y monótona, cuantos tesoros encierras! Ninguna hora se parece a la otra, pues la tristeza y la monotonía desaparecen cuando miro todo con los ojos de la fe. La gracia que hay para mí en esta hora no se repetirá en la hora siguiente. Me será dada en la hora siguiente, pero no será ya la misma. El tiempo pasa y no vuelve nunca. Lo que contiene en si, no cambiaria jamás; lo sella con el sello para la eternidad.
(25) + El Padre Sopocko debe ser muy amado por el Señor. Lo digo porque pude comprobar cuanto Dios se preocupa por él en ciertos momentos; al ver esto estoy enormemente contenta de que el Señor tenga tales elegidos. 1928. Excursión a Kalwaria [56].
Había venido a Vilna por dos meses para sustituir a una hermana [57] que había ido a la tercera probación, pero permanecí algo más de dos meses. Un día la Madre Superiora [58], deseando complacerme, me dio el permiso de ir, en compañía de otra hermana [59], a Kalwaria para hacer el llamado "paseo de los caminitos".Me alegré mucho. Debíamos ir en barco, a pesar de que estaba tan cerca, pero tal fue el deseo de la Madre Superiora. Por la noche me dijo Jesús: Yo deseo que te quedes en casa. Contesté: Jesús, ya todo esta preparado, debemos salir por la mañana, ¿Qué voy a hacer ahora? Y el Señor me contestó: Esta excursión causara daño a tu alma. Contesté a Jesús: Tú puedes siempre remediarlo, dispón las circunstancias de tal forma que se haga Tu voluntad. En ese momento se oyó la campanilla para el descanso. Con una mirada saludé a Jesús y fui a la celda.
Por la mañana hacía un día hermoso, mi compañera se alegraba [pensando] que tendríamos una gran satisfacción, que podríamos visitar todo, pero yo estaba seguro de que no saldríamos, aunque hasta el momento no había ningún obstáculo que nos lo impidiera.
Primero debíamos recibir la Santa Comunión y salir en seguida después del agradecimiento. De repente, durante la Santa Comunión, la esplendida mañana que hacia, cambió completamente. Sin saber de donde, vinieron las nubes y cubrieron todo el cielo, y empezó una lluvia torrencial. Todos se extrañaban, ya que en un día tan bello ¿Quién podía esperar la lluvia, y que cambiara así en tan poco tiempo?
La Madre Superiora me dice: Cuanto siento que ustedes, hermanas, no pueden ir. Contesté: Querida Madre, no importa que no podamos ir, la voluntad de Dios es que nos quedemos en casa. Sin embargo nadie sabía que era un claro deseo de Jesús que me quedara en casa. Pasé todo el día en el recogimiento y la meditación; agradecí al Señor por haberme hecho quedar en casa. En aquel día Dios me concedió muchas consolaciones celestiales.
Un día en el noviciado, cuando la Madre Maestra me había destinado a la cocina de las niñas, me afligí mucho por no estar en condiciones de cargar con las ollas que eran enormes. Lo mas difícil para mi era escurrir las papas, a veces caía la mitad de ellas. Cuando lo dije a la Madre Maestra me contestó que poco a poco me acostumbraría y adquiriría práctica. No obstante esta dificultad no desaparecía ya que mis fuerzas iban disminuyendo cada día y debido a la falta de fuerzas me apartaba cuando venia el momento de escurrir las papas. Las hermanas se dieron cuenta de que evitaba ese trabajo y se extrañaban muchísimo; no sabían que no podía ayudarles a pesar de empeñarme con todo fervor y sin ningún cuidado para mi misma. Al mediodía, durante el examen de conciencia me quejé al Señor por la falta de fuerzas. De repente oí en el alma estas palabras: A partir de hoy te resultará muy fácil. Aumentaré tus fuerzas. Por la noche, cuando vino el momento de escurrir las papas corrí la primera, confiada en las palabras del Señor. Cogí la olla con facilidad y las escurrí bastante bien. Pero cuando quité la tapadera para hacer salir el vapor, en vez de papas vi en la olla ramilletes de rosas rojas, tan bellas que es difícil describirlas. Jamás había visto semejantes. Me quedé sorprendida sin entender su significado, pero en aquel momento oí una voz en mi alma: Tu pesado trabajo lo transformo en ramilletes de las flores más bellas y su perfume sube hasta Mi trono. Desde ese momento trate de escurrir las papas no solamente durante la semana (27) asignada a mí en la cocina [60] sino que trataba de sustituir en este trabajo a otras hermanas durante su turno. Pero no solamente [en] este trabajo, sino en cada trabajo pesado trataba de ser la primera en ayudar, porque había experimentado cuanto eso agradaba a Dios.
¡Oh tesoro inagotable de la pureza de la intención que haces perfectas y tan agradables a Dios todas nuestras acciones!
Oh Jesús, Tú sabes que débil soy, por eso quédate siempre conmigo, guía mis acciones, todo mi ser. Tú, mi mejor Maestro. De verdad, oh Jesús, me invade el miedo cuando veo mi miseria, pero a la vez me tranquilizo viendo Tu misericordia insondable que es más grande que mi miseria desde toda una eternidad. Y esta disposición de ánimo me reviste de Tu poder. Oh gozo que se deriva del conocimiento de mi misma, Oh verdad inmutable. Eterna es Tu firmeza.
Cuando, poco tiempo después de mis primeros votos, me enfermé [61] y a pesar del
Cordial y cariñoso cuidado de las Superioras, a pesar de los tratamientos médicos, no estaba ni mejor ni peor, entonces empezaron a llegarme voces de que fingía. Y así comenzó mi sufrimiento, se duplicó y duro un tiempo bastante largo. Un día me quejé ante Jesús que yo era una carga para las hermanas. Me contestó Jesús: No vives para ti, sino para las almas. Otras almas se beneficiarán de tus sufrimientos. Tus prolongados sufrimientos les darán luz y fuerza para aceptar mi Voluntad.
El sufrimiento mas grande para mi era la impresión de que mis oraciones y mis
buenas obras no agradaban al Señor. No me atrevía a mirar hacia el cielo. Eso me
producía un sufrimiento tan grande que cuando estaba en la capilla para los ejercicios
espirituales comunitarios, terminados aquellos, la Madre Superiora [62] me llamaba y
me decía: Pida, hermana, a Dios, gracia y consolación, porque yo misma veo y (28)
me lo dicen otras hermanas, que al sólo verla, hermana, usted suscita compasión. De
verdad, no sé qué hacer con usted. Le ordeno no afligirse por nada. Sin embargo, todos esos coloquios con la Madre Superiora no me dieron alivio, ni me aclararon nada. Una oscuridad aún más densa me ocultaba a Dios. Busqué ayuda en el confesionario, pero tampoco allí la encontré. Un sacerdote virtuoso quiso ayudarme, pero yo estaba tan preocupada que ni siquiera supe explicar mis tormentos y eso me causó sufrimientos aún mayores. Una tristeza mortal se apoderó de mi alma hasta tal punto que no lograba ocultarla y se manifestaba también exteriormente. Perdí la esperanza. La noche cada vez más oscura. El sacerdote con quien me confesaba me dijo: Yo veo en usted, hermana, unas gracias particulares y estoy completamente tranquilo por usted. ¿Por qué, pues, se atormenta tanto? Pero, en aquel entonces, yo no lo entendía, pues me extrañaba enormemente cuando por penitencia me hacia rezar el Te Deum o el Magnificat, o a veces, al atardecer, debía correr rápidamente por el jardín o reírme ruidosamente diez veces al día. Esas penitencias me asombraban mucho, pero a pesar de ellas ese sacerdote no me ayudó mucho. El Señor quería, quizá, que yo lo alabase con el sufrimiento. El sacerdote me consolaba [diciendo] que encontrándome en ese estado agradaba más a Dios que si estuviera inundada de las más grandes consolaciones. Qué gracia tan grande de Dios, hermana, que usted en el actual estado de tormentos espirituales en que se encuentra, no ofenda a Dios, sino que trata de ejercitarse en las virtudes. Yo observo su alma, veo en ella grandes planes de Dios y gracias especiales, y viendo esto en usted, hermana, doy gracias al Señor. Sin embargo y a pesar de todo mi alma se encontraba en suplicios y tormentos inexpresables. Imitaba al ciego que se fía de su guía y agarra con fuerza su mano y ni por un momento me alejaba de la obediencia que era mi tabla de salvación en la prueba de fuego.
(29) + Jesús, Verdad Eterna, fortalece mis fuerzas débiles. Tú, oh Señor, lo puedes todo. Se que sin Ti mis esfuerzos no valen nada. Oh Jesús, no Te ocultes ante mí, porque no puedo vivir sin Ti. Escucha el llamado de mi alma; no se ha agotado, Señor, Tu misericordia pues ten piedad de mi miseria. Tu misericordia supera la inteligencia de los ángeles y de los hombres juntos, y aunque me parece que no me escuchas, no obstante he depositado mi confianza en el mar de Tu misericordia y sé que mi esperanza no será defraudada.
Solo Jesús sabe cuán pesado y difícil es cumplir con sus deberes cuando el alma se encuentra en ese estado de tormentos interiores, las fuerzas físicas están debilitadas y la mente ofuscada. En el silencio de mi corazón me repetía: Oh Cristo, para Ti las delicias y el honor y la gloria, y para mi el sufrimiento. No retrasare ni un solo paso para seguirte, aunque las espinas hieran mis pies.
Cuando me enviaron para un tratamiento a la casa de Plock, tuve la suerte de adornar con flores la capilla. Eso fue en Biala [63]. La Hermana Tecla no siempre tenía tiempo, pues a menudo yo sola adornaba la capilla. Un DIA recogí las más bellas rosas para adornar la habitación de cierta persona. Al acercarme al pórtico, vi. al Señor Jesús que estaba de pie en ese pórtico y me preguntó amablemente: Hija Mía, ¿a quien llevas estas flores? Mi silencio fue la respuesta al Señor, porque en aquel momento me di cuenta de que tenía un sutil apego a esa persona de lo que antes no me daba cuenta. Jesús desapareció en seguida. En el mismo instante tiré las flores al suelo y fui delante del Santísimo sacramento con el corazón lleno de agradecimiento por la gracia de haberme conocido a mi misma.
Oh Sol Divino, en Tus rayos el alma ve aun los mas pequeños granitos de polvo que no Te agradan.
(30) Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, Te suplico e imploro Tu misericordia para los pobres pecadores. Oh Sacratísimo Corazón, Fuente de Misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza humana. Te pido luz para los pobres pecadores. Oh Jesús, recuerda Tu amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya. Oh Jesús, cuando considero el alto precio de Tu Sangre, me regocijo en su inmensidad porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los pecadores. Aunque el pecado es un abismo de maldad e ingratitud, el precio pagado por nosotros jamás podrá ser igualado. Por lo tanto, haz que cada alma confié en la Pasión del Señor y que ponga su esperanza en su misericordia. Dios no le negara su misericordia a nadie. El cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se agotara la misericordia de Dios. ¡Oh, que alegría arde en mi corazón, cuando contemplo Tu bondad inconcebible, oh Jesús mío! Deseo traer a todos los pecadores a Tus pies para que glorifiquen Tu misericordia por los siglos de los siglos.
Oh mi Jesús, a pesar de la noche oscura en torno mío y de las nubes sombrías que
me cubren el horizonte, se que el sol no se apaga. Oh Señor, aunque no Te puedo comprender ni entiendo Tu actuación, confió, sin embargo en Tu misericordia. Si es Tu voluntad, Señor, que yo viva siempre en tal oscuridad, seas bendito. Te pido una sola cosa, no dejes que Te ofenda de ningún modo. Oh Jesús mío, solo Tú conoces las añoranzas y los sufrimientos de mi corazón. Me alegro de poder sufrir aunque sea un poco por Ti. Cuando siento que el sufrimiento supera mis fuerzas, entonces me refugio en el Señor en el Santísimo Sacramento y un profundo silencio es mi oración al Señor.
(31) Confesión de una de nuestras alumnas.
Desde el momento cuando una fuerza misteriosa empezó a apremiarme a que solicitara aquella Fiesta y a que fuera pintada la imagen, no puedo lograr la paz. Algo me satura por completo y, sin embargo, me invade el temor de si solo es una ilusión. Estas dudas siempre venían de fuera, porque en el fondo de mi alma sentía que era el Señor quien traspasaba mi alma. El confesor con quien me confesaba entonces me decía que existían casos de ilusiones, y yo sentía que aquel confesor parecía tener miedo de confesarme. Era para mí un tormento. Al haberme dado cuenta de que tenía poco apoyo por parte de los hombres, me refugie aun más en el Señor Jesús, en el mejor Maestro. En algún momento, cuando me invadió la duda de si la voz que oía era del Señor, me dirigí a Jesús en un coloquio interior, sin pronunciar una palabra. De repente alguna fuerza penetro mi alma, dije: Si Tu eres verdaderamente mi Dios que estas en comunión conmigo y me hablas, Te pido, Señor, que esa alumna [64] se confiese hoy mismo y esa señal me fortalecerá. En ese mismo instante aquella muchacha pidió la confesión.
La Madre de la clase, sorprendida de su cambio repentino, no tardó en buscar a un sacerdote y esa persona se confeso muy arrepentida. De inmediato oí en mi alma la siguiente voz: ¿Me crees ahora? Otra vez una fuerza extraña llenó mi alma, me reforzó y me fortaleció hasta tal punto que yo misma me asombré de haber podido dudar por un momento. Sin embargo estas dudas siempre venían de fuera y eso me llevó a encerrarme aun más en mi misma. Al sentir durante la confesión la incertidumbre del confesor, no descubro mi alma a fondo sino que solamente me acuso de mis pecados. Si el sacerdote mismo no tiene serenidad, no la da a otras almas.
Oh sacerdotes, cirios encendidos que alumbran las almas, que su claridad no oscurezca jamás. Comprendí que no era la voluntad de Dios que descubriera entonces el fondo de mi alma. Dios me concedió esta gracia mas tarde.
(32) Jesús mió, guía mi mente, toma posesión absoluta de todo mi ser, enciérrame en el fondo de Tu Corazón y protégeme del asalto del enemigo. En Ti toda mi esperanza. Habla a través de mi boca cuando yo, miseria absoluta, este con los poderosos y los sabios para que reconozcan que esta causa es Tuya y de Ti proviene.
Tinieblas y tentaciones.
Mi mente estaba extrañamente obscurecida, ninguna verdad me parecía clara. Cuando me hablaban de Dios, mi corazón era como una roca. No lograba sacar del corazón ni un solo sentimiento de amor hacia Él. Cuando con un acto de voluntad trataba de permanecer junto a Dios, experimentaba grandes tormentos y me parecía que con ello causaba una ira mayor de Dios. No podía absolutamente meditar tal y como meditaba anteriormente. Sentía un gran vacío en mi alma y no conseguía llenarlo con nada. Empecé a sentir el hambre y el anhelo de Dios, pero veía toda mi impotencia. Trataba de leer despacio, frase por frase y meditar del mismo modo, pero fue en vano. No comprendía nada de lo que leía. Delante de los ojos de mi alma estaba constantemente todo el abismo de mi miseria. Cuando iba a la capilla por algunos ejercicios espirituales, siempre experimentaba aun más tormentos y tentaciones. A veces, durante toda la Santa Misa luchaba con los pensamientos blasfemos que trataban de salir de mis labios. Sentía aversión por los santos sacramentos. Me parecía que no sacaba ninguno de los beneficios que los santos sacramentos ofrecen. Me acercaba [a ellos] solamente por obediencia al confesor y esa ciega obediencia era para mi el único camino que debía seguir y [mi] tabla de salvación. Cuando el sacerdote me explico que ésas eran las pruebas enviadas por Dios y que, "con el estado en que te encuentras no sólo no ofendes a Dios, sino que le agradas mucho, (33) es una señal que Dios te ama inmensamente y que confía en ti, porque te visita con estas pruebas." No obstante esas palabras no me consolaron, me parecía que no se referían en nada a mí. Una cosa me extrañaba. A veces cuando sufría enormemente, en el momento de acercarme a la confesión, de repente todos estos terribles tormentos cesaban; pero cuando me alejaba de la rejilla, todos esos tormentos volvían a golpearme [con] mayor furia. Entonces me postraba delante del Santísimo sacramento y repetía esas palabras: Aunque me mates, yo confiaré en Ti [65]. Me parecía que agonizaba en aquellos dolores. El pensamiento que más me atormentaba era que yo era rechazada por Dios. Luego venían otros pensamientos: ¿Para que empeñarme en las virtudes y en buenas obras? ¿Para que mortificarme y anonadarme? ¿Para que hacer votos? ¿Para que rezar? ¿Para que sacrificarme e inmolarme? ¿Para que ofrecerme como victima en cada paso? ¿Para que, si ya soy rechazada por Dios? ¿Para que estos esfuerzos? Y aquí solamente Dios sabe lo que ocurría en mi corazón.
Terriblemente atormentada por estos sufrimientos entré en la capilla y de la profundidad de mi alma dije estas palabras: Haz conmigo, Jesús, lo que Te plazca. Yo Te adoraré en todas partes. Y que se haga en mi Tu voluntad, oh Señor y Dios mío, y yo glorificaré Tu infinita misericordia. Después de este acto de sumisión cesaron estos terribles tormentos. De repente vi. a Jesús que me dijo: Yo estoy siempre en tu corazón. Un gozo inconcebible inundó mi alma y [llenó] de gran amor de Dios que inflamó mi pobre corazón. Veo que Dios nunca permite [sufrimientos] por encima de lo que podemos soportar. Oh, no temo nada; si manda al alma grandes tribulaciones, la sostiene con una gracia aun mayor, aunque no la notamos para nada. Un solo acto de confianza en tal momento da más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo de consolaciones durante la oración. Ahora veo que si Dios quiere mantener a un alma en la oscuridad, no la iluminará ningún libro ni confesor.
(34) Oh Maria, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud. Oh Espléndida Azucena, Tu eres mi espejo, oh mi Madre.
Jesús, Divino prisionero del amor, cuando considero Tu amor y como Te has anonadado por mi, mis sentidos desfallecen. Encubres Tu Majestad inconcebible y Te humillas rebajándote a mi, un ser miserable. Oh Rey de la Gloria, aunque ocultas Tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo. Veo a los coros de ángeles que te honran incisamente y a todas las potencias celestiales que Te alaban sin cesar y que Te dicen continuamente: Santo, Santo, Santo.
Oh ¿Quién comprenderá Tu amor y Tu misericordia insondable hacia nosotros? Oh prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche. No se de ninguna objeción a esta adoración, y aunque estoy físicamente lejos de Ti, mi corazón esta siempre Contigo. Nada puede impedir mi amor hacia Ti. No existe ningún obstáculo para mí. Oh Jesús Te consolare por todas las ingratitudes, por las blasfemias, por la tibieza, por el odio de los impíos, por los sacrilegios. Oh Jesús, deseo arder como victima pura y anonadada delante del trono de Tu escondite. Te ruego incesantemente por los pecadores agonizantes.
Oh Santa Trinidad, Dios Uno e Indivisible, bendito seas por este gran regalo y testamento de misericordia. Oh Jesús mío, para compensarte por los blasfemos, callaré cuando me reprendan injustamente, para satisfacerte aunque sea en una pequeña parte. En mi alma Te estoy cantando continuamente un himno y nadie lo puede sospechar ni entender. El canto de mi alma lo conoces sólo Tú, oh Creador y Señor mío.
(35) No me dejare arrebatar por el trabajo hasta el punto de olvidarme a Dios. Pasare todos los momentos libres a los pies del Maestro oculto en el Santísimo Sacramento. Él me enseña desde los años más tiernos.
Escribe esto: Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de Misericordia. Antes de que llegue el día de la justicia, les será dado a los hombre este signo en el cielo.
Se apagara toda luz en el cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminaran la tierra. Eso sucederá poco tiempo antes del ultimo día.
Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.
Vilna, 2 VIII 1934
El viernes, después de la Santa Comunión fui trasladada en espíritu delante del trono de Dios. Delante del trono de Dios vi. las Potencias Celestiales que adoran a Dios sin cesar. Más allá del trono vi. una claridad inaccesible a las criaturas; allí entra solamente el Verbo Encarnado como Intercesor. Cuando Jesús entro en esa claridad, oí estas palabras: Escribe en seguida lo que vas a oír: Soy el Señor en Mi Esencia y no conozco mandatos ni necesidades. Si llamo a las criaturas a la vida, esto es el abismo de Mi misericordia. En aquel mismo momento me vi. en nuestra capilla, como antes en mi reclinatorio. La Santa Misa terminó. Ya tenía escritas estas palabras.
+ Cuando vi. cuanto mi confesor [66] debía sufrir a causa de la obra que Dios realizaba a través de el, me espanté durante un momento y dije al Señor Jesús, después de todo esta obra es Tuya, pues ¿por qué (36) Te portas con él de tal modo que parece que se la dificultas, mientras exiges que la lleve adelante?
Escribe que día y noche Mi mirada descansa sobre él y permito estas contrariedades para multiplicar sus meritos. Yo no recompenso por el resultado positivo sino por la paciencia y el trabajo emprendido por Mí.
Vilna, 26 X 1934, Viernes
Cuando iba con las alumnas [67] de la huerta a cenar, eran las seis menos diez, vi. al Señor Jesús encima de nuestra capilla bajo la misma apariencia que tenía cuando lo había visto por primera vez. Tal y como está pintado en esta imagen. Esos dos rayos que salían del Corazón de Jesús, envolvieron nuestra capilla y la enfermería y después toda la ciudad y se extendieron sobre el mundo entero. Eso duro quizás unos cuatro minutos y desapareció. Una de las jovencitas que estaba junto a mí, un poco detrás de las otras, también vio esos rayos, pero no vio a Jesús ni vio de donde esos rayos salían. Quedo muy impresionada y [lo] contó a otras muchachas. Las muchachas empezaron a reírse de ella, [diciendo] que fue una alucinación o tal vez la luz de un aeroplano, pero ella se obstinaba fuertemente en su opinión y decía que nunca en su vida había visto tales rayos. Cuando las jovencitas le reprochaban que a lo mejor era un reflector, ella contesto que conocía la luz del reflector. Rayos como aquellos nunca los había visto. Después de la cena esa muchacha se dirigió a mí y me dijo que esos rayos la habían impresionado tanto que no conseguía calmarse; habría hablado continuamente de ello, sin embargo no vio al Señor Jesús. Y me recordaba esos rayos sin cesar poniéndome así en cierta dificultad, dado que no le podía decir que había visto al Señor Jesús. Oré por esa querida alma pidiendo que el Señor le concediera las gracias que ella tanto necesitaba. Mi corazón se alegró porque Jesús Mismo se hace conocer en su obra. Aunque por ese motivo tuve grandes disgustos, no obstante por Jesús se puede soportar todo.
(37) + Cuando fui a la adoración, sentí la cercanía de Dios. Después de un momento vi. a Jesús y a Maria. Esta visión llenó mi alma de alegría y le pregunté al Señor: ¿Cuál es tu voluntad, Jesús, en esta cuestión en la que el confesor me ordena preguntar? Jesús me contestó: Es Mi voluntad que esté aquí y que no se dispense a sí mismo. Y pregunté a Jesús si estaba bien la inscripción: "Cristo, rey de Misericordia", Jesús me contestó: Soy Rey de Misericordia, y no dijo "Cristo". Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de Pascua de Resurrección. Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia. A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de Mi misericordia.
Sucedió que, tal y como el Señor había pedido, el primer acto de veneración a esta imagen por parte del publico [68] tuvo lugar el primer domingo después de Pascua. Durante tres días la imagen estuvo expuesta en publico, y recibió la veneración publica porque había sido colocada en Ostra Brama, en un ventanal, en lo alto, por eso se la veía desde muy lejos. Durante esos tres días en Ostra Brama fue celebrada con solemnidad la clausura del Jubileo de la Redención del Mundo, el 19 centenario de la Pasión del salvador. Ahora veo que la obra de la Redención esta ligada a la obra de la misericordia que reclama el Señor.
Un día vi. interiormente lo mucho que iba a sufrir mi confesor. Los amigos lo abandonarán y todos se opondrán a usted y las fuerzas físicas disminuirán. Lo vi. como un racimo de uva elegido por el Señor y arrojado bajo la prensa de los sufrimientos, su alma. Padre, en algunos momentos estaré llena de dudas respecto a mi y a esta obra. Y vi como si Dios Mismo le fuera contrario, y pregunté al Señor ¿por qué se portaba así con el?, como si le dificultara lo que le encomendaba. Y el Señor dijo: Me porto así con el para dar testimonio de que esta obra es Mía. Dile que (38) no tenga miedo de nada, Mi mirada esta puesta en él, día y noche. En su corona habrá tantas coronas cuantas almas se salvaran a través de esta obra. Yo no premio por el éxito en el trabajo sino por el sufrimiento.
Jesús mío, Tu solo sabes cuantas persecuciones sufro, y solamente porque Te soy
completamente fiel a Ti y a Tus órdenes. Tú eres mi fuerza; apóyame para que
siempre cumpla con fidelidad todo lo que exiges de mí. Yo, por mi misma, no puedo hacer nada, pero si Tú me apoyas, todas las dificultades son nada para mí. Oh Señor, veo que desde el primer momento en que mi alma recibió la capacidad de conocerte, mi vida es una lucha continua y cada vez mas violenta. Cada mañana durante la meditación me preparo para la lucha de todo el día, y la Santa Comunión es mi garantía de que venceré, y así sucede. Temo el día en que no tenga la Santa Comunión,. Este Pan de los fuertes me da toda la fuerza para continuar esta obra y tengo el valor de cumplir todo lo que exige el Señor. El valor y la fortaleza que están en mi no son míos sino de quien habita en mi, la Eucaristía. Jesús mío, ¡que grandes son las incomprensiones! A veces, si no tuviera la Eucaristía, no tendría la fuerza para seguir el camino que me has indicado.


La humillación es [mi] alimento cotidiano. Comprendo que la esposa acepta todo lo que atañe a su Esposo, por eso la vestimenta del desprecio que lo ha cubierto a Él debe cubrirme a mí también. En los momentos en que sufro mucho, trato de callarme, porque desconfío de la lengua que en esos momentos es propensa a hablar de si misma, en lugar de servirme para alabar a Dios por todos los beneficios y dones que me han sido proporcionados. Cuando recibo a Jesús en la Santa Comunión, le ruego con fervor que se digne sanar mi lengua para que no ofrenda con ella ni a Dios ni al prójimo. Deseo que mi lengua alabe a Dios sin cesar. Grandes culpas se cometen con la lengua. Un alma no llegara a la santidad si no tiene cuidado con su lengua.
(39) + Resumen del Catecismo de los votos religiosos [69].
P. ¿Qué es un voto?
R. El voto es una promesa hecha a Dios voluntariamente de realizar actos cada vez más perfectos.
P. ¿Obliga el voto en la materia prescrita por los mandamientos?
R. Si. Realizar un acto en la materia prescrita por los mandamientos tiene doble valor y dobles meritos, mientras que descuidarlo es un delito doble y una maldad, porque si se quebranta un voto, entonces al pecado contra el mandamiento se agrega el pecado de sacrilegio.
P. ¿Por que los votos religiosos tienen tan alto valor?
R. Porque constituyen el fundamento de la vida religiosa, aprobada por la Iglesia, en la que los miembros unidos en una Comunidad religiosa, se comprometen a tender incesantemente a la perfección por medio de los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, según la regla de la Congregación.
P. ¿Qué significa tender hacia la perfección?
R. Tender hacia la perfección significa que el estado religioso, por si solo, no exige la perfección ya adquirida, sino que obliga, bajo la pena de pecado, a un trabajo diario para alcanzarla. Por lo tanto, un religioso que no quiere perfeccionarse, descuida la principal obligación de su estado.
P. ¿Qué son los votos religiosos (solemnes)?
R. Los votos religiosos (solemnes) son tan absolutos que sólo el Santo Padre puede dispensar de ellos y solamente en casos excepcionales.
P. ¿Qué son los votos simples?
R. Son los votos menos absolutos, de los votos perpetuos y anuales que dispensa la Santa Sede.
(40) P. ¿Qué diferencia hay entre el voto y la virtud?
R. El voto abarca solamente lo que es mandado por la regla, bajo la pena de pecado, mientras que la virtud se eleva más alto y facilita cumplir el voto, y en caso contrario, al quebrantar el voto se falta a la virtud y la daña.
P. ¿A qué comprometen los votos religiosos?
R. Los votos religiosos obligan a pretender alcanzar las virtudes y a la sumisión total a los Superiores y a la regla, con lo cual el religioso entrega su persona a favor de la Congregación, renunciando a todos los derechos sobre ella y sobre sus actividades que dedica al servicio de Dios.
El voto de pobreza
El voto de pobreza es una renuncia voluntaria al derecho de propiedad o de su uso, para agradar a Dios.
P. ¿A qué objetos se refiere el voto de pobreza?
R. A todos los bienes y objetos pertenecientes a la Congregación. A lo que uno ha entregado, objetos o dinero, como han sido aceptados, ya no tiene derecho. Todas las limosnas o donaciones, que uno recibiría a titulo de agradecimiento u otro, pertenecen a la Congregación. Todo ingreso por trabajo o incluso rentas, no pueden ser usadas sin violar el voto.
P. ¿Cuándo se infringe o viola el voto según el séptimo mandamiento?
R. Se infringe cuando sin permiso se toma para si o para alguien una cosa perteneciente a la casa; cuando sin permiso se guarda alguna cosa con la finalidad de apropiarse de ella; cuando sin autorización se vende o cambia alguna cosa perteneciente a la Congregación; cuando se usa una cosa con otra finalidad a la encomendada por el Superior; cuando se da o se recibe de alguien cualquier cosa sin permiso; cuando se destruye o estropea algo por negligencia; cuando al trasladarse de una casa a otra se lleva algo sin permiso. En caso de infringir el voto de pobreza el religioso (41) debe igualmente la restitución a la Congregación.
La virtud de la pobreza
Es una virtud evangélica que compromete al corazón a separarse de los bienes temporales a lo cual el religioso esta obligado estrictamente en virtud de su profesión.
P.?Cuando se peca contra la virtud de la pobreza?
R. Cuando se desean cosas contrarias a esta virtud: cuando se toma apego a alguna cosa, cuando usa cosas superfluas.
P. ¿Cuántos y cuáles son los grados de pobreza?
R. En la practica de la profesión hay cuatro grados de pobreza: no disponer de nada sin depender de los Superiores (estricta materia del voto); evitar la opulencia, conformarse con lo indispensable (constituye la virtud); tender de buena gana a las cosas mas míseras y esto con la satisfacción interior; como la celda, la ropa, la comida, etcétera; estar contento de la escasez.
El voto de castidad
P. ¿A qué obliga este voto?
R. A renunciar al matrimonio y a evitar todo lo que está prohibido por el sexto y el noveno mandamientos.
P. ¿La falta contra la virtud es una violación del voto?
R. Cualquier falta contra la virtud es a la vez una violación del voto, porque en esto no hay tal diferencia entre el voto y la virtud como en la pobreza y en la obediencia.
(42) P. ¿Todo pensamiento malo es pecado?
R. No todo pensamiento malo es pecado, pero llega a serlo solamente cuando a la reflexión de la mente se una la conformidad de la voluntad y el consentimiento.
P. ¿Además de los pecados contra la castidad hay algo mas que perjudica la virtud?
R. La virtud se ve perjudicada por la falta de control de los sentidos de la imaginación, y de los sentimientos, la familiaridad y las amistades sentimentales.
P. ¿Cuáles son los métodos para conservar la virtud?
R. Combatir las tentaciones interiores con la presencia de Dios y además luchar sin temor. En cuanto a las tentaciones exteriores, evitando las ocasiones. En total hay siete métodos principales. El primero, la guarda de los sentidos, y [luego] evitar las ocasiones, evitar el ocio, alejar prontamente las tentaciones, evitar cualquier amistad y especialmente las particulares, [cultivar] el espíritu de mortificación, revelar las tentaciones al confesor.
Además hay cinco medios para conservar la virtud: la humildad, el espíritu de oración, la observancia de la modestia, la fidelidad a la regla, una devoción sincera a la Santísima Virgen Maria.
El voto de la obediencia
El voto de la obediencia es superior a los dos primeros, ya que en realidad es el que constituye el holocausto, y es el más necesario porque forma y mantiene en vida toda la estructura religiosa.
P. ¿A qué obliga el voto de obediencia?
R. Con el voto de obediencia el religioso promete a Dios obedecer a sus legítimos superiores en todo lo que le manden en virtud de la regla. El voto de obediencia hace al religioso dependiente de su Superior en virtud de la regla durante toda su vida y en todos los asuntos. El religioso comete un pecado grave contra el voto cada vez que no obedece una orden recibida (43) en virtud de la obediencia o de la regla.
La virtud de la obediencia
La virtud de la obediencia va mas allá del voto, abarca la regla, los decretos, e incluso los consejos de los Superiores.
P. ¿es necesaria al religioso la virtud de la obediencia?
R. La virtud de la obediencia es tan necesaria al religioso que aunque obrase bien [pero] en contra de la obediencia, (sus actos) se convertirían en malos o sin merito.
P. ¿Se puede pecar gravemente contra la virtud de la obediencia?
R. Se peca gravemente si se desprecia la autoridad o la orden del Superior; si de la desobediencia resulta un daño espiritual o temporal para la Congregación.
P. ¿Qué faltas ponen en peligro el voto?
R. Los prejuicios y antipatías hacia el Superior, murmuraciones y críticas, la holgazanería y la negligencia.
Los grados de obediencia
Ejecución solicita y total. La obediencia de la voluntad, cuando la voluntad impulsa al intelecto a someterse a la opinión del Superior. San Ignacio da, además, tres métodos que facilitan [la obediencia]: siempre ver a Dios en el Superior, cualquiera que sea; justificar interiormente la orden o la opinión del Superior; aceptar cada orden como si fuera de Dios, sin discutir y sin reflexionar. El medio general – la humildad. No hay nada difícil para una persona humilde.
(44) Oh Señor mió, incendia mi amor hacia Ti, para que entre tormentas, sufrimientos y pruebas, no desfallezca mi espíritu. Tú ves que débil soy yo. El amor lo puede todo.
+ Un conocimiento más profundo de Dios y el terror del alma. Al principio Dios se hace conocer como santidad, justicia, bondad, es decir misericordia. El alma no conoce todo esto a la vez, sino singularmente en relámpagos, es decir en los acercamientos de Dios. Eso no dura mucho tiempo, porque no podría soportar esta luz. Durante la oración el alma recibe un relámpago de esta luz, que le imposibilita orar al alma como hasta entonces. Puede esforzarse cuanto quiera, y esforzarse a orar como antes, todo en vano, se hace absolutamente imposible continuar rezando como se rezaba antes de recibir esta luz. La luz que toco al alma, es viva en ella y nada la puede extinguir ni obscurecer. Este relámpago de conocimiento de Dios arrastra su alma e incendia el amor hacia Él. Pero a la vez este mismo relámpago permite al alma conocer lo que es y ella ve todo su interior en una luz superior y se levanta horrorizada y asustada. Sin embargo no permanece en aquel espanto, sino que empieza a purificarse y humillarse, postrarse ante el Señor, y estas luces se hacen más fuertes y más frecuentes; cuanto más cristalina se hace el alma, tanto mas penetrantes son estas luces. Sin embargo si el alma ha respondido fiel y resueltamente a estas primeras gracias, Dios la llena con sus consuelos y se entrega a ella de modo sensible. Entonces el alma entra casi en relación de intimidad con Dios y se alegra enormemente; piensa que ya ha alcanzado el grado designado de perfección, ya que los errores y los defectos están dormidos en ella y piensa que ya no los tiene. Nada le parece difícil, esta preparada para todo. Empieza a sumergirse en Dios y a disfrutar de las delicias de Dios. Es llevada por la gracia y no se da cuenta en absoluto de que puede llegar el momento de la prueba y de la lucha. Y en realidad este estado no dura mucho tiempo. Llegaran otros momentos, pero debo mencionar que el alma responde con mas fidelidad a la gracia de Dios si tiene un confesor experimentado a quien confía todo.
(45) + Pruebas enviadas por Dios a un alma particularmente amada. Tentaciones y oscuridades: Satanás.
El amor del alma no es todavía como Dios lo desea. De repente el alma pierde la presencia de Dios. Se manifiestan en ella distintas faltas y errores con los cuales tiene que llevar a cabo una lucha encarnizada. Todos los errores levantan la cabeza, pero su vigilancia es grande. En el lugar de la anterior presencia de Dios ha entrado la aspereza y la sequía espiritual, no encuentra satisfacción en los ejercicios espirituales, no puede rezar, ni como antes, ni como oraba ahora. Lucha por todas partes y no encuentra satisfacción. Dios se le ha escondido y ella no encuentra satisfacción en las criaturas, y ninguna criatura sabe consolarla. El alma desea a Dios apasionadamente, pero ve su propia miseria, empieza a sentir la justicia de Dios. Ve como si hubiera perdido todos los dones de Dios, su mente esta como nublada, la oscuridad envuelve toda su alma, empieza un tormento inconcebible. El alma ha intentado presentar su estado al confesor, pero no ha sido comprendida. Se hunde en una inquietud aun mayor. Satanás comienza su obra.
La fe queda expuesta al fuego, la lucha es dura, el alma hace esfuerzos, persevera junto a Dios con un acto de voluntad. Con el permiso de Dios, Satanás sigue mas adelante, la esperanza y el amor están puestos a prueba. Estas tentaciones son terribles, Dios sostiene al alma ocultamente. Ella no lo sabe, ya que de otra forma no podría resistir. Y Dios sabe lo que puede mandar al alma. El alma [es] tentada de incredulidad respecto a las verdades reveladas, a la falta de sinceridad frente al confesor. Satanás le dice: Mira, nadie te comprenderá ¿para que hablar de todo esto? En sus oídos suenan las palabras de las cueles ella queda aterrorizada y le parece que las pronuncia contra Dios. Ve lo que no le gustaría ver. Oye lo que no quiere oír, y es terrible no tener en tales momentos al confesor experto. Ella soporta solo todo el peso; pero dentro de lo que está en su poder, debe buscar a un confesor bien informado, porque puede quebrarse bajo este peso, y ocurre con frecuencia que esta al borde del abismo. (46) Todas estas pruebas son duras y difíciles. Dios no las da a un alma que anteriormente no haya sido admitida a una comunión mas profunda con Él, y no haya disfrutado de las dulzuras del Señor, y también Dios tiene en eso sus fines insondables para nosotros. Muchas veces Dios prepara de modo semejante al alma a los designios futuros y a grandes obras. Y quiere probarla como oro puro, pero éste no es todavía el fin de la prueba. Existe todavía la prueba de las pruebas, esto es [sentir] el rechazo total por parte de Dios.
+ La aprueba de las pruebas,
El abandono absoluto – la desesperación.
Cuando el alma sale victoriosa de las pruebas anteriores, aunque quizás tropezando, pero sigue luchando y con profunda humildad clama al Señor: Sálvame porque perezco. Y esta todavía en condiciones de luchar.
Ahora una terrible oscuridad envuelve al alma. El alma ve dentro de si solamente pecados. Lo que siente es terrible. Se ve completamente abandonada de Dios, siente como si fuera objeto de su odio y se encuentra al borde de la desesperación. Se defiende como puede, intenta despertar la confianza, pero la oración es para ella un tormento todavía mayor, le parece que empuja a Dios a una mayor ira. Esta colocada en un altísimo pico que se encuentra sobre un precipicio.
El alma anhela fervientemente a Dios, pero se siente rechazada. Todos los tormentos y suplicios del mundo son nada en comparación con la sensación en la que se encuentra sumergida, es decir, el rechazo por parte de Dios. Nadie la puede aliviar. Ve que se encuentra sola, no tiene a nadie en su defensa. Levanta los ojos al cielo, pero sabe que no es para ella, todo esta perdido para ella. De una oscuridad cae en una oscuridad aun mayor, le parece que ha perdido a Dios para siempre, a ese Dios que tanto amaba. Este pensamiento le produce un tormento indescriptible. Sin embargo no se conforma con eso, intenta mirar al cielo, pero en vano; eso le causa un tormento todavía mayor.
(47) Nadie puede iluminar tal alma si Dios quiere mantenerla en las tinieblas. Este rechazo por parte de Dios ella lo siente muy vivamente, de modo terrorífico. De su corazón brotan gemidos dolorosos, tan dolorosos que ningún sacerdote los puede comprender si no lo ha pasado el mismo. En esto el alma padece todavía sufrimientos por parte del espíritu maligno. Satanás se burla de ella: Ves, ¿seguirás siendo fiel? He aquí la recompensa, estas en nuestro poder. Pero Satanás tiene tanto poder sobre aquella alma cuanto Dios permite: Dios sabe cuánto podemos resistir. ¿Y qué has ganado por haberte mortificado? ¿Y qué has conseguido siendo fiel a la regla? ¿A qué todos estos esfuerzos? Estás rechazada por Dios. La palabra "rechazada" se convierte en fuego que penetra cada nervio hasta la medula de los huesos. Traspasa todo su ser por completo. Viene el momento supremo de la prueba. El alma ya no busca ayuda en ninguna parte, se encierra en si misma y pierde de vista todo y es como si aceptara este tormento de rechazo. Es un momento que no sé definir. Es la agonía del alma. Cuando ese momento empezó a acercarse a mí por primera vez, fui liberada de él en virtud de la santa obediencia. La Maestra de novicias al verme se asustó y me mandó a confesarme; pero el confesor no me entendió, no experimenté siquiera una sombra de alivia. Oh Jesús, danos sacerdotes con experiencia.
Cuando dije que experimentaba en mi alma tormentos del infierno, me contestó que él estaba tranquilo por mi alma, porque veía en mi alma una gran gracia de Dios. Sin embargo yo no comprendí nada de eso y ni un pequeño rayo de luz penetro en [mi] alma.
100 Ahora ya empiezo a sentir la falta de las fuerzas fisicas y ya no llego a cumplir las
Tareas. Ya no puedo ocultar los sufrimientos: aunque no digo ni una palabra de lo que sufro, no obstante el dolor que se refleja en mi rostro, me delata y la Superiora ha dicho que las hermanas vienen a ella y le dicen que cuando me ven en la capilla, sienten compasión por mi, tan espantoso es el aspecto que tengo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el alma no es capaz de ocultar este sufrimiento.
Jesus, solo Tu sabes como el alma gime en estos tormentos, sumergida en la oscuridad, y con todo eso tiene hambre y sed de Dios, como los labios quemados [tienen sed] del agua. Muere y aridece; muere de una muerte sin morir, es decir no puede morir. Sus esfuerzos son nada; esta bajo una mano poderosa. (48) Ahora su alma pasa bajo el poder del Justo. Cesan todas las tentaciones externas, calla todo lo que la rodea, como un moribundo, pierde la percepción de lo que tiene alrededor, toda su alma esta recogida bajo el poder del justo y tres veces santo Dios. Rechazada por la eternidad. Este es el momento supremo y solamente Dios puede someter un alma a tal prueba, porque sólo Él sabe que el alma es capaz de soportarla. Cuando el alma ha sido compenetrada totalmente por este fuego infernal, cae en la desesperación. Mi alma experimentó este momento cuando estaba sola en la celda. Cuando el alma comenzo a hundirse en la desesperación, senti que esstaba llegando mi agonia, entonces cogi un pequeño crucifijo y lo estreché fuertemente en la mano; senti que mi cuerpo iba a separarse del alma y aunque deseaba ir a las Superioras, no tenia ya las fuerzas fisicas, pronuncie las ultimas palabras, confio en Tu misericordia, y me parecio que había impulsado a Dios a una ira aun mayor, y me hundi en la desesperacin, y solamente de vez en cuando de mi alma irrumpia un gemido doloroso, un gemido sin consuelo. El alma en la agonia. Y me parecia que ya me quedaria en ese estado, porque no habria salido de él con mis propias fuerzas. Cada recuerdo de Dios es un mar indescriptible de tormentos, y sin embargo hay algo en el alma que anhela fervientemente a Dios, pero a ella le parece que es solamente para que sufra mas. El recuerdo del amor con el que Dios la rodeaba antes, es para ella un tormento nuevo. Su mirada la traspasa por completo y todo ha sido quemado por ella en su alma.
102 Despues de un largo momento, al entrar en la celda una de las hermanas me encontró casi muerta. Se asustó y fue a la Maestra que en virtud de la santa obediencia me ordenó levantarme del suelo y en seguida senti las fuerzas fisicas, y me levanté del suelo temblando toda. La Maestra se dio cuenta inmediatamente del estado de mi alma, me habló de la inconcebible misericordia de Dios y dijo: No se preocupe por nada, hermana, se lo ordeno en virtud de la santa obediencia. Y continuó: Ahora veo que Dios la llama a una gran santidad, el Señor la desea tener cerca de sí, permitiendo estas cosas, tan pronto. Sea fiel a Dios, hermana, porque esto es una señal de que la quiere tener en lo alto del cielo. Pero yo no entendí nada de estas palabras.
103 (49) Al entrar en la capilla, senti como si todo se hubiera alejado de mi alma; como si yo hubiera salido recientemente de la mano de Dios, senti que mi alma era intangible, que yo eera una niña pequeña. De repente vi interiormente al Señor quien me dijo: No tengas miedo, hija Mia, Yo estoy contigo. En aquel mismo momento desaparecieron todas las tinieblas y los tormentos, los sentidos [fueron] inundados de una alegría inconcebible, las facultades del alma coladas de luz.
104 Quiero decir también que, aunque mi alma ya estaba bajo los rayos de su amor, no obstante, las huellas del suplicio soportado quedaron en mi cuerpo dos días más. El rostro pálido como de una muerta y los ojos inyectados de sangre. Solo Jesús sabe lo que sufrí. Comparado con la realidad, es pálido lo que he escrito. No sé expresarlo, me parece que he vuelto del mas allá. Siento aversión a todo lo que esta creado. Me abrazo al Corazón de Dios, como el niño recién nacido al pecho de su madre. Miro todo con ojos distintos. Estoy consciente de lo que el Señor ha hecho en mi alma con una palabra; de esto vivo. El recuerdo del martirio sufrido me da escalofríos. No hubiera creído que es posible sufrir tanto si yo mismo no lo hubiera pasado. Es un sufrimiento totalmente espiritual.
105 Sin embargo, en todos estos sufrimientos y combates no abandoné la Santa Comunión. Cuando me pareció que no debía recibirla, entonces iba a ver a la Maestra y le decía que no podía ir a la Santa Comunión, que me parecía que no debía recibirla. Sin embargo ella no me permitía abandonar la Santa Comunión; y yo iba a recibirla, y me daba cuenta de que solo la obediencia me había salvado. La Maestra misma me dijo después que "estas experiencias habían pasado pronto solamente porque usted, hermana, fue obediente. [Fue por] el poder de la obediencia que usted pasó tan valientemente [la prueba]." Es verdad que el Señor mismo me liberó de este suplicio, pero la fidelidad a la obediencia le agradó.
Aunque estas cosas son espantosas, no obstante ningún alma debería asustarse demasiado, porque Dios nunca da por encima de lo que podemos soportar. Y por otra parte, quizás nunca nos dé a nosotros suplicios semejantes, y lo escribo porque si el
106 Señor quiere llevar un alma a través de (50) tales sufrimientos, que no tenga miedo, sino que sea fiel a Dios en todo lo que depende de ella. Dios no hará daño al alma, porque es el Amor Mismo y por este amor inconcebible la llamó a la existencia. Pero cuando yo me encontraba angustiada, no lo comprendía.
107 Oh Dios mío, he conocido que no soy de esta tierra, el Señor me lo ha inculcado en mi alma, [en] alto grado. Estoy presente más en el cielo que en la tierra, aunque no descuido en nada mis deberes.
108 En esos momentos no tenía al director espiritual y no conocía ninguna dirección. Rogaba al Señor, pero no me daba ningún director. Jesús Mismo es mi Maestro desde la niñez hasta ahora. Me ha conducido a través de todas las selvas y todos los peligros; veo claramente que solamente Dios pudo llevarme por un peligro tan grande sin ningún daño ni perjuicio y mi alma quedó intacta y vencía siempre todas las dificultades que eran inimaginables. Salía […] [70]. Sin embargo el Señor me dio el director, pero más tarde.
109 Después de esos sufrimientos el alma se encuentra en gran pureza de espíritu y en una gran cercanía con Dios, aunque tengo que decir que durante los tormentos espirituales, ella está cerca de Dios, pero está ciega. La mirada de su alma está envuelta en tinieblas y Dios está mas cerca de esta alma sufriente, pero todo el secreto está precisamente en que ella no lo sabe. No sólo afirma que dios la ha abandonado, sino que dice ser el objeto de su odio. ¡Qué enfermedad tan grave de la vista del alma que deslumbrada por la luz de Dios, afirma que Él está ausente, mientras es tan fuerte que la ciega!. Sin embargo, conocí después que Dios está más cerca de ella en aquellos momentos que en cualquier otra circunstancia, ya que con la ayuda normal de la gracia no podría superar las pruebas. La omnipotencia de Dios y una gracia extraordinaria operan aquí, porque al no ser así, sucumbiría bajo el primer golpe.
110 Oh Divino Maestro, esto [es] solamente Tú obra en mi alma. Tú, oh Señor, no temes poner al alma al borde de un abismo terrible, donde ella se asusta y tiene miedo y Tú vuelves a llamarla. Estos son Tus misterios inconcebibles.
111 (51) Cuando en estos tormentos del alma trataba de acusarme en la confesión de los detalles mas pequeños, aquel sacerdote se extrañó de que no cometía faltas mas graves y me dijo las siguientes palabras: Si en estos tormentos, hermana, usted es tan fiel a Dios, esto ya me da prueba de que Dios la sostiene con su gracia particular y si usted no lo entiende, no se preocupe. Es extraño, sin embargo, que en estas cosas los confesores no pudieran ni comprenderme, ni tranquilizarme, hasta el encuentro con el Padre Andrasz y luego con el Padre Sopocko.
112 + Algunas palabras sobre la confesión y los confesores. Recordaré solamente lo que experimenté y viví en mi propia alma. Hay tres cosas por las cuales el alma no saca provecho de la confesión en aquellos momentos excepcionales.
La primera es que el confesor conoce poco los caminos extraordinarios y muestra asombro si un alma le revela los grandes misterios que Dios realiza en el alma. Este asombro suyo pone en alarma a un alma sutil, y advierte que el confesor está indeciso en expresar su opinión; y si el alma nota esto, no se tranquiliza, sino que tiene aun mas dudas después de la confesión de cuantas tenia antes de ella, porque siente que el confesor la tranquiliza, [pero] él mismo no está seguro. O bien, lo que me ha ocurrido a mí, que el confesor, sin poder penetrar algunos misterios del alma, le rehúsa la confesión, muestra un cierto temor al acercarse esa alma a la rejilla. ¡Cómo puede un alma en tal estado, adquirir tranquilidad en el confesionario, visto que es tan sensible a cada palabra del confesor!. Según mi parecer, en estos momentos de visitas especiales de Dios en el alma, si [el sacerdote] no la entiende, debería referirla a un confesor con experiencia y conocimiento, o él mismo adquirir luces para dar al alma lo que ella necesita, y no rehusarle simplemente la confesión, porque de este modo la expone a un gran peligro y mas de un alma puede abandonar el camino, en el cual Dios quería tenerla de modo particular. Es una cosa de gran importancia, porque yo misma lo experimenté, [esto es] que ya empezaba a vacilar a pesar de estos singulares dones de Dios; aunque Dios Mismo me tranquilizaba, no obstante deseaba siempre tener el sello de la Iglesia.
(52) La segunda cosa es que el confesor no permite expresarse sinceramente, manifiesta la impaciencia. El alma entonces se calla y no dice todo y por lo tanto no saca provecho, cuando sucede que el confesor empieza a someter al alma a pruebas, y sin conocerla, en vez de ayudarle, le hace daño. Y eso porque ella sabe que el confesor no la conoce, dado que no le ha permitido revelarse completamente en cuanto a las gracias, ni tampoco en cuanto a la miseria. Pues la prueba no es apropiada. Tuve algunas pruebas de las cuales me reí. Expresaré mejor esto con las palabras de que el confesor es el médico del alma, y, ¿cómo el médico, sin conocer la enfermedad, puede dar una medicina apropiada? Nunca. Porque no tendrá ningún efecto deseado, o le recetará demasiado fuerte y agravará la enfermedad y a veces, Dios no lo quiera, puede provocar la muerte, porque [es] demasiado fuerte. Lo digo por experiencia, que en algunos casos fue Dios Mismo que me sostenía.
La tercera cosa es que, a veces el confesor da poca importancia a las cosas pequeñas. En la vida espiritual no hay nada pequeño. A veces, una cosa aparentemente pequeña descubre algo de gran importancia, y para el confesor es un haz de luz para conocer al alma. Muchos matices espirituales se esconden en cosas pequeñas.
No se levantará jamás un magnifico edificio si tiramos los ladrillos pequeños. De ciertas almas Dios exige una gran pureza, pues les envía un conocimiento mas profundo de la miseria. Iluminadas con la luz [que viene] de lo alto, conocen mejor lo que agrada a Dios y lo que no le agrada. El pecado es según el conocimiento y la luz del alma, lo mismo también las imperfecciones, aunque ella sabe que lo que se refiere estrictamente al sacramento es el pecado. Pero estas pequeñas cosas tienen una gran importancia en la aspiración hacia la santidad y el confesor no las puede menospreciar. La paciencia y la benevolencia del confesor abren el camino a los más profundos secretos del alma. El alma casi inconscientemente revela la profundidad abismal y se siente más fuerte y más resistente, ahora lucha con más valor, hace más esfuerzos, porque sabe que debe rendir cuenta de ello.
Recordaré una cosa más respecto al confesor. En ocasiones tiene que experimentar, tiene que poner a prueba, tiene que ejercitar, tiene que poner a prueba, tiene que ejercitar, tiene que conocer si está tratando con la paja o con el hierro, o con el oro puro. Cada una de estas tres almas necesita ejercitarse de un modo diferente. El confesor debe necesariamente formarse una opinión clara de cada una, para saber lo que puede soportar en determinados momentos, circunstancias y casos. En cuanto a mí, después de muchas experiencias, cuando me di cuenta de no ser comprendida, no revelaba mi alma y no turbaba mi tranquilidad. Pero esto sucedió solo, desde el momento en que todas estas gracias estaban bajo el juicio del confesor con discernimiento, instruido y con experiencia. Ahora se como comportarme en ciertos casos.
113 Y deseo nuevamente decir tres palabras al alma que desea decididamente tender hacia la santidad y obtener frutos, es decir, provechos de la confesión.
La primera, total sinceridad y apertura. El más santo y más sabio confesor no puede infundir por la fuerza en el alma lo que él desea si el alma no es sincera y abierta. El alma insincera, cerrada se expone a un gran peligro en la vida espiritual y el Señor Jesús Mismo no se ofrece a tal alma de modo superior, porque sabe que ella no sacaría ningún provecho de estas gracias particulares.
La segunda palabra, la humildad. El alma no saca el debido provecho del sacramento de la confesión si no es humilde. La soberbia mantiene al alma en la oscuridad. Ella no sabe y no quiere penetrar exactamente en lo profundo de su miseria, se enmascara y evita todo lo que la debería sanar.
La tercera palabra es la obediencia. El alma desobediente no conseguirá ninguna victoria, aunque el Señor Jesús Mismo la confiese directamente. El más experto confesor no ayudará nada a tal alma. El alma desobediente se expone a gran peligro y no progresará nada en la perfección y no se defenderá en la vida espiritual. Dios colma generosamente con gracias al alma, pero al alma obediente.
114 (54) + Oh, ¡qué gratos son los himnos que fluyen de un alma víctima! Todo el cielo queda admirado por tal alma, especialmente si es probada por Dios. [Ella] dirige hacia Él sus nostálgicos lamentos. Su belleza es grande, porque fluye de Dios. Camina por la selva de la vida herida por el amor divino. Toca la tierra con un solo pie.
115 + El alma, al salir de aquellos tormentos, es profundamente humilde. La pureza de su alma es grande. Sin reflexionar, en cierto modo, ella sabe mejor lo que conviene hacer en un momento determinado y lo que [conviene] abandonar. Siente el más delicado toque de la gracia y es muy fiel a Dios.
Ella reconoce a Dios desde lejos y goza de Dios incesantemente. En muy poco tiempo descubre a Dios en las almas de otras personas y en general en su alrededor. Al alma es purificada por Dios Mismo. Dios, como puro Espíritu, introduce al alma en la vida puramente espiritual. Dios Mismo primero preparó y purificó a esta alma, es decir la hizo capaz para una estrecha convivencia con Él. De modo espiritual ella esta en la comunión con el Señor en un descanso de amor. Habla con el Señor sin uso de los sentidos. Dios llena al alma con su luz. Su mente, iluminada, ve claramente y distingue los grados en esta vida espiritual. Ve como se unía a Dios de un modo imperfecto, cuando participaban los sentidos y la espiritualidad estaba unida a los sentidos, aunque de una manera ya superior y especial, no obstante imperfecta. Existe la unión con el Señor superior y más perfecta, es decir la intelectual. Aquí el alma se ve más protegida de las ilusiones, su espiritualidad es más profunda y más pura. En una vida donde intervienen los sentidos, uno está más expuesto a las ilusiones. Debería ser mayor la prudencia de ella misma [del alma] y de los confesores. Hay momentos, en los cuales Dios introduce al alma en el estado puramente espiritual. Los sentidos se apagan y están como muertos. El alma está unida a Dios de manera mas intima posible, está sumergida en la divinidad, su conocimiento es total y perfecto, no parcial, como antes, sino general y completo. Se deleita en ello. Pero quiero hablar todavía de los momentos de la prueba. En tales momentos es necesario que los confesores tengan paciencia con esa alma. Pero la mayor paciencia la debe tener el alma consigo misma.
116 (55) Oh Jesús mió, Tú sabes lo que experimenta mi alma al recordar aquellos tormentos. Más de una vez me he extrañado de que los Ángeles y los santos queden silenciosos cuando un alma soporta semejantes sufrimientos. Sin embargo ellos nos aman muy especialmente en tales momentos. Más de una vez mi alma gritó hacia Dios, como un niño pequeño grita con todas sus fuerzas cuando la madre tapa su rostro y él no la puede reconocer. Oh Jesús mío, por esas pruebas de amor, sea gloria y honor a Ti. Tu misericordia es grande e inconcebible. Oh Señor, todos Tus proyectos respecto a mi alma están llenos de Tu misericordia.
117 Recordaré aquí que los que conviven con tal persona no deben agregar sufrimientos exteriores, ya que de verdad cuando el alma tiene el cáliz lleno hasta el borde, a veces justamente esta gota que nosotros agregamos a su cáliz, será aquella que sobra y rebosara el cáliz de la amargura. ¿Y quien responde por aquella alma? Guardémonos de agregar sufrimientos a los demás, porque eso no agrada al Señor. Si las hermanas o las Superioras supieran o sospecharan que el alma dada está soportando esas pruebas y a pesar de eso, por su parte le agregaran sufrimientos, pecarían mortalmente y Dios Mismo pediría por esta alma. No hablo aquí de los casos que por [su] naturaleza son pecados, sino que hablo de algo que en otro momento sería pecado. Tengamos cuidado de tener a aquellas almas sobre nuestra conciencia. Es un gran defecto de la vida religiosa y de la vida en general que, al ver a un alma en sufrimiento, siempre se tiene ganas de agregarle aun más. No hablo de todos, pero sí existen. Nos permitimos hacer juicios de todo tipo y hablamos allí donde muchas veces no deberíamos repetirlo.
118 La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas grandes. Una religiosa que no es callada, nunca llegará a la santidad, es decir no será santa. No se haga ilusiones; a no ser que el Espíritu de Dios hable por ella, en tal caso no debe callar. Pero para poder oír la voz de Dios, hay que tener la serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma, es decir al recogimiento en Dios. Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio y, al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio. Oh, que daños irreparables causa no guardar (56) el silencio. Se hace muchos daños al prójimo, pero sobre todo a su propia alma.
119 Según mi opinión y mi experiencia, la regla del silencio debería estar en el primer lugar. Dios no se da a una alma parlanchina, que como un zángano en la colmena zumba mucho, pero no produce miel. El alma hablantina está vacía en su interior. No hay en ella ni virtudes fundamentales, ni intimidad con Dios. Ni hablar de una vida mas profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que mora Dios. El alma sin gustar la dulzura del silencio interior, es un espíritu inquieto y perturba este silencio en los demás. Vi a muchas almas en los abismos infernales por no haber observado el silencio. Ellas mismas me lo dijeron cuando las pregunté cuál había sido la causa de su ruina. Eran almas consagradas. Oh Dios mío, qué dolor al pensar que podrían estar no solamente en el paraíso, sino hasta ser santas. Oh Jesús, Misericordia, tiemblo al pensar que debo rendir cuenta de la lengua, en la lengua está la vida, pero también la muerte, a veces con la lengua matamos, cometemos un verdadero asesinato ¿Y podemos considerar esto como una cosa pequeña? De verdad, no entiendo estas conciencias. Conocí a una persona que, al enterarse por otra de cierta cosa que se decía de ella… se enfermó gravemente, perdió allí mucha sangre y muchas lágrimas y luego vino una triste consecuencia, no causada por la espada sino por la lengua. Oh mi Jesús
120 He pasado al tema del silencio, pero no quiero hablar de esto, sino de la vida del alma con Dios y de su respuesta a la gracia. Cuando el alma ha sido purificada y el Señor está en relación de intimidad con ella, ahora se concentra toda la fuerza del alma en tender hacia Dios. Pero ella de por sí no puede nada. Aquí solamente Dios arregla todo, el alma lo sabe y está consciente de ello. Ella vive todavía en el destierro y comprende bien que [puede] haber todavía días nublados y lluviosos, pero ella debe mirar todo esto con la actitud distinta a la mantenida hasta ahora. No se refugia en una paz engañosa, sino que se dispone a la lucha. Ella sabe que es de la estirpe guerrera. Ahora se da cuenta mejor de todo.
121 (57) + Una serie de gracias que Dios derrama sobre el alma después de aquellas pruebas de fuego. Goza de una estrecha unión con Dios. Tiene muchas visiones sensibles y espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales y a veces órdenes precisas; pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma. Tanto menos precisamente, porque Dios la visita con estas gracias, debido a que está expuesta a varios peligros y puede fácilmente caer en la ilusión. Debería pedir a Dios un guía espiritual, pero no solamente pedir un guía, sino que solicitar y buscar a un director que entienda las cosas como el caudillo que tiene que conocer los caminos por los cuales conduce a la batalla. A un alma que está unida a Dios, es necesario prepararla para grandes y encarnizados combates.
+ Después de estas purificaciones y pruebas, Dios trata con el alma de modo especial, pero el alma no siempre colabora con estas gracias. No porque ella misma de por si no quiera colaborar, sino que enfrenta tan grandes dificultades interiores y exteriores que, de verdad, hace falta un milagro para que esa alma se mantenga a estas alturas. Aquí necesita obligatoriamente al director. A menudo llenaban mi alma de dudas y algunas veces [mi alma] se asustaba de por sí, al pensar que después de todo yo era una ignorante, no entendía muchas cosas y menos todavía las cosas espirituales. No obstante, cuando las dudas aumentaban, buscaba luz en un confesor o en las Superioras. Pero no obtenía lo que deseaba.
122 Cuando me descubrí ante las Superioras, una de ellas [71] conoció mi alma y el camino por el cual Dios quería conducirme. Siguiendo sus indicaciones, empecé a avanzar rápidamente en el camino de la perfección. Sin embargo eso no duró mucho tiempo. Al descubrir mi alma mas a fondo, no recibí lo que deseaba y a la Superiora estas gracias le parecieron inverosímiles, así que ya no pude obtener nada de ella. Me decía que no era posible que Dios conviviera tan íntimamente con una criatura. Yo temo por usted, hermana, si acaso no sea alguna ilusión. (58) Tomé consejo de un sacerdote. Pero el confesor no me entendió y dijo: Es mejor que usted, hermana, hable de estas cosas con las Superioras. Y así andaba de las Superioras al confesor, del confesor a la Superioras, pero sin encontrar la paz. Estas gracias de Dios empezaron a ser para mí un gran sufrimiento. Más de una vez dije directamente al Señor: Jesús, tengo miedo de Ti, ¿no eres acaso algún fantasma? Jesús siempre me tranquilizaba, pero yo siempre desconfiaba. Una cosa extraña, cuanto mas yo desconfiaba, tanto Jesús me daba mas pruebas de que Él era el autor de estas cosas.
123 + Al darme cuenta de que no obtenía ninguna tranquilidad de las Superioras, decidí no hablar mas de esas cosas puramente interiores. Por fuera procuraba, como una buena religiosa, hablar de todo con las Superioras, pero de la necesidad del alma hablaría solamente en el confesionario. Por muchas y muy justas razones entendí que la mujer no es llamada para discernir tales misterios. Me expuse a muchos sufrimientos inútiles. Durante mucho tiempo fue considerada como poseída por el espíritu maligno y me miraban con lastima y la Superiora tomo precauciones respecto a mi. Llegaba a mis oídos que las hermanas me miraban como si yo fuera así. Y oscurecía el horizonte en alrededor. Empecé a evitar estas gracias de Dios, pero si ello no estaba en mi poder. De repente me invadió un recogimiento tan grande, que en contra de la voluntad me sumergí en dios y el Señor me tenía a su lado.
124 En los primeros momentos mi alma siempre esta un poco asustada, pero después una paz y una fuerza extrañas llenan mi alma.
125 + Hasta aquí se pudo soportar todo. Pero cuando el Señor me pidió que pintara esta imagen, entonces de verdad, empezaron a hablar y a mirarme como a una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aun más. Una de las hermanas vino para hablar conmigo en privado. Y se puso a compadecerme. Me dice: Oigo hablar que usted, hermana, es una exaltada, que tiene algunas visiones. Pobre hermana, defiéndase de ello. (59) Fue sincera aquella alma y lo que había oído me lo dijo con sinceridad. Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días. Solamente Dios sabe cuánto eso me atormentaba.
126 Sin embargo decidí soportar todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían. A algunas les irritaba mi silencio, especialmente a las más curiosas. Otras, las de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faustina estaría muy cerca de Dios, visto que tenia la fuerza de soportar tantos sufrimientos. Y veía delante de mi como dos grupos de jueces. Trate de conseguir el silencio interior y exterior. No decía nada referente a mi persona, aunque era interrogada por algunas hermanas directamente. Mi boca calló. Sufría como una paloma, sin quejarme. Sin embargo algunas hermanas encontraban casi un placer en inquietarme de cualquier modo. Les irritaba mi paciencia, sin embargo Dios me daba tanta fuerza interior, que lo soportaba con calma.
127 + Me di cuenta de que en aquellos momentos no tendría la ayuda de nadie y empecé a rezar, y a pedir al Señor un confesor. Anhelaba que algún confesor me dijera esta única palabra: Quédate tranquila, estas en un buen camino, o bien rechaza todo eso, porque no viene de Dios. Sin embargo no encontraba a un sacerdote tan decidido que me dijera estas palabras claras en nombre del Señor. Pues, continuaba en la incertidumbre. Oh Jesús, si es Tu voluntad que viva en tal incertidumbre, sea bendito Tu Nombre. Te ruego, Señor, Tú Mismo guía mi alma y quédate conmigo, porque sola soy nada.
128 Pues ya soy juzgada por todos lados, ya no queda nade de lo que hay en mi que se haya escapado al juicio de las hermanas; pero, en cierto sentido, ya se agoto todo y empezaron a dejarme en paz. Mi alma atormentada descansó un poco, pero conocí que en aquellas persecuciones el Señor estuvo muy cerca de mí. Eso duro un brevísimo instante. Estalló nuevamente una violente tempestad. Ahora las sospechas anteriores se hicieron seguras para ellas, y hay que escuchar nuevamente las mismas canciones. Así lo dispone el Señor. Pero lo extraño es que, incluso por fuera, empezaran para mi (60) distintas adversidades [72]. Esto provocó distintos sufrimientos, conocidos solamente por Dios. Sin embargo trataba como podía, hacer todo con la intención más pura posible. Veo que soy vigilada en todas partes como un ladrón: en la capilla, cuando hago mis deberes, en la celda [73]. Ahora sé que además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; de verdad, mas de una vez esta presencia humana me molestó mucho. Hubo momentos en que reflexionaba si desvestirme o no para lavarme. De verdad, mi pobre cama también fue controlada muchas veces. A veces me daba risa saber que no dejaban en paz ni siquiera la cama. Una hermana me dijo, ella misma, que cada noche me miraba en la celda, para ver como me comportaba en ella. Sin embargo los Superiores son siempre los Superiores. Y si bien me humillaban personalmente y mas de una vez me llenaron de dudas, no obstante siempre me permitieron lo que exigía el Señor, aunque no tal y como yo pedía, pero si de otro modo satisficieron las demandas del Señor y me permitieron esas penitencias y mortificaciones.
129 Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría. Me dijo: Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte. Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza. Al volver a la celda, me caí de cara al suelo delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una sola palabra. Y sin embargo ocultaba a los demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras. Satanás siempre aprovecha tales momentos, comenzaron a venirme los pensamientos de desánimo: He aquí tu premio por la fidelidad y la sinceridad. ¿Cómo ser sincera, si se es tan incomprendida? Oh Jesús, Jesús, ya no aguanto mas. Otra vez caí al suelo bajo aquel peso y comencé a sudar y el miedo empezó a dominarme. No tengo en quien apoyarme interiormente. De repente oí en mi alma la voz: No tengas miedo, Yo estoy contigo, y una luz extraña iluminó mi mente y comprendí que no debía someterme a tales tristezas y una fuerza me llenó, y salí de la celda con un nuevo ánimo para enfrentar los sufrimientos.
130 (61) Sin embargo empecé a descuidarme un poco [74]. No hacia caso a estas inspiraciones interiores, trataba de distraerme. Pero a pesar del ruido y de las distracciones, veía lo que pasaba en mi alma. La Palabra divina es muy elocuente y nada puede sofocarla. Empecé a evitar el encuentro del Señor en mi propia alma, porque no quería ser victima de la ilusión. Sin embargo el Señor en cierto modo me persiguió con sus done y, de verdad, experimentaba, por turno, sufrimientos y alegrías. No menciono aquí diferentes visiones y gracias que en aquel tiempo Dios me concedió, porque las tengo apuntadas en otro lugar [75], pero diré que aquellos distintos sufrimientos ya llegaron al colmo y me decidí acabar con estas dudas antes de los votos perpetuos. Durante todo el tiempo de la probación rogué por la luz de un sacerdote, a quien debía revelar mi alma hasta lo más profundo. Y rogué a Dios que Él mismo me ayudara en esto y me diera la gracia de contar las cosas mas secretas que había entre mi y el Señor, y que me predispusiera a que yo considerara cualquier cosa que aquel sacerdote decidiera como decidida por Jesús Mismo. No importa cual será el juicio sobre mi, yo deseo solamente la verdad y una respuesta decidida a ciertas preguntas. Me he encomendado a Dios completamente y mi alma desea la verdad. No puedo seguir viviendo en dudas; aunque en el alma tenia una certeza tan grande de que esas cosas procedían de Dios que ofrecería mi vida por ellas, sin embargo por encima de todo eso puse la opinión del confesor y decidí comportarme de acuerdo con lo que él consideraría justo y según sus indicaciones. Veo aquel momento [como] el que decidirá de cómo debo comportarme durante toda la vida. Sé que de él [aquel momento] dependerá todo. No tiene importancia si lo que me dirá será de acuerdo con mis inspiraciones o todo lo contrario, eso ya no me importa. Yo deseo conocer la verdad y seguirla.
131 Oh Jesús, Tú puedes ayudarme. Y a partir de aquel [momento] empecé. Escondo todas las gracias en el alma y espero a quien el Señor me mandará. Sin dudar en nada en mi corazon, rogue al Señor que Él Mismo se dignara ayudarme en estos momentos y el ánimo entró en mi alma.
132 (62) Debo mencionar todavía que hay algunos confesores que ayudan al alma y son, según puede parecer, Padres espirituales, pero hasta cuando todo va bien; y cuando el alma tiene mayores necesidades, entonces son indecisos y no pueden, o más bien no quieren entender al alma. Procuran liberarse de ella lo antes posible, pero si el alma es humilde siempre saca alguna pequeña ventaja. A veces, Dios Mismo envía un rayo de luz a lo profundo del alma, por su humildad y su fe. A veces, el confesor dice lo que no pensaba decir en absoluto y él mismo no se da cuenta de ello. Oh, que el alma crea que son las palabras del Señor Mismo; aunque tenemos que creer que cada palabra en el confesionario es de Dios, pero lo de he mencionado mas arriba, es algo que viene directamente de Dios. Y el alma siente que el sacerdote no depende de sí mismo sino que dice lo que no quisiera pronunciar. Pues, de este modo Dios recompensa la fe. Lo experimenté muchas veces en mi misma. Me sucedió una vez al confesarme con un cierto sacerdote, muy docto y muy estimado. Siempre me era severo y contrario en esas cosas, pero una vez me dijo: Debes saber, hermana, que si Dios quiere que hagas eso, pues no debes oponerte. A veces, Dios quiere ser alabado de este modo. Quédate tranquila, si Dios ha empezado, terminará, pero te digo: La fidelidad a Dios y la humildad, y una vez mas la humildad. Recuerda lo que te he dicho hoy. Me alegré y pensé que tal vez aquel sacerdote me hubiera entendido. Pero las circunstancias fueron tales que no me confesé nunca más con él.
133 + Una vez, me llamó una de las Madres de mayor edad y de un cielo sereno empezaron [a caer] truenos de fuego, de tal modo que ni siquiera sabia de que se trataba. Pero poco después entendí que se trataba de lo que no dependía de mí. Me dijo: Quítese de la cabeza, hermana, que el Señor Jesús trate con usted tan familiarmente, con una persona tan mísera, tan imperfecta. El Señor Jesús trata solamente con las almas santas, recuérdelo bien. Reconocí que tenia plenamente razón, porque yo soy miserable, sin embargo confió en la misericordia de Dios. Cuando me encontré con el Señor, me humillé y dije: Jesús, según dicen, ¿Tú no tratas con las personas miserables? Quédate tranquila, hija Mía, precisamente a través de tal miseria quiero mostrar el poder de Mi misericordia. Entendí que la Madre quiso solamente humillarme.
134 (63) + Oh Jesús mío, me has sometido a muchas pruebas en mi corta vida, entendí muchas cosas, incluidas tales que estoy sorprendida. Oh, que bueno es someterse en todo a Dios y permitir a Dios obrar en el alma con toda la plenitud.
En la tercera probación el Señor me dio a entender que me ofreciera a Él para que pudiera hacer conmigo lo que le agradaba. Debo estar siempre delante de Él como victima. En un primer momento me asuste, sintiéndome infinitamente miserable y conociéndome bien, contesté al Señor una vez más: Soy la miseria misma, ¿Cómo puedo ser rehén? Hoy no lo entiendes. Mañana te lo daré a conocer durante la adoración. El corazón y el alma me temblaban. Estas palabras se imprimieron tan profundamente en mi alma. La Palabra de Dios es viva. Cuando vine a la adoración, sentí en el alma que entre en el tempo de Dios viviente, cuya Majestad es grande e inconcebible. Y el Señor me dio a conocer lo que son frente a Él incluso los espíritus más puros. Aunque por fuera no veía nada, la presencia de Dios me envolvió por completo. En aquel momento mi mente fue iluminada de modo singular. Delante de los ojos de mi alma pasó una visión, como aquella que el Señor Jesús tuvo en el Huerto de los Olivos. Primero los sufrimientos físicos y todas las circunstancias que los aumentan; los sufrimientos espirituales en toda su extensión y los de los cuales nadie sabrá. En aquella visión entra todo: sospechas injustas, pérdida del propio buen nombre. He descrito eso de modo resumido, pero el conocimiento de eso fue tan claro que lo que viví después no difería en nada de lo que conocí en aquel momento. Mi nombre debe ser "victima". Cuando la visión terminó, un sudor frió fluyó por mi frente.
Jesús me dio a conocer que aunque no lo aceptara, no obstante podría salvarme y Él no disminuiría las gracias que me había concedido y seguiría en la misma intimidad conmigo, esto es que aunque no aceptara este sacrificio, la generosidad de Dios no disminuiría. Y el Señor me dio a conocer que todo el misterio dependía de mí, de mi consentimiento voluntario a ese sacrificio con toda la conciencia de mi mente. En este acto voluntario y consciente está todo el poder y valor delante de su Majestad. Aunque no me sucediera nada de aquello a lo que me había ofrecido, delante del Señor es como si ya todo (64) hubiera sucedido. En aquel momento entendí que entraba en unión con la Majestad inconcebible. Sentí que Dios esperaba mi palabra, mi consentimiento. De repente mi alma se sumergió en el Señor y dije: Haz conmigo lo que Te agrade, me someto a Tu voluntad. Desde hoy Tu santa voluntad es mi alimento. Seré fiel a Tus demandas, con la ayuda de Tu gracia. Haz conmigo lo que Te agrade. Te suplico, Señor, quédate conmigo en cada momento de mi vida.
Súbitamente, cuando acepté este sacrificio con la voluntad y el corazón, la presencia de Dios me traspaso totalmente. Mi alma fue sumergida en Dios e inundada de una felicidad tan grande que no alcanzo a describirla ni siquiera parcialmente. Sentía que su Majestad me envolvía. Fui fusionada con dios de modo singular. Vi una gran complacencia de Dios hacia mí e igualmente mi espíritu se sumergió en Él. Consciente de haberme unido con Dios, siento que soy amada de modo particular, y recíprocamente, amo con toda la fuerza de mi alma. Un gran misterio se produjo durante aquella adoración, un misterio entre yo y el Señor; y me parecía que iba a morir de amor bajo su mirada. Aunque hablé mucho con el Señor pero sin una palabra. Y el Señor dijo: Eres un deleite para Mi Corazón, desde hoy cada acción tuya, la más pequeña, encuentra la complacencia en Mis ojos, cualquier cosa que hagas. En aquel momento me sentí reconsagrada. La envoltura del cuerpo es la misma, pero el alma es otra, en ella mora Dios con toda su predilección. No un sentimiento, sino una realidad consciente a la que nada me puede ofuscar. Un gran misterio se entrelazó entre Dios y yo. El ánimo y la fuerza quedaron en mi alma. Al salir de la adoración, con serenidad miré a los ojos de todo lo que antes tanto temía.
Cuando salí al pasillo, en seguida tuve un gran sufrimiento y humillación por parte de cierta persona. Lo acepté sometiéndome a la voluntad superior y me estreché profundamente al Sacratísimo Corazón de Jesús, el Señor, dando a conocer que estaba dispuesto a aquello a lo que me había ofrecido. El sufrimiento broto como de debajo de la tierra, la misma Madre Margarita se extrañó. A las otras se les perdonan muchas cosas, porque de verdad, no vale la pena hacerles caso, pero a mi no se me perdona nada, cada palabra es analizada, cada paso controlado. Una de las hermanas me dijo: Prepárese (65), hermana, a aceptar una pequeña cruz que la espera de parte de la Madre Superiora, ¡cuánto lo siento por usted! Y yo en mi alma estoy contenta de eso y desde hace mucho tiempo estoy preparada para ello. Al ver mi valor, se sorprendió. Ahora veo que el alma de por sí no puede mucho, pero con Dios puede todo. He aquí lo que puede la gracia de dios. Son pocas las almas que siempre están atentas a la inspiración de Dios, pero aun menos numerosas son las almas que siguen fielmente la inspiración de Dios.
Sin embargo, el alma fiel a Dios no puede confirmar por sí sola sus inspiraciones, tiene que someterlas al control de un sacerdote muy culto y experimentado, y hasta no tener certeza, debe mantener una actitud de incredulidad. Que no se fíe por sí sola de estas inspiraciones y de todas las gracias superiores, porque puede exponerse a muchos daños.
Aunque el alma distingue en seguida las inspiraciones falsas de las que proceden de Dios, no obstante debe ser prudente, porque hay muchas cosas dudosas. A dios le gusta y se alegra cuando el alma no se fía de Él Mismo por Él Mismo; porque lo ama, es prudente y pregunta y obra en ella es verdaderamente Dios. Y al asegurarse por un confesor instruido, esté tranquila y se entregue a Dios según sus indicaciones, es decir según las indicaciones del confesor.
El amor puro es capaz de grandes empresas y no lo destruyen ni las dificultades ni las contrariedades, si el amor [es] fuerte [a pesar] de grandes dificultades, también es perseverante en la vida cotidiana, gris, monótona. Sabe que para agradar a Dios, una cosa es necesaria, es decir hacer las cosas mas pequeñas con gran amor, amor y siempre amor.
El amor puro no se equivoca, tiene singularmente mucha luz y no hará nada que no agrade a Dios. Es ingenioso en hacer lo que es más agradable a Dios y no hay nadie que lo iguale; es feliz cuando puede anonadarse y arder como un sacrificio puro. Cuanto más se entrega, tanto mas es feliz. Además, nadie sabe presentir los peligros desde tan lejos como él; sabe quitar la máscara y sabe con quién trata.
(66) + Pero mis tormentos están llegando a su fin. El Señor me da la ayuda prometida, la veo en dos sacerdotes es decir en los Padres Andrasz y Sopocko. Durante los ejercicios espirituales antes de los votos perpetuos [76], por primera vez fui tranquilizada profundamente [77] y después fui guiada en la misma dirección por el Padre Sopocko. En esto se cumplió la promesa del Señor.
Cuando fui tranquilizada e instruida sobre cómo avanzar por estos caminos de Dios, mi espíritu se regocijó en el Señor y me parecía que no caminaba, sino que corría; me fueron desatadas las alas para el vuelo y empecé a volar hacia el ardor mismo del sol y no bajaré hasta descansar en Aquel, en el cual mi alma se sumergió para la eternidad. Y me entregué completamente a la influencia de la gracia. Son grandiosos los descensos divinos hacia mi alma. No me retiro, ni me excuso, sino que me ahogo en Él, como en mi único tesoro. Soy una sola cosa con el Señor, en cierto modo desaparece el abismo entre nosotros, el Creador y la criatura. Durante unos días mi alma estaba en casi continuo éxtasis. La presencia de Dios no me abandonaba ni por un momento. Y mi alma permanecía en una continua unión amorosa con el Señor. Sin embargo eso no me impedía cumplir mis deberes. Sentía que era transformada en el amor, ardía toda, pero sin [daño]. Me sumergía continuamente en Dios, Dios me atraía hacia Sí con tanta fuerza y fortaleza, que en algunos momentos no me daba cuenta de estar en la tierra. Durante mucho tiempo había reprimido la gracia de Dios y la había temido, ahora Dios Mismo, por medio del Padre Andrasz eliminó todas las dificultades. Mi espíritu fue dirigido hacia el sol y floreció en sus rayos para Él Mismo, ya no entien [aquí interrumpe y en un párrafo nuevo empieza una idea nueva].
+ Malgasté muchas gracias de Dios, porque siempre tenia miedo de la ilusion. Y aunque Dios me atraia a Sí con tanta fuerza que a menudo no estaba en condiciones de oponerme a su gracia, cuando de repente era sumergida en Él y en aquellos momentos Jesús me llenaba tanto con su paz que después, aunque quisiera inquietarme, no podria. Entonces oí en mi alma estas palabras: Para que estés tranquila de que soy Yo el autor de todas estas demandas [hechas] a ti te daré una tranquilidad tan profunda, (67) que aunque quisieras inquietarte y asustarte, hoy no estaría en tu poder, pero el amor inundará tu alma hasta hacerte olvidar de ti misma.
Mas tarde Jesús me dio otro sacerdote [78], delante del cual me ordenó descubrir mi alma. En el primer momento lo hice con cierta vacilación, pero una severa amonestación de Jesús dijo a mi alma una profunda humildad. Bajo su direccion mi alma avanzo rapidamente en el amor de Dios y muchas exigencias del Señor fueron cumplidas en la práctica [79]. Muchas veces su ánimo y la profundidad de su humildad me hicieron reflexionar.
Oh, qué mísera es mi alma que malgastó tantas gracias. Me escapaba de Dios, y Él me perseguia con sus gracias. Muchas veces recibia las gracias de Dios cuando menos las esperaba. Desde el momento en que el Señor me dio un director espiritual, soy mas fiel a la gracia. Gracias al director y su vigilancia sobre mi alma entendi lo que es la direccion espiritual y cómo la ve Jesús. Jesús me amonestaba por el menor descuido y acentuaba que los asusntos que yo confiaba al confesor, Él Mismo los juzgaba, y cualquier desobediencia frente a él, Me alcanza a Mi. Cuando, bajo su direccion, mi alma empezo a gozar del profundo recogimiento y paz, a menudo oia en el alma estas palabras: Fortalécete para la lucha, a veces repetidas mas de una vez.
+ Muchas veces Jesús me da a conocer lo que no le agrada en mi alma, y mas de una vez me amonestó por cosas que parecian insignificantes, pero que en realidad tenian gran importancia, me amonestaba y adiestraba como un Maestro. Durante muchos años me educó Él Mismo, hasta el momento en que me dio un director espiritual. Antes Él Mismo me daba a conocer lo que no entendia, y ahora me hace preguntar [por] todo al confesor y a menudo me dice asi: Y Yo te contestaré por su boca, quédate tranquila. (68) No me ha sucedido todavía recibir una respuesta contraria a lo que exigia el Señor y que yo presenté al director espiritual [80]. A veces ocurre que Jesús me recomienda algunas cosas, de las cuales nadie tiene conocimiento y cuando me acerco a la rejilla, lo mismo me recomienda el confesor, pero eso no es frecuente.
+ Cuando el alma recibió mucha luz y muchas inspiraciones durante largo tiempo y cuando los confesores le confirmaron la tranquilidad y la procedencia de ellas [las inspiraciones], si su amor es grande, ahora Jesús le da a conocer que es el tiempo para poner en practica lo que recibió. El alma conoce que el Señor cuenta con ella y este conocimiento le da mas fuerza, ella sabe que, para ser fiel, tendra que exponerse a distintas dificultades mas de una vez, pero ella confia en Dios y gracias a esta confianza llega alli a donde Dios la llama. Las dificultades no la espantan, son para ella como el pan de cada día no la espantan nada, ni asustan, como al soldado que continuamente esta en el combate, no le espanta el tronar de los cañones. [Está] lejos de asustarse, pero aguza los oidos, de qué lado ataca el enemigo, para vencerlo. No hace nada ciegamente, sino que examina, reflexiona profundamente y sin contar consigo, reza ardientemente y pide consejo de oficiales expertos y con discernimiento; y comportándose asi, gana casi siempre.
Hay ataques, cuando el alma no tiene tiempo de reflexionar, ni de pedir consejo, ni de nada; entonces se debe luchar por la vida o por la muerte; a veces es bueno recurrir a la herida del Corazon de Jesús, sin contestar una sola palabra y por ese [acto] mismo el enemigo está derrotado.
Durante el tiempo de la paz el alma hace esfuerzos al igual que en el tiempo de la lucha. Tiene que ejercitarse mucho, porque de lo contrario ni hablar de la victoria. El tiempo de la paz lo considero como el tiempo de preparación para la victoria. Tiene que vigilar continuamente, vigilancia y, una vez mas, vigilancia. El alma que reflexiona recibe mucha luz. El alma disipada se expone a si misma a la caída y que no se sorprenda si cae. Oh Espíritu Divino, Guía del alma, es sabio aquel a quien Tú adiestras. Pero, para que el Espíritu Divino pueda obrar en el alma se necesita silencio y recogimiento.
(69) La oración. A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar. Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse. Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración.
Recuerdo que recibí luz en la mayor abundancia durante la adoración de media hora que hacia todos los días durante la Cuaresma, postrándome en cruz delante del Santísimo Sacramento. En aquel tiempo me conocí mas profundamente a mi y a Dios. Para hacer aquella oración encontré muchos obstáculos, a pesar de tener el permiso de las Superioras. El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores. Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: el respeto humano y la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración. Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes y si la recé, fue con gran dificultad, porque el pensamiento huía hacia los deberes. Me sucedió también esta dificultad que si el alma había rezado bien la oración y había salido de ella con un profundo recogimiento interior, otras personas perturbaban ese recogimiento. Así, pues, es necesaria la paciencia, para perseverar en la oración. Me sucedió mas de una vez que cuando mi alma estaba sumergida en Dios mas profundamente y sacaba mayor provecho de la oración, y la presencia de Dios la acompañaba durante el día, y en el trabajo había mas concentración y mas perfección, y mas empeño en el deber, no obstante me sucedía que justamente entonces recibía el mayor numero de reproches de ser negligente, indiferente a todo, porque las almas menos recogidas quieren que las demás se les parezcan, ya que constituyen para ellas un remordimiento continuo.
(70) + Un alma noble y delicada puede ser también la mas sencilla, pero de sentimientos delicados; tal alma en todo ve a Dios, lo encuentra en todas partes, sabe encontrar a Dios incluso en las cosas mas insignificantes. Para ella todo tiene algún significado, aprecia mucho todo, agradece a Dios por cada cosa, de cada cosa saca provecho para el alma y dirige a Dios toda alabanza. Confía en Él y no se impresiona cuando llega el momento de la prueba. Sabe que Dios siempre es el mejor Padre y da poca importancia a las consideraciones humas. Sigue fielmente el más pequeño soplo del Espíritu Santo, goza por este Huésped espiritual y se agarra a Él como un niño a la madre. Allí otras almas se detienen y asustan. Ella sigue adelante sin temor y sin dificultad.
Cuando el Señor Mismo quiere estar al lado de un alma y guiarla, aleja todo lo que es exterior. Cuando me enfermé y fui trasladada a la enfermería, tuve muchos disgustos por este motivo. Éramos dos las internadas en la enfermería. A Sor N. venían a visitarla otras hermanas, a mi nadie me visitó. Es verdad que la enfermería es una sola, pero cada una tiene su propia celda. Las noches de invierno eran largas, la Hermana N. tenía la luz, los auriculares de la radio y yo ni siquiera pude preparar las meditaciones por falta de luz.
Así pasaron casi dos semanas, una noche me quejaba al Señor de tener muchos tormentos, de no poder ni siquiera preparar las meditaciones por no tener luz y me dijo el Señor que vendría todas las noches y me dictaría los temas para la meditación del día siguiente. Los temas se referían siempre a su dolorosa Pasión. Me decía: Contempla Mi tormento delante de Pilato. Y así, punto por punto, durante toda la semana contemplé su dolorosa Pasión. Desde aquel momento una gran alegría entró en mi alma y ya no deseaba ni visitas, ni luz. Me bastaba Jesús por cada cosa. Las Superioras, cuidaban muchísimo a las enfermas, sin embargo, el Señor dispuso las cosas de tal manera que me sentí abandonada. Pero este mejor Maestro, para poder obrar directamente en el alma, apartará todo lo que es creado. Mas de una vez sufrí tantas y tan distintas persecuciones y tormentos, que la misma Madre M. [81] me dijo: En su camino, hermana, los sufrimientos brotan directamente de debajo de la tierra. Me dijo: Yo la miro, hermana, (71) como si estuviera crucificada, pero he observado que Jesús de algún modo entra en esto. Sea fiel al Señor, hermana.
+ Deseo anotar un sueño que tuve sobre Santa Teresa del Niño Jesús. Era todavía novicia y tenía ciertas dificultades que no lograba resolver. Eran dificultades interiores relacionadas con las dificultades exteriores. Hice muchas novenas a varios santos, sin embargo la situación se hacia cada vez mas pesada. Mis sufrimientos debito a esto eran tan grandes que ya no sabia como seguir viviendo; pero de repente me vino la idea de rogar a Santa Teresa del Niño Jesús. Empecé la novena a esta Santa, porque antes de entrar [en el convento] le tenia una gran devoción. Ahora la había descuidado un poco, pero en esta necesidad, empecé a rogar nuevamente con todo el fervor. El quinto día de la novena soñé con Santa Teresa, pero como si estuviera todavía en la tierra. Me encubrió a mí el conocimiento de que era santa y comenzó a consolarme, que no me entristeciera por ese asunto, sino que confiara más a Dios. Me dijo: Yo también sufrí muchísimo. Pero yo no estaba muy convencida de que ella hubiera sufrido mucho y le dije que me parecía que: Tú no sufriste nada. Pero Santa Teresa contestó, asegurándome que había sufrido mucho y me dijo: Sepa hermana, que dentro de tres días usted resolverá este asunto de la mejor manera. Como yo no estaba muy dispuesta a creerle, ella se me dio a conocer como santa. Entonces la alegría llenó mi alma y le dije: Tú eres santa. Y ella me contestó: Si, soy santa y tú ten confianza en que resolverás este asunto dentro de tres días. Y le dije: Santa Teresita, dime si estaré en el cielo. Me contestó: Estarás en el cielo, hermana. ¿y seré santa? Me contestó: Serás tan santa como yo, pero tienes que confiar en el Señor Jesús. Y le pregunté si [mi] padre y [mi] madre estarían en el cielo, si (72) [la frase sin terminar] me contestó: Estarán. Y pregunté todavía: Y mis hermanas y hermanos, ¿estarán en el cielo? Me contesto que rogara por ellos mucho, sin darme una respuesta clara. Entendí que necesitaban muchas oraciones.
Fue un sueño y según dice el proverbio [polaco]: el sueño es una ilusión, mientras Dios es certeza, pero tal y como me había dicho, al tercer día resolví ese difícil problema con gran facilidad. Según me había dicho, se cumplió en todos los detalles lo referente al asunto. Fue un sueño, pero tuvo su significado.
+ Una vez, estaba en la cocina con la Hermana N. [82] y ella se enfadó un poco conmigo y como penitencia me ordenó sentarme en la mesa, mientras ella se puso a trabajar mucho, a arreglar, a fregar, y yo estaba sentada sobre la mesa. Otras hermanas venían y se sorprendían de que estaba sentada en la mesa, cada una dijo lo que quiso. Una, que yo era holgazana, otra que era extravagante. En aquel entonces, yo era postulante. Otras decían ¿Qué clase de hermana será ésta? Pero, yo no podía bajar, porque aquella hermana me ordenó, bajo obediencia [83], quedarme sentada hasta que me permitiera bajar. De verdad, solamente Dios sabe cuántos actos de mortificación hice entonces.
Pensaba que iba a quemarme por la vergüenza. Dios Mismo lo permitía a veces para mi formación interior, pero el Señor me recompensó por aquella humillación con un gran consuelo. Durante la bendición lo vi. bajo un aspecto de gran belleza. Jesús me miró amablemente y dijo: Hija Mía, no tengas miedo de los sufrimientos. Yo estoy contigo.
Una noche estaba yo de guardia [84] y sufría tanto en el alma por esta imagen que debía pintar, que ya no sabía qué hacer. Los continuos intentos de hacerme creer que era una ilusión y por otro lado, un sacerdote me dijo que quizás a través de esta imagen, Dios quisiera ser adorado, por eso de debía procurar pintarla. Pero mi alma estaba muy cansada. Al entrar en la pequeña capilla, acerqué mi cabeza al tabernáculo y llamé (73), y dije: Jesús, mira que grandes dificultades tengo por esta imagen, y oí una voz que salía del tabernáculo: Hija Mía, tus sufrimientos ya no durarán mucho tiempo.
Un día vi. dos caminos: un camino ancho, cubierto de arena y flores, lleno de alegría y de música y de otras diversiones. La gente iba por este camino bailando y divirtiéndose, llegaba al final sin advertir que ya era el final. Pero al final del camino había un espantoso precipicio, es decir el abismo infernal. Aquellas almas caían ciegamente en ese abismo; a medida que llegaban, caían. Y eran tan numerosas que fue imposible contarlas. Y vi. también como camino o mas bien un sendero, porque era estrecho y cubierto de espinas y de piedras, y las personas que por él caminaban [tenían] lagrimas en los ojos y sufrían distintos dolores. Algunas caían sobre las piedras, pero en seguida se levantaban y seguían andando. Y al final del camino había un esplendido jardín, lleno de todo tipo de felicidad y allí entraban todas aquellas almas. En seguida, desde el primer momento olvidaban sus sufrimientos.
154 Cuando era la adoración de las Hermanas de la Familia de Maria [85], al anochecer, con una de las hermanas fui a esa adoración. Cuando entre en la capilla, la presencia de dios envolvió mi alma en seguida. Oraba así como en ciertos momentos, sin decir una palabra. De repente vi. Al Señor que me dijo: Has de saber que si descuidas la cuestión de pintar esta imagen y de toda la obra de la misericordia, en el día del juicio responderás de un gran numero de almas. Después de estas palabras del Señor cierto temblor y un temor entraron en mi alma. No lograba tranquilizarme sola. Me sonaban estas palabras: Sí, el día del juicio divino deberé responder no solamente de mi misma, sino también de otras almas. Estas palabras se grabaron profundamente en mi corazón. Cuando volví a casa, entré en el pequeño Jesús [86], caí de cara al suelo delante del Santísimo sacramento y dije al Señor: Haré todo lo que este en mi poder, pero te ruego, quédate siempre conmigo y dame fortaleza para cumplir Tu santa voluntad, porque Tú puedes todo, y yo no puedo nada por mi misma.
(74) + Desde hace algún tiempo me sucede sentir en el alma cuando alguien reza por mi, lo siento inmediatamente en el alma; y en cambio cuando algún alma me pide la oración, aunque no me lo diga, yo lo siento igualmente en el alma. Lo siento como una inquietud, como si alguien me llamara; cuando rezo, obtengo la paz.
Una vez deseaba mucho acercarme a la Santa Comunión, pero tenia cierta duda y no me acerqué. Sufrí terriblemente a causa de ello. Me parecía que el corazón se me reventaría del dolor. Cuando me dedique a mis tareas, con el corazón lleno de amargura, de repente Jesús, se puso a mi lado y me dijo: Hija Mía, no dejes la Santa Comunión, a no ser que sepas bien de haber caído gravemente, fuera de esto no te detengan ningunas dudas en unirte a Mi en Mi misterio de amor. Tus pequeños defectos desaparecerán en Mi amor como una pajita arrojada a un gran fuego. Debes saber que Me entristeces mucho, cuando no Me recibes en la Santa Comunión.
+ Por la noche, al entrar en la pequeña capilla, oí en el alma estas palabras: Hija Mía, considera estas palabras: y sumido en la angustia, oraba mas tiempo. Cuando empecé a reflexionar mas profundamente sobre ellas, mucha luz me ilumino que de tal fatigosa oración depende a veces nuestra salvación.
+ Cuando fui a Kiekrz [87], para sustituir algún tiempo a una de las hermanas [88], una tarde atravesé la huerta y me detuve a la orilla del lago, y durante un largo momento me quedé pensando en aquel elemento de la naturaleza. De repente vi a mi lado al Señor Jesús que me dijo amablemente: Lo he creado todo para ti, esposa Mía, y has de saber que todas las bellezas son nada en comparación con lo que te he preparado en la eternidad. Mi alma fue inundada de un consuelo tan grande que me quedé allí hasta la noche y me pareció que estuve un breve instante. Aquel día lo tenia libre, destinado al retiro espiritual de un día [89], (75) pues tenia plena libertad para dedicarme a la oración. Oh, que infinitamente bueno es Dios, nos persigue con su bondad. Con mucha frecuencia el Señor me concede las mayores gracias cuando yo no las espero en absoluto.
+ Oh, Hostia Santa, Tú estás encerrada para mi
en un cáliz de oro,
para que en la grande selva del exilio
yo camine pura, inmaculada, intacta,
y que lo haga el poder de Tu amor.
Oh, Hostia Santa, habita en mi alma,
Purísimo Amor de mi corazón;
Que Tu luz disipe las tinieblas;
Tú no niegas la gracia a un corazón humilde.

Oh, Hostia Santa, Delicia del Paraíso,
Aunque ocultas Tu belleza
y Te presentas a mí en una miga de pan
la fuerte fe desgarra este velo.
160 + El día de la cruzada [90] – que es el quinto día de cada mes, cayó en el primer viernes.
Hoy es mi día para estar de guardia delante de Jesús. En este día mío, mi tarea es compensar al Señor por todos los insultos y faltas de respeto, rogar para que en este día no se cometa ningún sacrilegio. En aquel día mi espíritu estaba inflamado de un amor singular hacia la Eucaristía. Me parecía que estaba transformada en el ardor. Cuando, para tomar la Santa Comunión, me acerqué al sacerdote que me daba a Jesús, otra Hostia se pego a la manga y yo no sabia cual tomar. Cuando estaba deliberando así un momento, el sacerdote impaciente, hizo una señal con la mano para que la tomara. Cuando tomé la Hostia que me entregaba, la otra me cayó en las manos. El sacerdote fue al final del comulgatorio para distribuir la Santa Comunión y yo tuve al Señor Jesús en las manos durante todo ese tiempo. Cuando el sacerdote se acercó otra vez, le di la Hostia para que la pusiera en el cáliz, porque en el primer momento, al haber recibido a Jesús, no pude decir que la otra había caído solo después de haberla pasado. Cuando tenía la Hostia (76) en las manos, sentí tanta fortaleza del amor que durante el día entero no pude comer nada, ni recobrar el conocimiento. De la Hostia oí estas palabras: Deseaba descansar en tus manos, no solamente en tu corazón, y de repente en aquel momento vi. al Niño Jesús. Pero al acercarse el sacerdote, otra vez vi la Hostia.
161 Oh Maria, Virgen Inmaculada,
Puro cristal para mi corazón,
Tú eres mi fuerza, oh ancla poderosa,
Tú eres el escudo y la defensa para el corazón débil.
Oh Maria, Tú eres pura e incomparable,
Virgen y Madre a la vez
Tú eres bella como el sol, sin mancha alguna,
Nada se puede comparar con la imagen de Tu alma
Tu belleza encantó el ojo del tres veces Santo,
Y bajó del cielo, abandonando el trono de la sede eterna,
Y tomó el cuerpo y la sangre de Tu Corazón,
Durante nueve meses escondiéndose en el Corazón de la Virgen
Oh Madre, Virgen, nadie comprenderá,
Que el inmenso Dios se hace hombre,
Sólo por amor y por su insondable misericordia,
A través de Ti, oh Madre, viviremos con Él eternamente.
Oh Maria, Virgen Madre y Puerta Celestial,
A través de Ti nos ha llegado la salvación
Todas las gracias brotan para nosotros
a través de Tus manos
Y me santificara solamente un fiel seguimiento de Ti.
Oh Maria, Virgen, Azucena mas bella,
Tu corazón fue el primer tabernáculo para Jesús en la tierra,
Y por eso porque Tu humildad fue la más profunda,
Y por eso fuiste elevada por encima de los coros de los ángeles y de los santos.
Oh Maria, dulce Madre mía,
Te entrego el alma, el cuerpo y mi pobre corazón,
Sé [tú] la custodia de mi vida,
Y especialmente en la hora de la muerte,
En el último combate.
(77) JMJ. Jesús, en Ti confío. Año 1937, mes I, día 1
Anotación para el control interior del alma. Examen particular – unirme a Cristo misericordioso. Práctica: el silencio interior, estricta observancia del silencio.
La conciencia
Enero Dios y el alma, silencio.
Victorias - 41, caídas - 4.
Jaculatoria: Y Jesús callaba.
Febrero Dios y el alma, silencio.
Victorias - 36, caídas - 3
Jaculatoria: Jesús, en Ti confío.
Marzo Dios y el alma, silencio.
Victorias - 51, caídas - 2.
Jaculatoria: Jesús, incendia mi corazón con amor.
Abril Dios y el alma, silencio.
Victorias - 61, caídas - 4.
Jaculatoria: Con Dios lo puedo todo.
Mayo Dios y el alma, silencio.
Victorias - 92, caídas - 3.
Jaculatoria: En su Nombre está mi fuerza.
Junio Dios y el alma, silencio.
Victorias - 64, caídas - 1
Jaculatoria: Todo para Jesús.
Julio Dios y el alma, silencio.
Victorias - 62, caídas - 8
Jaculatoria: Jesús, descansa en mi corazón.
Agosto Dios y el alma, silencio.
Victorias - 88, caídas - 7
Jaculatoria: Jesús, Tú sabes ….

Septiembre Dios y el alma, silencio.
Victorias – 99, caídas 1
Jaculatoria: Jesús, escóndeme en Tu Corazón.
Octubre Dios y el alma, silencio.
Victorias – 41, caídas – 3
Jaculatoria: Maria, úneme a Jesús.
[Aquí viene otra anotación – retiro].
Noviembre Dios y el alma, silencio. Victorias, caídas.
Jaculatoria: Oh Jesús mío, misericordia.
Diciembre Dios y el alma, silencio. Victorias, caídas.
Jaculatoria: Te saludo, Hostia viviente.
163 (78) JMJ Año 1937

Ejercicio general
+ Cuantas veces respira mi pecho, cuantas veces late mi corazón, cuantas veces pulsa la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número de veces que deseo glorificar Tu misericordia, oh Santísima Trinidad.
+ Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerrare en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.
+ Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea. El segundo: la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración. Si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración. Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar.
Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo.
[En este lugar hay cuatro páginas en blanco].
164 (83) + JMJ Varsovia, año 1933
La probación antes de los votos perpetuos [91]
Cuando supe que debía salir a la probación, la alegría latió en mi corazón frente a la gracia tan inconcebible, como lo es el voto perpetuo. Fui donde estaba el Santísimo Sacramento y cuando me sumergí en una oración de gracias, oí en el alma estas palabras: Niña Mía, tú eres Mi deleite, tú eres la frescura de Mi Corazón. Te concedo tantas gracias, cuantas puedes llevar. Siempre que quieras agradarme, habla al mundo de Mi gran e insondable misericordia.
165 Algunas semanas antes de que me anunciaran la probación, al haber entrado yo un momento en la capilla, Jesús me había dicho: En este momento las Superioras están anunciando cuales de las hermanas tendrán los votos perpetuos. No todas obtendrán esta gracia, pero son ellas mismas las que tienen la culpa. Quien no se beneficia de las gracias pequeñas – no recibirá las grandes. Pero a ti, niña Mía, esta gracia es concedida. Un asombro gozoso envolvió mi alma y eso porque unos días antes una de las hermanas me había dicho, usted hermana, no tendrá la tercera probación. Yo misma procurare que usted no sea admitida a los votos. No había contestado a aquella hermana, pero eso fue muy desagradable para mí, sin embargo traté de esconder mi dolor, cuanto pude.
Oh, Jesús, que admirable es Tu obrar. Ahora veo que los hombres por si solos pueden muy poco, porque tuve la probación tal y como me había dicho Jesús.
166 En la oración siempre encuentro luz y fortaleza del espíritu, aunque a veces hay momentos pesados y muy desagradables, hasta tal punto que a veces no se alcanza a comprender que tales cosas pueden suceder en un convento. Por razones misteriosas Dios lo permite a veces, pero eso sucede siempre para que en el alma destaque una virtud, o para que se forme. Para esto sirven los disgustos.
167 (84) Hoy [noviembre de 1932] llegué a Varsovia para la tercera probación. Tras un cordial saludo con las queridas Madres, entré un momento en la pequeña capilla. La presencia de Dios inundó mi alma y oí estas palabras: Hija Mía, deseo que tu corazón sea formado a semejanza de Mi Corazón misericordioso. Debes ser impregnada completamente de Mi misericordia.
La querida Madre Maestra [92] en seguida me preguntó si este año había hecho los ejercicios espirituales. Contesté que no. "Pues, primero, tiene que hacer usted por lo menos tres días de ejercicios espirituales."
Gracias a Dios, en Walendów [93] había ejercicios espirituales de ocho días, así que pude aprovecharlos. Sin embargo empezaron las dificultades cuando se trató de ir a esos ejercicios. Cierta persona estaba muy en contra, y yo ya no iba a partir. Después de comer fui a una adoración de cinco minutos. Entonces vi. a Jesús que me dijo: Hija Mía, te estoy preparando muchas gracias que recibirás durante los ejercicios espirituales, que empezarás mañana. Contesté: Jesús, los ejercicios han empezado ya, y yo no voy a ir. Y me dijo: Tú, prepárate, porque mañana empezarás los ejercicios espirituales y tu salida, Yo la arreglaré con tus Superioras. Y Jesús desapareció repentinamente. Me puse a pensar en cómo sucedería eso. Pero en un solo instante dejé de pensarlo, dedicando ese momento a la oración, pidiendo al Espíritu Santo que me diera la luz para conocer toda la miseria que soy. Y después de un instante Salí de la capilla a mis deberes. Poco después la Madre General [94] me llama y me dice: Hermana, hoy mismo usted irá a Walendów con la Madre Valeria, para que ya desde mañana pueda empezar los ejercicios espirituales. Afortunadamente está [aquí] la Madre Valeria, entonces irán juntas. No habían pasado dos horas y ya estaba en Walendów. Me ensimismé un momento y entendí que solamente Jesús pudo solucionar las cosas de esta manera.
(85) Cuando me vio aquella persona que se oponía intensamente a que yo hiciera los ejercicios espirituales, mostró su sorpresa y su descontento. Sin embargo yo, sin reparar en nada, la saludé cordialmente y fui a hacer una visita al Señor, para pedir instrucciones cómo comportarme durante los ejercicios espirituales.
Mi conversación con el Señor Jesús antes de empezar los ejercicios espirituales. Jesús me dijo que esos ejercicios serian un poco diferente de los otros. Al tratar Conmigo procurarás alcanzar una profunda calma. Eliminaré todas las incertidumbres al respecto. Yo sé que ahora estás tranquila, mientras te estoy hablando; pero en cuanto deje de hablar, empezarás a buscar dudas, pero has de saber que fortaleceré tu alma hasta tal punto que aunque quisieras inquietarte no estaría en tu poder. Y como prueba de que soy Yo quien te habla, el segundo día de los ejercicios espirituales irás a confesarte con el sacerdote que dirige los ejercicios. Irás a él en cuanto termine la meditación y preséntale los temores que tienes respecto a Mi, y Yo te contestaré por su boca y entonces terminarán tus dudas. Durante esos ejercicios espirituales observa un silencio tan riguroso como si en tu alrededor no existiera nada. Hablarás solamente Conmigo y con el confesor, a las Superioras les pedirás solamente penitencias. Me alegré muchísimo de que el Señor Jesús me hubiera mostrado tanta benevolencia y de que se hubiera humillado hacia mí.
Primer día de los ejercicios espirituales. Por la mañana procuré ser la primera en llegar a la capilla, antes de la meditación tuve todavía un momento para la oración al Espíritu Santo y a la Santísima Madre. Pedí ardientemente a la Virgen que me obtuviera la gracia de ser fiel a esas inspiraciones interiores y que yo cumpliera fielmente toda la voluntad de Dios. Inicié esos ejercicios con un ánimo muy especial.
171 (86) Lucha por mantener el silencio. Como sucede normalmente, a los ejercicios espirituales vienen hermanas de varias casas. Una de las hermanas que yo no había visto desde hacia mucho tiempo, vino a mi celda y dijo que tenia algo que decirme. No le contesté nada y ella se dio cuenta de que yo no quería romper el silencio. Me contestó: No sabia, hermana, que usted fuera tan rara, y se fue. Entendí que esa persona no tenia otro interés hacia mi que el de satisfacer su curioso amor propio. Oh Dios mantenme en la fidelidad.
172 El Padre [95] que dirigía los ejercicios espirituales, era de América. Vino a Polonia por poco tiempo y coincidió que nos predicara los ejercicios a nosotras. En ese hombre se reflejaba una profunda vida interior. Su aspecto revelaba la grandeza del espíritu; la mortificación y el recogimiento caracterizaban a aquel sacerdote. Sin embargo, a pesar de las grandes virtudes que aquel sacerdote poseía, experimenté enormes dificultades para revelarle mi alma en cuanto a las gracias, porque en cuanto a los pecados es siempre fácil, pero en lo que se refiere a las gracias, de verdad tengo que imponerme un gran esfuerzo y aun con esto no digo todo.
Tentaciones de Satanás durante las meditaciones. Me invadió extrañamente el temor de que el sacerdote no me entendiera o no tuviera tiempo para que pudiera exponerle todo. ¿Cómo le hablaré de todo esto? Si fuese el Padre Bukowski, me resultaría más fácil, pero a este jesuita lo veo por primera vez. En ese momento me vino a la mente el consejo del Padre Bukowski [96], quien me había dicho que cuando hiciera los ejercicios espirituales, debería tomar nota, aunque brevemente, de la luz que Dios me mandaría y por lo menos de eso darle cuenta, aunque brevemente. Oh Dios mío, un día y medio me ha pasado tan fácilmente: ahora esta empezando la lucha de vida o muerte. Dentro de media hora debe haber la meditación y después tengo que ir a confesarme. Satanás me hace creer que si las Superioras dijeron que mi vida es una ilusión, ¿para qué preguntar todavía (87) y molestar al confesor? Después de todo, la M. X [97] te dijo que Jesús no tiene ese tipo de relaciones con almas tan miserables; lo mismo te dirá ese confesor. ¿A qué hablar de esto? Al fin y al cabo no son pecados, y la Madre X te dijo explícitamente que todos esos contactos con el Señor Jesús son un sueño, pura histeria, pues, ¿para qué hablar de eso a ese sacerdote? Vas a hacer mejor si lo rechazas todo como una ilusión. Mira, cuántas humillaciones sufriste y cuántas sufrirás todavía, además las hermanas saben que eres histérica. ¡Oh Jesús!, grité con toda la fuerza de mi alma. Justo en aquel momento el Padre salió para dar la conferencia. Habló brevemente, como si tuviera prisa. Terminada la conferencia se sentó en el confesionario. Miré alrededor, ninguna hermana se acercaba. Me levanté rápidamente de mi reclinatorio y en un momento estaba junto a la rejilla. No hubo tiempo para ninguna reflexión.


En vez de hablar al Padre de mis dudas que me fueron infundidas respecto a Jesús, comencé a relatarle todas las tentaciones que he descrito arriba. Sin embargo el confesor se dio cuenta en seguida de mi situación y dijo: Hermana, usted no confía en Jesús, porque se comporta con usted con tanta benevolencia. Pues, hermana, este completamente tranquila. Jesús es su Maestro y su comunión con Jesús no es ni una histeria, ni un sueño, ni una ilusión. Sepa hermana, que está en el buen camino. Trate de ser fiel a estas gracias y no debe evitarlas. No es nada necesario que usted hable de estas gracias interiores a las Superioras, si no fuera por una orden clara de Jesús, y antes consulte al confesor. Pero si Jesús pide alguna cosa que está al exterior, entonces, tras consultar al confesor, usted debe cumplir lo que el Señor pide, aunque eso la cueste muchísimo. Y por otra parte, usted, hermana tiene que hablar de todo con el confesor. No hay absolutamente otro camino para usted. Ore, hermana (88), para obtener un director espiritual, porque en el caso contrario, usted desperdiciará estos grandes dones de Dios. Le repito otra vez esté tranquila, usted está en el buen camino. Ignore todo y siempre sea fiel al Señor Jesús, sin reparar en lo que digan de usted, hermana. Precisamente con tales almas miserables el Señor Jesús trata de esta manera y cuánto mas usted se humille, tanto mas Jesús se unirá a usted.
Cuando me alejé de la rejilla, una alegría inconcebible inundó mi alma hasta tal punto que me retiré a un lugar apartado en el jardín, para esconderme de las hermanas y permitir al corazón desbordarse plenamente hacia Dios. La presencia de Dios me penetró por completo y en un solo momento toda mi nada se sumergió en Dios y en aquel momento sentí, es decir distinguí las Tres Personas Divinas que habitaban en mí, y la paz que tenia en el alma era tan grande que me asombraba yo misma, de cómo había sido posible estar intranquila.
+ Propósito: Fidelidad a las inspiraciones interiores, aunque eso me costara no sé cuánto. No hacer nada por mi misma sin consultar antes al confesor.
+Renovación de los votos. Desde la primera hora, cuando me desperté, en seguida mi alma se sumergió entera en Dios, en este océano de amor. Sentía que estaba toda sumergida entera en Él. Durante la Santa Misa mi amor hacia Él alcanzó una gran intensidad. Después de renovar los votos y de la Santa Comunión, de repente vi. al Señor Jesús que me dijo con benevolencia: Hija Mía, mira Mi Corazón misericordioso. Cuando me fijé en este Corazón Santísimo, salieron los mismos rayos que están en la imagen, como Sangre y Agua, y entendí lo grande que es la misericordia del Señor. Y Jesús volvió a decir muy amablemente: Hija Mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia Mía. Me queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las almas, [y] las almas no quieren creer en Mi bondad. De repente Jesús desapareció. Sin embargo, todo el día mi espíritu estuvo (89) sumergido en la sensible presencia de Dios, a pesar del ruido y de la conversación que suele haber después de los ejercicios espirituales. A mi eso no me molestó nada. Mi espíritu estaba en Dios, a pesar de que exteriormente yo tomaba parte en las conversaciones y hasta fui con una visita a Derdy [98].
Hoy empezamos la tercera probación [99]. Nos reunimos las tres junto a la M. Margarita, porque las demás hermanas tenían la tercera probación en el noviciado. La Madre Margarita empezó con una plegaria y una explicación sobre lo que consiste la tercera probación, y recordó lo grande que es la gracia de los votos perpetuos. De repente me vino un gran llanto. En un solo momento, delante de los ojos de mi alma aparecieron todas las gracias de Dios y me vi. tan miserable e ingrata frente a Dios. Las hermanas empezaron a reprenderme ¿por qué se puso a llorar tanto? Pero la Madre Maestra me defendió y dijo que eso no la asombraba.
Terminada la hora fui delante del Santísimo sacramento y como la miseria y la nada más
grandes, le suplique por su misericordia y que se dignara sanar y purificar mi pobre alma. De repente oí estas palabras: Hija Mía, todas tus miserias han sido quemadas en el fuego de Mi amor, como una pajita arrojada en unas llamas enormes. Y con esta humillación atraes a ti y a otras almas todo el mar de Mi misericordia. Y contesté: Jesús, forma mi pobre corazón según Tu divina complacencia.
Durante todo el periodo de la probación mi tarea fue la de ayudar a la hermana en el vestuario [100]. Esta tarea me dio muchas ocasiones para ejercitarme en las virtudes. Más de una vez, iba tres veces [seguidas] a llevar ropa interior a ciertas hermanas y no era suficiente para satisfacerlas. Pero conocí también grandes virtudes de algunas hermanas, que pedían siempre traerles (90) lo peor de todo el vestuario. Admiraba ese espíritu de humildad y de mortificación.
+ Durante el Adviento se despertó en mi alma un vivo deseo de Dios. Mi espíritu anhelaba a Dios con toda la fuerza de su ser. En aquel tiempo el Señor me dio mucha luz para que conociera sus atributos.
El primer atributo que el Señor me dio a conocer, fue su Santidad. Esta Santidad es tan grande que delante de Él tiemblan todas las Potencias y todas las Fuerzas. Los espíritus puros encubren sus rostros y se sumergen en adoración permanente, y la única expresión de su adoración sin límites es Santo… La Santidad de Dios es derramada sobre la Iglesia de Dios y sobre cada alma que vive en ella pero no en grado igual. Hay almas completamente divinizadas, pero hay también almas apenas vivas.
El segundo atributo que el Señor me dio a conocer, fue su Justicia. Su Justicia es tan grande y penetrante que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas y delante de Él todo se presenta en desnuda verdad, y nada podría continuar subsistiendo.
El tercer atributo fue el Amor y la Misericordia. Y entendí que el mayor atributo es el Amor y la Misericordia. El une la criatura al Creador. El amor más grande y el abismo de la misericordia los reconozco en la Encarnación del Verbo, en su redención, y de esto entendí que éste es el más grande atributo de Dios.
Hoy limpiaba la habitación de una de las hermanas. A pesar de que trataba de limpiarla con máximo esmero, ella me seguía diciendo durante todo el tiempo: Aquí hay polvo, allí una manchita en el suelo. A cada señal suya yo pasaba y repasaba lo mismo, hasta diez veces (91), para tenerla contenta. No es el trabajo que cansa sino la habladuría y las exigencias desmedidas. No la satisfizo mi martirio de un día entero, sino que fue a la Maestra para quejarse. Le digo, Madre, ¡qué hermana tan desatenta!, no sabe apresurase. Al día siguiente fui a hacer el mismo trabajo sin una palabra de explicación. Cuando volvió a molestarme, pensé: Jesús, es posible ser un mártir silencioso; las fuerzas disminuyen no por el trabajo, sino por este martirio.
Comprendí que algunas personas tienen un don especial de atormentar a los demás. Los ejercitan a más no poder. Pobre aquella alma que cae bajo su mano. No cuenta nada, las mejores cosas son juzgadas al revés.
+ Vigila de la Noche Buena
Hoy me uní estrechamente a la Santísima Virgen, viví sus momentos íntimos. Por la noche, antes de partir "oplatek"*, entré en la capilla, para intercambiarlo espiritualmente con las personas queridas y pedí a la Virgen las gracias para ellas. Mi espíritu estaba sumergido completamente en Dios. Durante la Santa Misa de Medianoche vi. al Niño Jesús en la Hostia; mi
Espíritu se sumergió en Él. Aunque era un Niñito, su Majestad penetró mi alma. Me impresionó profundamente este misterio, este gran humillarse de Dios, este inconcebible anonadamiento Suyo. Durante toda la fiesta de la Navidad lo tuve vivo en el alma. Oh, nosotros nunca comprenderemos este gran humillarse de Dios; cuanto mas lo medito [aquí la frase ha quedado interrumpida].
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* En Polonia antes de empezar la cena de la Nochebuena, todos los miembros de la familia y otras personas reunidas en torno a la mesa navideña, parten "oplatek" (leer – opuatek, que es un trozo de la hostia no consagrada) y se dan augurios para todo el año. Es una tradición muy antigua y muy difundida.
183 Una mañana, después de la Santa Comunión, oí esta voz: Deseo que Me acompañes cuando voy a los enfermos. Contesté que estaba de acuerdo, pero un momento después reflexioné: ¿Cómo voy a hacerlo? Dado que las hermanas del segundo coro [101] no acompañan al Santísimo Sacramento, siempre van las Hermanas Directoras. (92) Pensé que Jesús lo solucionaría. Pocos minutos después, la Madre Rafaela mandó llamarme y me dijo: Hermana, usted va a acompañar al Señor Jesús, cuando el sacerdote visite a los enfermos. Y durante todo el tiempo de la probación, siempre iba con luz, acompañando a Jesús y como un oficial de Jesús procuraba siempre ceñirme con un pequeño cinturón de hierro [102], porque no estaría bien acompañar al Rey vestida como de costumbre. Esa mortificación la ofrecía por los enfermos.
184 + La Hora Santa. Durante esta hora procuraba meditar la Pasión del Señor. No obstante mi alma fue inundada de gozo y de repente ví. al pequeño Niño Jesús. Y su Majestad me penetró y dije: Jesús, Tú eres tan pequeño, pero yo sé que Tú eres mi Creador y Señor. Y Jesús me contestó: Lo soy y trato contigo como un niño para enseñarte la humildad y la sencillez.
Todos los sufrimientos y las dificultades las ofrecía a Jesús como una ofrenda floral para el día de nuestros desposorios perpetuos. Nada me resultaba difícil al recordar que lo hacia por mi Esposo, como una prueba de mi amor hacia Él.

185 Mi silencio para Jesús. Procuraba mantener un gran silencio por Jesús. En medio del mayor
ruido, Jesús siempre encontraba silencio en mi corazón, aunque a veces eso me costó mucho. Pero por Jesús, ¿qué puede resultar grande por Aquel a quien amo con toda la fuerza de mi alma?
186 + Hoy, Jesús me dijo: Deseo que conozcas mas profundamente el amor que arde en Mi Corazón por las almas y tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión. Apela a Mi misericordia para los pecadores, deseo su (93) salvación. Cuando reces esta oración con corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la gracia de la conversión. Esta oración es la siguiente:
187 Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.
En los últimos días de carnaval, mientras celebraba la Hora Santa, vi. Al Señor Jesús sufriendo la flagelación. ¡Oh, que suplicio inimaginable! Cuán terriblemente sufrió Jesús durante la flagelación! Oh pobres pecadores, ¿cómo se encontrarán el día del juicio, con este Jesús a quien ahora están torturando tanto? Su Sangre fluyó sobre el suelo y en algunos puntos la carne empezó a separarse. Y vi. en la espalda algunos de sus huesos descarnados… Jesús emitía un gemido silencioso y un suspiro.
189 En cierta ocasión Jesús me dió a conocer lo mucho que le agrada el alma que observa fielmente la regla. El alma obtiene mayor recompensa por ser fiel a la regla que por las penitencias y por grandes mortificaciones. Pero si éstas son emprendidas fuera de la regla, aunque también reciben la recompensa, pero no superior a la de la regla.

190 Durante una adoración el Señor me pidió que me ofreciera a Él como victima por un sufrimiento que serviría de reparación en la causa de Dios y no solamente en general por los pecados del mundo, sino en particular por las faltas cometidas en esta casa. Dije en seguida que sí, que estaba dispuesta. No obstante, Jesús me dio a conocer lo que debía sufrir y en un solo momento se presentó y pasó delante de los ojos de mi alma todo el martirio. Primero, mis intenciones no serian reconocidas, varias sospechas y desconfianzas, toda clase de humillaciones y contrariedades, no las enumero todas. (94) Delante de los ojos de mi alma todo se presentó como una tempestad sombría, de la que un momento después iban a soltarse rayos, que estaban esperando solamente mi consentimiento. Mi alma quedó espantada durante un momento. De repente sonó la campanilla para el almuerzo. Salí de la capilla temblorosa e indecisa. Sin embargo aquel sacrificio estaba continuamente delante de mi, porque ni había decidido aceptarlo ni tampoco había dicho no al Señor. Quería someterme a su voluntad. Si Jesús Mismo me la asignaba, estaba preparada. Pero Jesús me dio a conocer que era yo quien debía aceptar voluntariamente y con pleno conocimiento, porque si no, no tendría ningún significado. Todo su valor consistía en mi acto voluntario frente a Él, pero al mismo tiempo el Señor me dio a conocer que eso estaba en mi poder. Lo podía hacer, pero [podía] también no hacerlo. En aquel momento contesté: Jesús, acepto todo, cualquier cosa que quieras mandarme; confío en Tu bondad. En un instante sentí que con este acto rendí un gran honor a Dios. Pero me armé de paciencia. Al salir de la capilla, me enfrenté en seguida con la realidad. No quiero describirlo con detalles, pero hubo tanto cuanto pude soportar, no hubiera podido soportar ni una gota más.
191 + Una mañana, oí en el alma estas palabras: Ve a la Madre General [103] y dile que tal cosa, en tal casa no Me agrada. No puedo decir qué cosa ni en que casa, pero a la Madre General se lo dije, aunque me costó muchísimo.
192 Una vez me cargué con una espantosa tentación que atormentaba a una de nuestras alumnas en la casa de Varsovia. Era la tentación del suicidio. Sufrí durante siete días y después de siete días Jesús le concedió la gracia y entonces terminó mi sufrimiento. Es un gran sufrimiento. A menudo me cargo con tormentos de nuestras alumnas. Jesús me lo permite, y los confesores [también] [104].
193 (95) Mi corazón es la morada estable de Jesús. Además de Jesús nadie tiene acceso a él. De Jesús recojo fuerzas para luchar contra todas las dificultades y contrariedades. Deseo transformarme en Jesús para poder dedicarme perfectamente a las almas. Sin Jesús no me acercaría a las almas, porque sé lo que soy yo por mi misma. Absorbo a Dios en mí, para entregarlo a las almas.
194 + 27 III. Deseo cansarme, trabajar, anonadarme por nuestra obra de salvacion de las almas inmortales. No importa si estos esfuerzos acortan mi vida, dado que ella ya no me pertenece, porque es la propiedad de la Congregación. Por la fidelidad a la Congregación deseo ser util a toda la Iglesia.
195 Oh Jesús, hoy mi alma está como ensombrecida por el sufrimiento. Ni un solo rayo de luz. La tormenta arrecia y Jesús está dormido. Oh mi Maestro, no voy a despertarte, no voy a interrumpir Tu dulce sueño. Yo creo que Tú me estás fortificando, sin que yo lo sepa.
Hay horas enteras en las cuales Te adoro, oh Pan Vivo, entre una gran aridez del alma. Oh Jesús, Amor Puro, no necesito consolaciones, me alimento de Tu voluntad, oh Soberano. Tu voluntad es el fin de mi existencia. Me parece que el mundo entero está a mi servicio y depende de mi. Tu, oh Señor comprendes mi alma en todas sus aspiraciones.
Jesús, cuando yo misma no puedo cantarte el himno del amor, admiro el canto de los serafines, tan amados por Ti. Deseo, como hacen ellos, ahogarme en Ti. A tal amor nada puede detenerlo, porque ninguna fuerza tiene poder sobre él. El se parece a un relámpago que ilumina la oscuridad, (96) pero no se queda en ella. Oh Maestro mío, Tú Mismo modela mi alma según Tu voluntad y Tus proyectos eternos.
Cierta persona se propuso como tarea ejercitarme de distintos modos en la virtud. Un día me detuvo en el pasillo y empezó por decirme que no tenia por que llamarme la atención, no obstante me mandó estar de pie durante media hora enfrente de la pequeña capilla [105] y esperar a la Madre Superiora, y cuando aquella regresara después del recreo [106], inculparme de diversas cosas, que ella me dijo para que me acusara de ellas. Aunque en el alma no tenia la menor idea de eso, no obstante obedecí y esperé media hora a la Superiora. Cada hermana que pasaba a mi lado, miraba sonriendo. Al haberme acusado frente a la Madre Superiora [107], me mandó al confesor, cuando me acerqué a la confesión, el sacerdote se dio cuenta en seguida de que eso era algo que no procedía de mi alma, y que yo no tenia la menor idea de aquellas cosas y se extrañó de que aquella persona hubiera podido decidirse a dar tales órdenes.
197 Oh Iglesia de Dios, tú eres la mejor madre, sólo tu sabes educar y hacer crecer al alma. Oh, cuanto amor y cuanta veneración tengo para la Iglesia, la mejor de las madres.
Una vez el Señor me dijo: Hija Mía, tu confianza y tu amor impiden Mi justicia y no puedo castigar porque Me lo impides. Oh. Cuanta fuerza tiene el alma llena de confianza.
Cuando pienso en los votos perpetuos y en quien es Aquel que desea unirse a mí, este pensamiento me induce a meditar sobre Él durante horas enteras. ¿Cómo va a suceder esto? Tú eres Dios y yo una criatura Tuya, Tú eres el Rey Inmortal y yo una mendiga y la miseria misma. Pero ahora ya lo tengo todo claro en realidad, (97) este abismo, Señor, lo llenarán Tu gracia y amor. Este amor llenará el abismo que hay entre Tú, Jesús, y yo.
Oh Jesús, que profundamente herida queda un alma cuando trata siempre de ser sincera y la acusan de hipocresía, y la tratan con desconfianza. Oh Jesús, Tu has sufrido esto también para dar una reparación a Tu Padre.

Deseo esconderme de manera que ninguna criatura conozca mi corazón, Oh Jesús, solo Tú conoces mi corazón y lo posees totalmente. Nadie conoce nuestro secreto; con una mirada nos entendemos mutuamente. Desde el momento en que nos hemos conocido, soy feliz. Tu grandeza me llena plenamente. Oh Jesús, cuando estoy en el último lugar y el más bajo de las postulantes, incluso las más jóvenes, entonces me siento en el lugar apropiado para mí. No sabía que en aquellos rinconcitos oscuros el Señor había colocado tanta felicidad. Ahora entiendo que incluso en la cárcel, de un corazón puro puede prorrumpir una abundancia de amor por Ti. Señor. Las cosas exteriores no tienen importancia para un amor puro, él penetra todo. Ni las puertas de una cárcel, ni las puertas del cielo presentan alguna fuerza para él. Él llega a Dios Mismo y nada es capaz de apagarlo. Para él no existen barreras, es libre como un rey y tiene la entrada libre en todas partes. La muerte misma tiene que bajar la cabeza frente a él…
202 Hoy ha venido a visitarme una hermana mía de sangre [108]. Cuando me ha contado sus intenciones, he temblado de miedo, ¿es posible esto? Esta querida alma bella frente a Dios, no obstante unas grandes tinieblas habían bajado sobre ella y no sabia defenderse. Todo lo veía en negro. El buen Dios me la ha confiado, durante dos semanas puede trabajar sobre ella. Sin embargo, cuantos sacrificios me ha costado, solamente Dios lo sabe. Por ninguna otra alma he llevado al trono de Dios tantos sacrificios, sufrimientos y oraciones como por ella. (98) Sentía que había forzado a Dios a concederle la gracia. Cuando pienso en todo esto, veo un verdadero milagro. Ahora veo cuanto poder tiene la plegaria de intercesión ante Dios.
Ahora, en esta Cuaresma, a menudo siento la Pasión del Señor en mi cuerpo; todo lo que sufrió Jesús, lo vivo profundamente en mi corazón, aunque por fuera mis sufrimientos no se delatan por nada, solamente el confesor sabe de ellos.
Una breve conversación con la Madre Maestra [109]. Cuando le pregunte por algunos detalles para progresar en la vida interior, esta santa Madre me contesto a todo con gran claridad de argumentos. Me dijo: Si usted, hermana, continua cooperando así con la gracia de Dios, estará a un paso de una estrecha unión con Dios. Usted, comprende en que sentido lo digo. Que la fidelidad a la gracia del Señor sea su característica. No a todas las almas Dios las conduce por este camino.
+Pascua de resurrección. Hoy durante la ceremonia pascual, vi. al Señor Jesús [en] un gran esplendor se acercó a mi y me dijo: Paz a ustedes, hijos Míos, y levantó la mano y nos bendijo. Las llagas de las manos y de los pies, y del costado no estaban borradas sino resplandecientes. Luego me miró con tanta benevolencia y amor, que mi alma se sumergió totalmente en Él, y me dijo: Has tomado gran parte en Mi Pasión, por eso te doy esta gran participación en Mi gloria y en Mi alegría. Toda la ceremonia pascual me pareció un minuto. Un extraño recogimiento envolvió mi alma y se mantuvo durante toda la fiesta. La amabilidad de Jesús es tan grande que es imposible expresarla.
(99) Al día siguiente, después de la Santa Comunión oí la voz: Hija Mía, mira hacia el abismo de Mi misericordia y rinde honor y gloria a esta misericordia Mía, y hazlo de este modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de Mi misericordia. Deseo darme a las almas, deseo las almas, hija Mía. El día de Mi Fiesta, la Fiesta de la Misericordia – recorrerás el mundo entero y traerás a las almas desfallecidas a la fuente de Mi misericordia. Yo las sanaré y las fortificaré.
Hoy recé por un alma agonizante que estaba muriendo sin los santos sacramentos, aunque los deseaba ardientemente. Pero ya era demasiado tarde. Se trata de una pariente mía, la esposa de un tío paterno. Era un alma querida de Dios. En aquel momento no hubo distancia para nosotras.
Oh vosotros, pequeños, insignificantes sacrificios cotidianos, sois para mi como las flores del campo con las cuales cubro los pies del amado Jesús. A veces, yo comparo estas pequeñeces con las virtudes heroicas, porque para su incesante continuidad exigen heroísmo.
Durante los sufrimientos no busco ayuda de las criaturas, sino que Dios es todo para mí, aunque a veces me parece que el Señor tampoco me escucha. Me armo de paciencia y de silencio, como la paloma que no se queja ni muestra dolor cuando le quitan sus pequeños. Deseo volar hacia el ardor mismo del sol y no quiero detenerme entre el humo y la neblina. No me cansaré, porque me he apoyado en Ti ¡mi fuerza!
Ruego ardientemente al Señor que se digne reforzar mi fe para que en mi gris vida cotidiana no me guíe según las consideraciones humanas, sino según el espíritu. Oh, como todo atrae al hombre hacia la tierra, pero una fe viva mantiene el alma en una espera mas alta y al amor propio le asigna el lugar que le corresponde, es decir, el último.
(100) + Una oscuridad terrible cae nuevamente sobre mi alma. Me parece que estoy bajo la influencia de ilusiones. Cuando fui a confesarme para obtener luz y serenidad, no las encontré. El confesor [110] me creó todavía mas dudas de las que tenía antes. Me dijo: No puedo entender qué poder obra en usted, hermana, tal vez Dios o tal vez el espíritu maligno. Al alejarme del confesionario, empecé a considerar sus palabras. Cuanto más las contemplaba, tanto mas mi alma se hundía en la oscuridad. ¿Qué hacer, Jesús? Cuando Jesús se acercaba a mí bondadosamente, yo tenía miedo. ¿Eres verdaderamente Tú, Jesús? Por un lado me atrae el amor, por el otro el miedo. Que tormento, no sé describirlo.
Cuando fui a confesarme de nuevo, recibi la respuesta: Yo no la entiendo a usted, hermana, es mejor que usted no se confiese conmigo. Dios mio, yo tengo que hacerme tanta violencia antes de decir cualquier cosa sobre mi vida interior y he aquí la respuesta que obtengo ¡yo no la entiendo!
Cuando me alejé del confesionario fui asaltada por innumerables tormentos. Fui delante del Santisimo sacramento y dije: Jesús, sálvame. Tu ves que soy debil. Entonces escuche estas palabras: Durante los ejercicios espirituales, antes de los votos perpetuos, te daré una ayuda. Fortalecida por estas palabras, comencé a avanzar sin pedir consejo a nadie; sin embargo sentia tanta desconfianza hacia mi misma, que decidí acabar con esas dudas una vez por todas. Asi pues, esperaba ansiosamente esos ejercicios espirituales que debian preceder los votos perpetuos; ya unos dias antes pedia incesamente al Señor la luz para el sacerdote que iba a confesarme, para que él decidiera de una vez, categóricamente, sí o no, y yo pensaba: Estaré tranquila una vez por toda.s Pero estaba preocupada si alguien quisiera escuchar todas esas cosas. Sin embargo, decidi no pensar nada en eso, y tener toda la confianza en el Señor. Me resonaban esas palabras: "Durante los ejercicios espirituales."
(101) Todo ya está preparado. Mañana por la mañana hemos de salir a Cracovia para los ejercicios espirituales. Hoy entré en la capilla para agradecer a Dios las innumerables gracias que me había concedido durante esos cinco meses. Mi corazon estaba profundamente conmovido frente a trantas gracias y la tutela de las Superioras.
Hija Mia, quedate tranquila, Me encargo de todos los asuntos. Yo Mismo los resolveré con las Superioras y con el confesor. Habla con el Padre Andrasz con la misma sencilles y confianza con la que hablas Conmigo.
Hoy [18 IV 1933] llegamos a Cracovia. Qué alegria encontrarme nuevamente aquí, donde aprendi a dar los primeros pasos en la vida espiritual. La querida Madre Maestra, [111] siempre la misma, alegre y llena de amor al projimo. Entré un momento en la capilla; la alegria inundó mi alma. En un momento me acordé de todo un mar de gracias que había recibido aquí siendo novicia.
Y hoy empezamos a reunirnos todas para ir por una hora al noviciado. La Madre Maestra M. Josefa nos dirigió algunas palabras y preparó el plan de los ejercicios espirituales. Cuando nos decia esas pocas palabras, me vino delante de los ojos todo lo bueno que esa querida Madre había hecho por nosotras. Senti en el alma un gran agradecimiento hacia ella. La pena de estar en el noviciado por ultima vez, estrechó mi corazon. Ya debo luchar con Jesús, trabajar con Jesús, sufrir con Jesús; en una palabra, vivir y morir con Jesús. La Maestra ya no seguira mis pasos para instruirme, advertirme, amonestarme, alentarme o reprenderme. Sola, siento un extraáo miedo. Oh Jesús, da algun remedio. Sí, tendré la Superiora, es verdad, pero desde ahora estaré mas sola.
Cracovia 21 IV 1933
+ A la mayor gloria de Dios.
Ejercicios espirituales de ocho dias antes de los votos perpetuos.
Hoy empiezo los ejercicios espirituales. Jesús, Maestro mio, guiame, dispon de mi según Tu voluntad, purifica mi amor para que sea digna de Ti, haz de mi lo que desea Tu misericordiosisimo Corazon. Jesús, en estos dias estaremos a solas, hasta el momento de nuestra union; mantenme, Jesús, en el recogimiento del espiritu.
Por la noche el Señor me dijo: Hija Mia, que nada te asuste ni te perturbe, mantén una profunda tranquilidad, todo está en Mis manos, te haré entender todo por la boca del Padre Andrasz. Sé como una niña frente a él.
Un momento delante del Santisimo Sacramento.
Oh Señor y mi eterno Creador, ¿cómo podré agradecerte por esta gran gracia de que Te dignaste elegirme a mi, miserable, como Tu esposa y me unes a Ti con un vinculo eterno? Amabilisimo tesoro de mi corazon, Te ofrezco todos los actos de adoración y de de agradecimiento de las almas santas, de los coros angelicos y me uno especialmente a Tu Madre, Oh Maria, Madre mia, Te ruego humildemente, cubre mi alma con Tu manto virginal en este momento tan importante de mi vida, para que asi, me haga mas agradable a Tu Hijo y pueda glorificar dignamente la misericordia de Tu Hijo delante del mundo entero y durante toda la eternidad.
(103) Hoy no pude entender la meditacion,. Mi espiritu estaba admirablemente sumergido en Dios. No pude forzarme a pensar en lo que el Padre decia durante los ejercicios espirituales. A menudo no está en mi poder pensar según determinados esquemas, mi espiritu esta con el Señor y tal es mi meditacion.
Algunas palabras de mi conferencia con la Madre Maestra Maria Josefa. Me aclaró muchas cosas y me tranquilizó respecto a la vida interior, [diciendo] que estoy en el buen camino. Le agradeci al Señor Jesús por esta gran gracia, ya que ella era la primera entre las Superioras que no me engendraba dudas en este aspecto. Oh, cuán infinitamente bueno es Dios.
Oh Hostia Viva, mi unica Fortaleza, Fuente de Amor y de Misericordia, abrazo al mundo entero, fortifica a las almas debiles. Oh, bendito sea el instante y el momento en que Jesús [nos] dejó su misericordiosisimo Corazon.
Sufrir sin quejarse, consolar a los demas y ahorar sus propios sufrimientos en el Sacratisimo Corazon de Jesús. Todos los momentos libres de los deberes los pasaré a los pies del Santisimo Sacramento. A los pies del Señor buscaré luz, consuelo y fuerza. Incesantemente mostraré el agradecimiento a Dios por la gran misericordia hacia mi, sin olvidarme jamas de los beneficios [que] me ofrecio y especialmente la gracia de la vocacion.
Me esconderé entre las hermanas como una violeta pequeña entre las azucenas. Deseo florecer para mi Creador y Señor, olvidarme de mi misma, anonadarme completamente a favor de las almas inmortales es un deleita para mi.
225 (104) + Algunos de mis propositos.
En lo que concierne a la confesion, elegiré lo que mas me humilla y cuesta. A veces una pequeñez cuesta mas que algo mas grande. Antes de cada confesion recordare la Pasion del Señor Jesús y con esto despertaré la contrición del corazon. Si es posible, con la gracia de Dios, ejercitarse siempre en el dolor perfecto. A esta contrición le dedicaré mas tiempo. Antes de acercarme a la rejilla, entraré en el Corazon abierto y misericordiosisimo del Salvador. Cuando me aleje de la rejilla, despertaré en mi alma una gran gratitud hacia la Santisima Trinidad por este extraordinario e inconcebible milagro de la misericordia que se produce en el alma; y cuanto mas miserable es mi alma, tanto mejor siento que el mar de la misericordia de Dios me absorbe y me da una enorme fuerza y fortaleza.
226 Las reglas que desobedezco con mas frecuencia: a veces interrumpo el silencio, no obedezco el llamado de la campanilla, a veces me meto en los deberes de los demas; haré los maximos esfuerzos para corregirme.
Evitar a las hermanas que murmuran y si no es posible evitarlas, por lo menos callar en presencia de ellas, dando a entender lo penoso que es para nosotras escuchar cosas similares.
No hacer caso a las consideraciones humanas, sino que tener en cuenta mi propia conciencia, el testimonio que me da. Tener a Dios como testigo de todas las obras. Comportarme ahora y resolver cada asunto mio de tal modo como quisiera solucionarly y comportarme en el momento de la muerto. Por eso en cada asunto siempre tener presente a Dios.
Evitar los supuestos permisos [112]. Relatar a las Superioras aun las cosas pequeñas, si es posible detalladamente. Fidelidad en las practicas de piedad; no pedir con facilidad excepciones de las practicas de piedad; callar, excepto durante el recreo; evitar bromas y palabras chistosas que hacen reir a los demas y rompen el silencio; valorar enormemente (105) las mas pequeñas prescripciones; no dejarse llevar por el frenesi del trabajp; interrumpir un momento para mirar hacia el cielo; hablar poco con la gente, pero mucho con Dios; evitar la familiaridad; fijarse poco en quien está conmigo y quien está en contra; no compartir con otros lo que he tenido que soportar; evitar de comunicarse en voz alta durante el trabajo; en los sufrimientos conservar la serenidad y el equilibrio; en los momentos difíciles recurrir a las llagas de Jesús, en las llegas de Jesús buscar consuelo, alivio, luz y fuerza.
+ El las pruebas trataré de ver la amorosa mano de Dios. No hay nada tan constante como el sufrimiento; él siempre hace fielmente compañía al alma. Oh Jesús, en el amor hacia Ti no me dejaré superar por nadie.
228 + Oh Jesús, escondido en el Santísimo sacramento, ves que hoy salgo del noviciado [113], haciendo los votos perpetuos. Jesús, Tu conoces mi debilidad y mi pequeñez, por lo tanto desde hoy de modo mas particular paso a tu noviciado. Sigo siendo novicia, pero novicia Tuya, Jesús, y Tu serás mi Maestro hasta el último día. Todos los días vendré a Tus pies a tomar lecciones. No emprenderé sola la mas pequeña cosa sin consultarte antes, como a mi Maestro, Oh Jesús, estoy tan contenta de que Tu Mismo me hayas atraído y recibido en tu noviciado, es decir en el Tabernáculo. Pronunciando los votos perpetuos no me vuelvo en absoluto una religiosa perfecta no, no. Sigo siendo una pequeña y débil novicia de Jesús y trataré de alcanzar la perfección como en los primeros días del noviciado, procurando tener la disposición del alma que tenia en el primer día, en que se abrió para mi la puerta del convento.
Con la confianza y la sencillez de un niño pequeño, me entrego a Ti, Señor Jesús, mi Maestro; Te dejo una libertad absoluta de guiar mi alma. Guíame por los caminos que Tu quieras; no voy a averiguarlos. Te seguiré confiada. Tu Corazón misericordioso lo puede todo.
La pequeña novicia de Jesús – Sor Faustina
229 6) + Al comienzo de los ejercicios espirituales Jesús me dijo: En estos ejercicios espirituales, seré Yo Mismo quien dirija tu alma; quiero confirmarte en la tranquilidad y en el amor. Y así me transcurrieron los primeros días. Al cuarto día comenzaron a atormentarme grandes dudas de que ¿no me encontraba, acaso, en una falsa tranquilidad? De pronto oí estas palabras: Hija Mía, figúrate que eres la reina de toda la tierra y que tienes la posibilidad de disponer de todo según te parezca; tienes toda posibilidad de hacer el bien que te agrade y de repente, a tu puerta llama un niño muy pequeño, todo tembloroso, con lagrimas en los ojos, pero con gran confianza en tu bondad y te pide un pedazo de pan para no morir de hambre, ¿Cómo te comportarías con este niño? Contéstame, hija Mía. Y dije: Jesús, le daría todo lo que me pida, pero también mil veces más. Y el Señor me dijo: Así Me comporto Yo con tu alma. Durante estos ejercicios espirituales no solamente te daré la tranquilidad, sino también tal disposición de ánimo, que aunque quieras inquietarte, no podrás. Mi amor ha tomado posesión de tu alma y quiero que te fortifiques en él. Acerca tu oído a Mi Corazón y olvídate de todo, y considera Mi inconcebible misericordia. Mi amor te dará la fuerza y el ánimo que te es necesario en esta obra.
230 Oh Jesús, Hostia Viva, Tú eres mi madre, Tú eres todo para mi. Vendré a Ti, oh Jesús, con sencillez y con amor, con fe y con confianza. Compartiré todo Contigo, como un niño con la madre amada, los gozos y los sufrimientos, en una palabra todo.
231 Cuando pienso en que Dios se une a mí por medio de los votos o más bien yo a Él, nadie puede comprender lo que experimenta mi corazón. Ya ahora Dios me da a conocer toda la inmensidad de su amor con el que me ha amado ya antes de los siglos, mientras yo he comenzado a amarlo solamente en el tiempo. Su amor es grandísimo, puro y desinteresado y mi amor hacia Él es para conocerlo. Cuanto más lo conozco, tanto (107) mas ardiente y fuertemente lo amo y mis acciones son más perfectas. Sin embargo cuando pienso que dentro de pocos días voy a hacerme una sola cosa con el Señor por medio del voto perpetuo, un gozo tan inconcebible inunda mi alma que no logro describirlo en absoluto. Desde la primera vez que conocí al Señor, la mirada de mi alma se ha hundido en Él por la eternidad. Cada vez que el Señor se acerca a mí, y se produce en mí un conocimiento mas profundo, crece en mi alma un amor más perfecto.
232 + Antes de la confesión oí en el alma estas palabras: Hija Mía, dile todo y descubre tu alma delante de él como lo haces delante de Mi. No tengas miedo de nada; para tu tranquilidad pongo a ese sacerdote entre Yo y tu alma, y las palabras que te contestará son Mías. Descubre delante de él las cosas más secretas que tienes en el alma. Yo le daré luz para que conozca tu alma.
233 Al acercarme a la rejilla sentí en el alma una facilidad tan grande para hablar de todo, que mas tarde yo misma me extrañaba. Sus respuestas dieron a mi alma una tranquilidad muy profunda. Sus palabras fueron, son y quedaran para siempre unas columnas de fuego que iluminaron y seguirán iluminando mi alma en su aspiración a la máxima santidad.
Las indicaciones que recibí del Padre Andrasz, las tengo apuntadas en otra pagina de este cuaderno [114].
234 Terminada la confesión, mi espíritu se sumergió en Dios y permanecí orando durante tres horas, y me parecieron unos pocos minutos. Desde entonces no pongo obstáculos a la gracia que obra en mi alma. Jesús sabia por que yo tenia miedo de tratar con Él [115], y no se ofendía en absoluto. Desde el momento en que el Padre me aseguró que no se trataba de ningunas ilusiones, sino de la gracia de Dios, trato de ser fiel a Dios en todo. Ahora veo que son pocos los sacerdotes que comprenden toda la profundidad de la acción de Dios en el alma. Desde aquel momento tengo las alas desatadas para el vuelo (108) y deseo volar hacia el ardor mismo del sol. Mi vuelo no se detendrá hasta que no descanse en Él por la eternidad. Si volamos muy alto, toda la oscuridad, la niebla y las nubes las tenemos debajo de los pies y toda la parte sensitiva de nuestro ser tiene que someterse al espíritu.
Jesús, deseo la salvación de las almas, almas inmortales. En el sacrificio desahogaré mi corazón, en el sacrificio que ni siquiera alguien sospecha; me anonadaré y quemaré inadvertidamente en el sagrado fuego del amor de Dios. La presencia de Dios es la ayuda para que mi sacrificio sea perfecto y puro.
Oh, qué equivocas son las apariencias y los juicios injustos. Oh, cuantas veces la virtud sufre la opresión solo porque es silenciosa. Convivir sinceramente con quienes molestan continuamente, eso requiere un gran espíritu de sacrificio. Uno siente que sangra, pero las heridas no se ven. Oh Jesús, cuantas cosas nos revelará solamente el ultimo día. ¡Que alegría! De nuestros esfuerzos no se pierde nada.
La Hora Santa. En esta hora de adoración conocí todo el abismo de mi miseria. Todo lo que hay de bueno en mi, es Tuyo, Señor, pero como soy tan miserable y pequeña, tengo el derecho de contar con Tu infinita misericordia.
El anochecer, Jesús, mañana por la mañana he de pronunciar los votos perpetuos [116]. Pedí a todo el cielo y la tierra, y todo lo que existe llamé a agradecer a Dios por esta gran e inconcebible gracia. De repente oí estas palabras: Hija Mía, tu corazón es el cielo para Mí. Todavía un momento de oración y después hay que salir corriendo ya que nos echan de todas partes, porque arreglan todo para mañana; la capilla, el refectorio, la sala, y la cocina, y nosotras debemos acostarnos (109). Pero de dormir ni hablar. La alegría quitó el sueño. Pensaba ¿qué habrá en el cielo si ya aquí, en este destierro, Dios colma mi alma de tal modo?
La oración durante la Santa Misa en el día de los votos perpetuos. Hoy dejo mi corazón en la patena donde esta colocado Tu Corazón, Jesús, y hoy me ofrezco junto a Ti, a Dios, Padre Tuyo y mío, como victima de amor y de adoración. Padre de misericordia, mira la ofrenda de mi corazón, pero a través de la herida del Corazón de Jesús.
1933 año V. 1 día.
La unión con Jesús en el día de los votos perpetuos. Oh Jesús, Tu Corazón desde hoy es mi propiedad y mi corazón es Tu propiedad exclusiva. El simple recuerdo de Tu Nombre, Jesús, es una delicia para mi corazón. De verdad, no podría vivir ni un instante sin Ti, oh Jesús. Hoy mi alma esta anegada en Ti, como en su único tesoro, Mi amor no conoce impedimentos en dar pruebas a su Dilecto.
Las palabras del Señor Jesús durante los votos perpetuos: Esposa Mía, nuestros corazones están unidos por la eternidad. Recuerda a quien [te] has consagrado… no es posible referir todo.
Mi petición [hecha] en el momento cuando me postré en cruz bajo el paño fúnebre [117]. Rogué al Señor que me concediera la gracia de no ofenderle nunca, con ningún pecado, ni el más pequeño, ni tampoco con una imperfección, voluntaria y conscientemente.
Jesús, en Ti confío, Jesús, Te amo con todo el corazón.
En los momentos más difíciles Tú eres mi Madre.
Por amor hacia Ti, oh Jesús, yo muero hoy completamente para mi misma y empiezo a vivir para la mayor gloria de Tu santo Nombre.
(110) + El amor. Por amor, oh Santísima Trinidad, me ofrezco a Ti como victima de adoración, como holocausto de mi total anonadamiento y con este anonadamiento de mi misma, deseo la exaltación de tu Nombre, oh Señor. Como un pequeñito pimpollo de rosa me arrojo a Tus pies, oh Señor; que el perfume de esta flor sea conocido solamente por Ti.
Tres peticiones en el día de los votos perpetuos, Jesús, yo sé que en el día de hoy no me negaras nada.
Primera petición. Oh Jesús, mi amadísimo Esposo, Te ruego por el triunfo de la Iglesia, sobre todo en Rusia y en España, por la bendición para el Santo Padre Pío XI y todo el clero, por la gracia de conversión para los pecadores empedernidos; Te pido, oh Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes ante los cuales me confesaré durante toda mi vida.
Segunda petición. Por una bendición para nuestra Congregación, por gran fervor en la Congregación. Bendice, oh Jesús, a la Madre General y a la Madre Maestra, y a todo el noviciado, y a todas las Superioras, a mis queridísimos padres; concede, oh Jesús, Tu gracia a nuestras alumnas, fortalécelas firmemente con Tu gracia para que las que dejan nuestras casas, no Te ofendan mas con ningún pecado. Oh Jesús, Te ruego por la patria, defiéndela de los ataque de los enemigos.
Tercera petición. Oh Jesús, Te ruego por las almas que mas necesitan la oración. Te ruego por los agonizantes, sé misericordioso con ellos. Te ruego también, oh Jesús, por la liberación de todas las almas del purgatorio.
Oh, Jesús, Te recomiendo las personas siguientes: mis confesores, las personas recomendadas a mis plegarias, ciertas persona…., el Padre Andrasz, el Padre Czaputa y aquel sacerdote que conocí en Vilna [118], que ha de ser mi confesor, cierta alma…(111) y cierto sacerdote, cierto religioso a quien – Tu lo sabes, Jesús – debo muchísimo, y todas las personas que son recomendadas a mi plegaria. Oh Jesús, en este día Tú puedes hacer todo para aquellos por los cuales Te ruego. Para mi Te ruego, Señor, transfórmame completamente en Ti, mantenme siempre en el santo fervor para Tu gloria, dame la gracia y la fuerza del espíritu para cumplir en todo Tu santa voluntad. Te agradezco, oh mi amadísimo Esposo, por la dignidad que me has ofrecido y especialmente por las insignias reales que desde hoy me adornan, y que ni siquiera los Ángeles tienen, que son; la cruz, la espada y la corona de espinas. Pero sobre todo, oh Jesús mío, Te agradezco por Tu Corazón. Él me basta por todo.
Oh Madre de Dios, Santísima Maria, Madre mía, Tu ahora eres mi Madre de modo más particular y esto porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme, Oh Maria, Madre mía amadísima, dirige mi vida interior de modo que sea agradable a Tu Hijo.
+ Oh Santo, Omnipotente Dios en este momento de la enorme gracia con la cual me unes a Ti para siempre, yo, pequeña nulidad, me arrojo a Tus pies con el mayor agradecimiento, como una pequeña, desconocida florecita y la fragancia de esta flor de amor subirá todos los días a Tu trono.
En los momentos de la lucha y los sufrimientos, de las tinieblas y las tempestades, de la añoranza y la tristeza, en los momentos de las pruebas difíciles, en los momentos en los cuales no seré comprendida por ninguna criatura y mas bien seré condenada y despreciada por todos, recordaré el día de los votos perpetuos, el día de una inconcebible gracia de Dios.
(112) 1 V 1933
241 JMJ. Propósitos especiales de los ejercicios espirituales. El amor al prójimo primero: ser servicial con las hermanas; segundo: no hablar de los ausentes y defender el buen nombre del prójimo; tercero: alegrarse de los éxitos del prójimo.
242 + Oh Dios, cuanto deseo ser una niña pequeña. Tú eres mi Padre, Tú sabes lo pequeñita y débil que soy, pues Te ruego, tenme cerca de Ti en todos los momentos de mi vida y especialmente en la hora de la muerte. Oh Jesús, yo sé que Tu bondad supera la bondad de la mas tierna de las madres.
Agradeceré al Señor Jesús por cada humillación, rogaré especialmente por la persona que me ha dado la oportunidad de humillarme. Me anonadaré a favor de las almas. No reparar en ningún sacrificio, tirándose bajo los pies de las hermanas como una pequeña alfombra, sobre la cual pueden no solo caminar, sino que pueden también limpiarse los pies. Mi lugar esta bajo los pies de las hermanas. Lo procuraré en la práctica de manera inadvertida para los ojos humanos, Basta que Dios lo vea.
Han empezado ya los días grises, cotidianos. Han pasado los momentos solemnes de los votos perpetuos, pero en el alma ha quedado mucha gracia de Dios. Siento que soy toda de Dios, siento que soy su hija, siento que soy totalmente la propiedad de Dios. Lo noto incluso física y sensiblemente. Estoy completamente tranquila por todo, porque sé que el deber del Esposo es pensar en mí. Me he olvidado completamente de mi misma. Mi confianza está puesta sin límites en su misericordiosísimo Corazón. Estoy continuamente unida a Él. Veo como si Jesús no pudiera ser feliz sin mi y yo sin Él. Aunque entiendo bien que siendo Dios es feliz en Si mismo, y para ser feliz no necesita absolutamente ninguna criatura, no obstante su bondad lo fuerza a darse a las criaturas, y esto con una generosidad inconcebible.
(113) Oh Jesús mío, ahora procuraré el honor y la gloria de Tu Nombre, luchando hasta el día en que Tu Mismo me digas: Basta. A cada alma que me ha confiado, oh Jesús, procuraré ayudarla con la oración y el sacrificio, para que Tu gracia pueda obrar en ella. Oh gran Amante de las almas, oh Jesús mío, Te agradezco por esta gran confianza, ya que Te has dignado confiar estas almas a nuestro cuidado. Oh días grises de trabajo, para mi no son tan grises en absoluto, porque cada momento me trae nuevas gracias y la oportunidad de hacer el bien.
+ 25 IV 1933
Permisos mensuales [119]
Pasando, entrar en la capilla.
En los momentos libres de los deberes, rezar.
Tomar, dar, prestar alguna cosa pequeña.
Almorzar y merendar.
A veces no podré participar en el recreo.
A veces tampoco podré participar en los ejercicios comunes.
A veces no podré participar en las plegarias de la noche ni de la mañana.
A veces continuar con mis ocupaciones un momento después de las nueve y otras veces hacer las practicas de piedad después de las nueve.
Si tengo un momento libre, escribir o anotar algo.
Hablar por teléfono.
Salir de casa.
Cuando estoy en la ciudad, entrar en una iglesia.
Visitar a las hermanas enfermas.
Entrar en las celdas de otras hermanas en caso de necesidad.
A veces beber agua fuera del horario.
Pequeñas mortificaciones
La coronilla a la Divina Misericordia con los brazos en cruz.
Los sábados una parte del rosario con los brazos en cruz.
A veces alguna plegaria postrándome en cruz.
Los jueves la Hora Santa.
Los viernes una mortificación mayor por los pecadores moribundos.
(114) Oh Jesús, Amigo del Corazón solitario, Tu eres mi puerto, Tu eres mi paz, Tu eres mi
Única salvación. Tú eres la serenidad en los momentos de lucha y en el mar de dudas. Tú eres el rayo brillante que ilumina el sendero de mi vida. Tú eres todo para el alma solitaria. Tú comprendes al alma, aunque ella permanezca callada. Tú conoces nuestras debilidades y como un buen medico consuelas y curas, ahorrándonos sufrimientos, como un buen experto.
Las palabras del obispo [120] que figuran en la ceremonia de los votos perpetuos de las hermanas: "Toma este cirio en tu mano, en señal de iluminación celestial y de amor ardiente."
Al entregar el anillo: "Te desposo a Jesucristo, Hijo del Padre Altisimo, el Cual te guarde sin mancilla. Recibe este anillo cono signo de eterna alianza que contraes con Cristo, Esposo de las vírgenes. Que éste sea para ti el anillo de la fidelidad, el signo del Espiritu Santo para que te llames esposa de Cristo y si le sirves fielmente, seas coronada por la eternidad.
+ Jesús, en Ti confio, confio en el mar de Tu misericordia, Tu eres la madre para mi.
+ Este año 1933 es para mi particularmente solemne, porque en este año del Jubileo de la Pasion del Señor hice los votos perpetuos. Mi sacrificio lo he unido de modo singular al sacrificio de Jesús Crucificado para asi hacerme mas agradable a Dios. Todas mis tareas las hago con Jesús, por Jesús y en Jesús.
Despues de los votos perpetuos, todavía me quedé en Cracovia todo mayo, porque mi destinacion oscilaba entre Rabka y Vilna. Cuando una vez la Madre General [121] me preguntó: ¿Por qué usted, hermana, se queda tan silenciosa y no se prepara para ir a alguna parte? Contesté: Yo quiero sólo la voluntad de Dios. Donde usted, querida Madre, me mande, sin mi intervención, yo sabré que sera para mi la pura voluntad de Dios.
(115) La Madre General me respondió: Muy bien. Al dia siguiente la Madre General me llamó y dijo: Como deseaba tener la pura voluntad de Dios, pues usted hermana, va a Vilna. Le agradeci y esperaba el dia en el que me dijeran de salir. Sin embargo una alegria y un temor a la vez llenaron mi alma. Sentia que alli Dios me preparaba grandes gracias, pero tambien grandes sufrimientos. De todas maneras, hasta el 27 de mayo me quedé en Cracovia. Como no tenia una tarea fija e iba solamente a ayudar en la huerta y como coincidió que trabajaba sola, durante todo el mes tuve la posibilidad de hacer los ejercicios espirituales según el sistema de los jesuitas. En ellos recibí mucha luz de Dios.
+ Pasaron cuatro dias después de los votos perpetuos. Traté de hacer la Hora Santa. Era el primer jueves del mes. En cuanto entré en la capilla, la presencia de Dios me inundó. Sentia claramente que el Señor estaba a mi lado. Un momento después vi al Señor todo cubierto de llagas, y me dijo: Mira, con quien te has desposado. Yo comprendi el significado de esas palabras y contesté al Señor: Jesús, Te amo mas viendote tan herido y anonadado que como Te viera en Tu Majestad. Jesús preguntó: ¿Por qué? Contesté: Una gran Majestad me da miedo a mi, a esta pequeñita nulidad que soy, mientras que Tus llagas me atraen a Tu Corazon y me hablan de Tu gran amor hacia mi. Después de esta conversación se hizo el silencio. Miraba atentamente sus santas llagas y me sentia feliz sufriendo con Él. Sufriendo no sufria, porque me sentia feliz conociendo la profundidad de su amor y una hora me pasó como si fuera un minuto.
+ No juzgar nunca a nadie, para los demas tener el ojo indulgente y para mi severo. Relacionar todo a Dios y en mis propios ojos sentirme lo que soy, es decir la mas grande miseria y la nulidad. En los sufrimientos estar paciente y tranquila, sabiendo que con el tiempo todo pasará.
(116) + De los momentos que vivi durante los votos perpetuos, mejor no debo hablar de ellos.
Estoy en Él y Él está en mi. En el momento en que el obispo me puso el anillo, Dios penetró todo mi ser y como no sé expresarlo, dejo este momento en silencio. Desde los votos perpetuos mis relaciones con dios se hicieron tan estrechas como nunca antes. Siento que amo a Dios y siento tambien que Él me ama. Mi alma, habiendo conocido a Dios, no sabria vivir sin Él. Me es mas agradable una hora a los pies del altar, pasada en la mas grande aridez del espiritu, que cien años de deleites en el mundo. Prefiero ser una muchacha de los mandados en el convento que una reina en el mundo.
+ Esconderé a los ojos de la gente cualquier cosa buena que haga, para que sólo Dios sea mi recompensa; y como una pequeña violeta escondida entre la hierba no hiere el pie de la persona que la pisa, sino que emana perfume, [y] olvidandose completamente de si misma, trata de ser gentil con la persona por la que fue pisada. Aunque para la naturaleza esto es muy difícil, la gracia de Dios viene en ayuda.
+ Te agradezco, oh Jesús, esta gran gracia de permitirme conocer todo el abismo de mi miseria; yo sé que soy un abismo de nulidad y si Tu santa gracia no me sostuviera, en un solo momento me volveria a la nada. Pues, con cada latido del corazon, Te agradezco, oh Dios, Tu gran misericordia conmigo.
Mañana he de salir para Vilna. Hoy fui a confesarme con el Padre Andrasz, este sacerdote que tiene un profundo espiritu de Dios, el que me ha desatado las alas para el vuelo, hacia las mayores alturas. Me ha tranquilizado en todo y me hace creer en la Divina Providencia. Tú confia y avanza con valor. Después de esa confesion he sentido una misteriosa fuerza (117) divina. El Padre ha insistido en que sea fiel a la gracia de Dios y dijo: Si continuas conservando la sencillez y la obediencia, no te sucederá nada malo. Confia en Dios, estás en el buen camino y en buenas manos estás, en las manos de Dios.
+ Por la noche me quedé mas tiempo en la capilla. Hablaba con el Señor de cierta alma. Animada por su bondad, dije: Jesús, me has dado a este Padre que ha comprendido mis inspiraciones y vuelves a quitármelo. ¿ Qué voy a hacer en Vilna? No conozca a nadie, hasta el dialecto, de aquella gente es ajeno para mi. Y me dijo el Señor: No tengas miedo, no te dejaré sola. Mi alma se sumergio en la oracion de agradecimiento por todas las gracias que el Señor me concedió por medio del Padre Andrasz.
De súbito recordé aquella vision en la que había visto a un sacerdote entre el confesionario y el altar, confiando en conocerlo algun dia y volvieron bien claras las palabras que había escuchado: Él te ayudará a cumplir Mi voluntad en la tierra.
Hoy, 27 de [mayo de 1933] voy a Vilna. Al salir delante de la case, eché una mirada a toda la huerta y a la casa; al dirigir la mirada al noviciado, de repente por mis mejillas rodaron las lagrimas. Recordé todos los beneficios y las gracias que el Señor me había concedido. De reprente e inesperadamente vi al Señor junto al florero, que me dijo: No llores, Yo estoy siempre contigo. La apresencia de Dios que me penetró mientras el Señor Jesús estaba hablando, duró todo el tiempo del viaje.
Tenía el permiso de detenerme en Czestochowa. Por primera vez vi. a la Santísima Virgen cuando a las cinco de la madrugada fui para asistir al descubrimiento de la imagen. Estuve orando sin interrupción hasta las once y me parecía que acababa de llegar. La Madre Superiora del lugar [122] mandó una hermana para llamarme a desayunar y porque estaba preocupada (118) de que yo no perdiera el tren. La Virgen me dijo muchas cosas. Le ofrecí mis votos perpetuos, sentía que yo era su niña y Ella mi Madre. No me rehusó nada de lo que yo le había pedido.
+ Hoy ya estoy en Vilna. Pequeñas casitas, dispersas, forman el convento. Me parecen algo extrañas después de los grandes edificios de Józefów. Hay solamente dieciocho hermanas. La casita es pequeña, pero la armonía en esta Comunidad es grande. Todas las hermanas me recibieron muy cordialmente, lo que me dio mucho animo antes de afrontar las fatigas que me esperaban. La Hermana Justina [123] hasta había lavado el piso con motivo de mi llegada.
+ Cuando fui a la Bendición, Jesús me iluminó sobre como comportarme con ciertas personas. Con todas mis fuerzas me abracé al Dulcísimo Corazón de Jesús al ver que exteriormente seria expuesta a distracciones debido a la tarea que iba a tener en la huerta y por la que tenia que mantener contactos con laicos.
+ Llegó la semana de la confesión y con alegría vi. a aquel sacerdote al que había conocido antes de venir a Vilna. Lo había conocido en una visión. En ese momento, oí en el alma estas palabras: He aquí Mi fiel siervo, él te ayudará a cumplir Mi voluntad aquí en la tierra. Sin embargo yo no me hice conocer de él, tal y como lo deseaba el Señor. Y durante algún tiempo luché con la gracia. En cada confesión la gracia de Dios me penetraba misteriosamente, pero yo no le revelé mi alma y pensaba no confesarme con este sacerdote. Tras este propósito una inquietud terrible se adueñó de mi alma. Dios me reprochó enérgicamente. Cuando revelé toda mi alma a este sacerdote, Jesús derramó sobre mi alma todo un mar de gracias. Ahora comprendo lo que es la fidelidad a una simple gracia y cómo ella atrae toda una serie de otras gracias.
(119) + Oh Jesús, mantenme a tu lado, mira lo débil que soy, por mi misma no avanzaré ni un paso, por eso Tu, oh Jesús, tienes que estar continuamente conmigo, como la madre cerca de su niño débil, y aun mas.
Empezaron los días de trabajo, de lucha y de sufrimientos. Todo va con su ritmo de convento. Uno queda siempre novicio, tiene que aprender y conocer muchas cosas, porque si bien la regla es igual, cada casa tiene sus propias costumbres, por eso cada cambio es un pequeño noviciado.
5 VIII 1933 fiesta de Nuestra Señora de la Misericordia [124].
Hoy recibí una gracia grande e inconcebible, puramente interior, por la cual agradeceré a Dios en esta vida y por la eternidad…..
Jesús me dijo que yo le agradaría mas meditando su dolorosa Pasión, y a través de esta meditación mucha luz fluye sobre mi alma. Quien quiera aprender la verdadera humildad, medite la Pasión de Jesús. Cuando medito la Pasión de Jesús, se me aclaran muchas cosas que antes no llegaba a comprender. Yo quiero parecerme a Ti, oh Jesús, a Ti crucificado, maltratado, humillado. Oh Jesús, imprime en mi alma y en mi corazón Tu humildad. Te amo, Jesús, con locura. Te [amo] anonadado, como Te describe el profeta [125], que por los grandes sufrimientos no lograba ver en Ti el aspecto humano. En este estado Te amo, Jesús, con locura. Dios Eterno e Inmenso, ¿qué ha hecho de Ti el amor….?
268 11 X 1933 – jueves. Procuré hacer la Hora Santa, pero la empecé con gran dificultad. Algún anhelo comenzó a desgarrar mi corazón. Mi mente quedó ofuscada de manera que no lograba entender las formas simples de las plegarias. Y así pasó una hora de oración o más bien de lucha. Decidí orar otra hora, pero los sufrimientos interiores aumentaron. Una gran (120) aridez y un gran disgusto. Decidí orar durante la tercera hora. En esa tercera hora de plegaria que decidí hacer arrodillada sin ningún apoyo, mi cuerpo empezó a reclamar un descanso. Sin embargo yo no cedí nada. Extendí las manos en forma de cruz y sin pronunciar una palabra, seguí así con un acto de voluntad. Un momento después me quité el anillo del dedo y pedí a Jesús que mirara ese anillo que es el símbolo de nuestra unión eterna y ofrecí al Señor Jesús los sentimientos del día de los votos perpetuos. Un momento después sentí que una ola de amor empezaba a inundar mi corazón. Un repentino recogimiento del espíritu, el silencio de los sentidos, la presencia de Dios penetra al alma. Sé únicamente que estamos Jesús y yo. Lo vi., bajo la misma apariencia que [tenia] cuando lo vi en el primer momento después de los votos perpetuos, cuando también hacia la Hora Santa. Jesús se presentó delante de mí inesperadamente, despojado de las vestiduras, cubierto de llagas en todo el cuerpo, con los ojos llenos de sangre y de lágrimas, la cara desfigurada, cubierta de salivazos. De repente el Señor me dijo: La esposa debe asemejarse a su Esposo. Entendí estas palabras en profundidad. Aquí no hay lugar para ninguna duda. Mi semejanza a Jesús debe realizarse a través del sufrimiento y la humildad. Mira lo que ha hecho Conmigo el amor por las almas humanas, hija Mía; en tu corazón encuentro todo lo que Me niega el numero tan grande de almas. Tu corazón es un descanso para Mí, muchas veces guardo las gracias grandes para el fin de la plegaria.
269 Una vez, mientras hacia una novena al Espíritu Santo por mi confesor, el Señor me contestó: Te lo di a conocer [126] antes de que las Superioras te enviaran aquí; como tú te comportarás con el confesor, así Yo Me comportaré contigo. Si te escondes de él, aunque se trata de la más pequeña de Mis gracias, Yo también Me esconderé de ti y te quedarás sola. Y yo hice según el deseo de Dios y una profunda paz reinó en mi alma. Ahora entiendo cuánto Dios defiende a los confesores y cuánto se pone de parte de ellos.
270 (121) Un consejo del Rev. Sopocko.
Sin humildad no podemos agradar a Dios. Ejercítate en el tercer grado de la humildad, es decir no solamente no recurras a explicaciones y justificaciones cuando te reprochen algo, sino que alégrate de la humillación.
Si las cosas de las que me hablas, proceden verdaderamente de Dios, entonces prepara tu alma a grandes sufrimientos. Encontrarás desaprobaciones y persecuciones. Te van a mirar como a una histérica, una extravagante, pero Dios no escatimará su gracia. Las verdaderas obras de Dios siempre enfrentan dificultades y se caracterizan por el sufrimiento. Si Dios quiere realizar algo, tarde o temprano, lo realizará, lo realizará a pesar de las dificultades y tú, mientras tanto, ármate de gran paciencia.
271 Cuando el Rev. Sopocko fue a la Tierra Santa, confesaba a la Comunidad el Padre jesuita, Dabrowski [127]. Durante una confesión me preguntó si estaba consciente de la vida superior que había en mi alma y que era de un grado sumamente alto. Contesté que estaba consciente de ello y de lo que sucedía en mi interior. A esto el Padre me contestó: No le está permitido, hermana, destruirlo en su alma ni [puede] modificar nada por sí misma. No en todas las almas es evidente esta gran felicidad de la vida superior, en usted, hermana, es visible, porque es de un grado altísimo. Tenga cuidado, hermana, de no malgastar estas grandísimas gracias de Dios, grande por su [la frase interrumpida].
272 Antes, sin embargo, este Padre me había expuesto a muchas pruebas. Y cuando le dije que el Señor quería de mí aquellas cosas [128], se burló de mí y me hizo venir a confesarme a las ocho de la noche. Y cuando fui a las ocho, el hermano estaba cerrando ya la iglesia. Y cuando le dije que informara al Padre que yo había venido (122) y que había sido el Padre que me había dicho venir a esa hora, el buen frailecito fue y advirtió al Padre. El Padre le ordenó decirme que a esa hora los Padres no confesaban. Y volví a casa con nada y no me confesé más con él, pero hice por él una hora de adoración y ciertas mortificaciones, para impetrarle la luz de Dios para que pudiera entender las almas. Pues, cuando el Rev. Sopocko salía y él lo sustituía, me vi. obligada a confesarme con él. Sin embargo, si bien antes no quería reconocerlas, ahora me obliga a una gran fidelidad a estas inspiraciones interiores. A veces Dios permite que sucedan esas cosas, pero sea adorado en todo. Pero es necesaria, sin embargo, una gran gracia para no vacilar.
273 Ejercicios espirituales anuales 10 I 1934.
Oh Jesús mío, se acerca nuevamente el momento en que me quedaré Contigo a solas. Oh Jesús, Te ruego con todo mi corazón, permíteme conocer lo que no Te agrada en mí y al mismo tiempo dame a conocer lo que tengo que hacer para agradarte más. No me niegues esta gracia y quédate conmigo. Yo sé que sin Ti, oh Señor, mis esfuerzos valen poco. Oh, cuánto me alegro de Tu grandeza, oh Señor. Cuanto más Te conozco, tanto mas ardientemente Te deseo y anhelo.
274 Jesús me concedió el conocimiento de mi misma. En esta luz de Dios veo mi defecto principal, es la soberbia, su característica el cerrarme en mi misma, la falta de sencillez en las relaciones con la Madre Superiora [129].
La segunda iluminación, respecto al hablar. A veces hablo demasiado. Para un asunto que podría ser solucionado con dos o tres palabras, yo empleo demasiado tiempo. Mientras tanto Jesús desea que ese tiempo yo lo emplee para pequeñas plegarias con indulgencias por las almas del Purgatorio. Y me dice el Señor que cada palabra será pesada el Día del Juicio.
(123) La tercera iluminación, respecto a nuestra regla. Evito poco las ocasiones que llevan a infringir la regla y especialmente en lo que concierne al silencio. Me comportaré como si la regla hubiera sido escrita solamente para mí y no es asunto mío ver cómo se comportan los demás, con tal que yo me comporte como Dios desea.
Propósito. Cualquier cosa que Jesús desee de mi y que se refiera a cosas exteriores, ir en seguida a decirlo a las Superioras; en el trato con la Superiora procuraré ser abierta y sincera como un niño.
275 Jesús ama a las almas escondidas. Una flor escondida es la que mas perfume tiene dentro de sí. Buscar un retiro para el Corazón de Jesús en mi propio interior. En los momentos difíciles y dolorosos Te entono, oh Creador, un himno de la confianza, porque el abismo de mi confianza hacia Ti, hacia Tu misericordia, es inconmensurable.
276 Desde el momento en que empecé a amar el sufrimiento, este mismo dejó de ser sufrimiento para mí. El sufrimiento es el alimento continuo de mi alma.
No hablaré con cierta persona, porque sé que a Jesús esto no le agrada y ella no saca de eso ningún provecho.
A los pies del Señor, Oh Jesús escondido, Amor eterno, Vida nuestra, Divino Insensato que Te has olvidado de Ti Mismo y nos ves solamente a nosotros. Aún antes de crear el cielo y la tierra, nos llevabas en Tu Corazón. Oh Amor, oh abismo de Tu humillación, oh misterio de felicidad, ¿por qué es tan pequeño el numero de los que Te conocen? ¿Por qué no encuentras reciprocidad? Oh Amor Divino, ¿por qué ocultas Tu belleza? Oh Inconcebible e Infinito, cuanto más Te conozco Te comprendo menos; pero como no alcanzo a comprenderte, comprendo más Tu grandeza. No envidio el fuego a los serafines, porque en mi corazón tengo depositado un don mayor. (124) Ellos Te admiran en éxtasis, pero Tu Sangre se une a la mía. El amor, es el cielo que nos está dado ya aquí en la tierra. Oh, ¿por qué Te escondes detrás de la fe? El amor rasga el velo. No hay velo delante de los ojos de mi alma, porque Tu Mismo me has atraído desde la eternidad al seno de un amor misterioso. Oh indivisible Trinidad, único Dios, a Ti honor y gloria por todos los siglos.
279 Dios me dio a conocer en qué consiste el verdadero amor y me concedió la luz cómo demostrárselo en la práctica. El verdadero amor a Dios consiste en cumplir la voluntad de Dios. Para demostrar a Dios el amor en la práctica, es necesario que todas nuestras acciones, aun las más pequeñas, deriven del amor hacia Dios. Y me dijo el Señor: Niña Mía, mas que nada Me agradas a través del sufrimiento. En tus sufrimientos físicos, y también morales, hija Mía, no busques compasión de las criaturas. Deseo que la fragancia de tus sufrimientos sea pura, sin ninguna mezcla. Exijo que te distancies no solamente de las criaturas, sino también de ti misma. Hija Mía, quiero deleitarme con el amor de tu corazón: amor puro, virginal, intacto, sin ninguna sombra. Hija Mía, cuanto más amaras el sufrimiento, tanto mas puro será tu amor hacia Mí.
280 Jesús me ordena celebrar la Fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la Pascua de Resurrección por el recogimiento interior y por mortificación exterior. Durante tres horas llevé un cinturón [de hierro], orando incesantemente por los pecadores y para obtener misericordia para el mundo entero; y Jesús me dijo: Hoy Mi mirada se posa con complacencia sobre esta casa.
281 Siento muy bien que mi misión no terminara con mi muerte, sino que empezará. Oh almas que dudan, les descorreré las cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para que ya no hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza. Dios es Amor y Misericordia.
282 (125) Una vez el Señor me dijo: Mi Corazón ha sido conmovido por una gran compasión hacia ti, hija Mía queridísima, cuando te he visto hecha pedazos por el gran dolor que sufrías mientras deplorabas tus pecados. Yo veo tu amor tan puro y sincero que te doy la prioridad entre las vírgenes, tú eres el honor y la gloria de Mi Pasión. Veo cada humillación de tu alma y nada se escapa a Mi atención; elevo a los humildes hasta Mi trono, porque así es Mi voluntad.
Oh Dios único en la Santísima Trinidad, deseo amarte como hasta ahora ninguna alma humana Te ha amado; y aunque soy particularmente mísera y pequeñita, no obstante arrojé muy profundamente el ancla de mi confianza en el abismo de Tu misericordia, oh Dios y Creador mío. A pesar de mi gran miseria no tengo miedo de nada, sino que espero cantar eternamente el himno de la gloria. Que no dude alma ninguna mientras viva, aunque sea la mas miserable, cada una puede ser una gran santa, porque es grande el poder de la gracia de Dios. De nosotros depende solamente no oponernos a la actuación de Dios.
Oh Jesús, ojala pudiera transformarme en una neblina delante de Ti para cubrir la tierra con el fin de que Tu santa mirada no vea los terribles crímenes. Oh Jesús, cuando miro el mundo y su indiferencia frente a Ti, siempre me vienen lágrimas a los ojos, pero cuando miro un alma consagrada que es tibia, entonces mi corazón sangra.
1934. Una vez vine a mi celda y estaba tan cansada que antes de comenzar a desvestirme tuve que descansar un momento, y cuando estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le trajera un vaso de agua caliente. A pesar del cansancio, me vestí rápidamente y le traje el agua que (126) deseaba, aunque de la cocina a la celda había un buen trecho de camino y el barro llegaba a los tobillos. Al entrar en mi celda vi. un copón con el Santísimo Sacramento y oí esta voz: Toma este copón y llévalo al tabernáculo. En un primer momento vacilé, pero me acerqué y cuando toqué el copón, oí estas palabras: Con el mismo amor con que te acercas a Mi, acércate a cada una de las hermanas y todo lo que haces a ellas Me lo haces a Mi. Después de un momento me di cuenta de que estaba sola.
+ Una vez, cuando se hacia la adoración por nuestra patria, un dolor estrechó mi alma y empecé a orar de modo siguiente: Jesús Misericordiosísimo, Te pido por la intercesión de Tus Santos y, especialmente, por la intercesión de Tu Amadísima Madre, que Te crió desde la niñez, Te ruego bendigas a mi patria. Jesús, no mires nuestros pecados, sino las lagrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que sufren. Jesús, en nombre de estos inocentes, concédeme la gracia que Te pido para mi patria. En aquel instante vi. al Señor Jesús con los ojos llenos de lagrimas y me dijo: Ves, hija Mía, cuánta compasión les tengo; debes saber que son ellos los que sostienen el mundo.
+ Oh Jesús mío, cuando observo la vida de las almas, veo que muchas Te sirven con cierta desconfianza. Y en ciertos momentos, especialmente cuando hay ocasión para demostrar el amor hacia Dios, justo entonces veo cómo estas almas huyen del campo de batalla. Entonces me dijo Jesús: ¿Tu también, hija Mía, quieres comportarte así? Le contesté al Señor: Oh no, Jesús mío, no me retiraré del campo de batalla, aunque el sudor de la muerte bañe mi frente, no dejaré caer de la mano la espada, hasta que no descanse a los pies de la Santísima Trinidad. Para cualquier cosa que hago, no cuento con mis propias fuerzas, sino con la gracia de Dios. Con la gracia de Dios el alma puede superar victoriosamente las más grandes dificultades.
(127) + Una vez, hablé con Jesús mucho tiempo de nuestras alumnas y animada por su bondad le pregunté si también entre nuestras alumnas tenia almas que eran un consuelo para su Corazón. Y el Señor me contestó que las tenia, pero su amor es débil, por eso las confío a tu cuidado especial; ruega por ellas.
Oh Dios Inmenso, admiro Tu bondad. Tú eres el Señor de las huestes celestiales y Te humillas de ese modo hacia una miserable criatura. Oh, con que ardor deseo amarte con cada latido de mi corazón. No me basta toda la superficie de la tierra, el cielo es demasiado pequeño y el espacio celeste es nada. Únicamente Tu solo me bastas, Dios Eterno. Sólo Tú puedes llenar la profundidad de mi alma.
Los momentos más felices para mi son aquellos cuando me quedo a solas con mi Señor. En aquellos momentos conozco la grandeza de Dios y mi propia miseria.
Una vez Jesús me dijo: No te extrañes si a veces sospechan de ti injustamente. Yo por amor a ti, fui el primero en beber este cáliz de sufrimientos injustos.
Un día, cuando estaba muy conmovida por la eternidad y sus misterios, mi alma empezó a tener miedo y después de reflexionar un momento mas, empezaron a atormentarme varias dudas. Entonces Jesús me dijo: Niña Mía, no tengas miedo de la casa de tu Padre. Deja a los sabios de este mundo las investigaciones inútiles. Yo quiero verte siempre como una niña pequeña. Pregúntale todo con sencillez a tu confesor y Yo te contestaré por su boca.
En cierta ocasión conocí a una persona que pensaba cometer un pecado grave. Pedí al Señor que me enviara los peores tormentos, para que aquella alma fuera preservada. (128) De repente sentí en la cabeza el atroz dolor de la corona de espinas. Eso duró bastante tiempo, pero aquella persona permaneció en la gracia de Dios. Oh Jesús, que fácil es santificarse; es necesario solamente un poco de buena voluntad. Si Jesús descubre en el alma ese poquito de buena voluntad, entonces se apresura a entregarse al alma y nada puede detenerlo, ni los errores, ni las caídas, nada en lo absoluto. Jesús tiene prisa por ayudar a esa alma, y si el alma es fiel a esta gracia de Dios, entonces en muy poco tiempo puede llegar a la máxima santidad a la que una criatura puede llegar aquí en la tierra. Dios es muy generoso y no rehúsa a nadie su gracia, da más de lo que nosotros le pedimos. La fidelidad en el cumplimiento de las inspiraciones del Espíritu Santo es el camino mas corto.
+ Cuando un alma ama sinceramente a Dios, no debe tener nada en su vida espiritual. Que se someta a la influencia de la gracia y que no ponga límites a la unión con el Señor.
+ Cuando Jesús me fascinó con su belleza y me atrajo a si, entonces vi. lo que no le agradaba en mi alma y decidí eliminarlo a toda costa y con la ayuda de la gracia lo eliminé en seguida. Esta generosidad le agrado al Señor y desde aquel momento Dios empezó a concederme gracias superiores. No hago ningunos razonamientos en la vida interior, no analizo nada por cuales caminos me lleva el Espíritu Divino; me basta saber que soy amada y que yo amo. El amor puro me permite conocer a Dios y comprender muchos misterios. El confesor es para mí un oráculo, su palabra es sacrosanta para mí, estoy hablando del director espiritual [130].
+ Una vez el Señor me dijo: Compórtate como un mendigo que cuando recibe una limosna grande no la rehúsa, sino que mas bien agradece con mas cordialidad; y tu también, si te concedo unas gracias mas grandes, no las rehúses diciendo que eres indigna. Yo lo sé; pero tu mas bien alégrate y goza, y toma tantos (129) tesoros de Mi Corazón cuantos puedes llevar, ya que haciendo así Me agradas mas. Te diré algo más: no tomes estas gracias solamente para ti, sino también para el prójimo, es decir invita a las almas con las cuales estás en contacto a confiar en Mi misericordia infinita. Oh cuanto amo a las almas que se Me han confiado totalmente, haré todo por ellas.
+ En ese momento Jesús me preguntó: Niña Mía, ¿cómo van tus ejercicios espirituales? Contesté: Jesús, Tu bien sabes como me van. Si, lo sé, pero quiero oírlo [de] tu boca y [de] tu corazón. Oh mi Maestro, cuando Tu me guías todo me va con facilidad y Te ruego, Señor, no Te alejes nunca de mi. Y me dijo Jesús: Sí, estaré siempre junto a ti si eres siempre una niña pequeña y no tengas miedo de nada; como he sido aquí tu principio, así seré también tu fin. No cuentes con ninguna criatura, ni siquiera en la cosa más pequeña, ya que esto no Me agrada. Yo quiero estar en tu alma solo. Fortificaré tu alma y te daré luz, y conocerás por la boca de Mi sustituto que Yo estoy en ti, y la inquietud se desvanecerá como una niebla ante los rayos del sol.
+ Oh Bien Supremo, deseo amarte como hasta ahora nadie Te ha amado en la tierra. Deseo adorarte con cada momento de mi vida y unir estrechamente mi voluntad a Tu santa voluntad. Mi vida no es monótona ni gris, sino variada como un jardín de flores perfumadas, donde no sé que flor recoger primero; el lirio del sufrimiento o la rosa del amor del prójimo o la violeta de la humildad. No voy a enumerar estos tesoros que cada día tengo en abundancia. Es una gran cosa saber aprovechar el momento presente.
+ Oh Jesús, Luz Suprema, haz que yo me conozca y penetra con Tu luz mi alma oscura, y llena de Ti el abismo de mi alma, ya que solamente Tu […..].
Oh Jesús mío, Vida, Camino y Verdad, Te ruego, tenme cerca de Ti, como la madre estrecha al seno a su niño pequeño, ya que yo no soy solamente una niña incapaz, sino un cúmulo de miseria y de nulidad.
(130) + Un secreto del alma. Vilna 1934
Una vez, cuando el confesor me mandó preguntar al Señor Jesús por el significado de los dos rayos que están en esta imagen [113]; contesté que sí, que se lo preguntaría al Señor.
Durante la oración oí interiormente estas palabras: Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas ……………………………….
Ambos rayos brotaron de las entrañas mas profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza.
Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzara la justa mano de Dios. Deseo que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección sea la Fiesta de la Misericordia.
+ Pide a Mi siervo fiel [132] que en aquel día hable al mundo entero de esta gran misericordia Mía; que quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas.
+ La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia.
+ Oh, cuánto Me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy santo y justo, y no cree que Yo soy la Misericordia, no confía en Mi bondad. También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad.
Mi Corazón se alegra de este titulo de misericordia.
Proclama que la misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de Mis manos están coronadas por la misericordia.
(131) + Oh Amor Eterno, deseo que Te conozcan todas las almas que has creado. Desearía hacerme sacerdote, para hablar incesantemente de Tu misericordia a las almas pecadoras, hundidas en la desesperación. Desearía ser misionero y llevar la luz de la fe a los países salvajes para darte a conocer a las almas y morir en el martirio, sacrificada por ellas como Tu has muerto por mi y por ellas. Oh Jesús, sé perfectamente que puedo ser sacerdote, misionero y predicador, puedo morir en el martirio anonadándome totalmente y negándome a mi misma por el amor hacia Ti, Jesús, y hacia las almas inmortales. Un gran amor sabe transformar las cosas pequeñas en cosas grandes y solamente el amor da valor a nuestras acciones; y cuánto mas puro se hace nuestro amor, tanto menos tendrá por destruir en nosotros el fuego del sufrimiento, y el sufrimiento dejará de serlo para nosotros. Se convertirá en un gozo. Con la gracia de Dios he recibido ahora esta disposición del corazón, de que nunca estoy tan feliz como cuando sufro por Jesús, al que amo con cada latido del corazón.
Una vez, cuando tenia un gran sufrimiento, dejé mi trabajo para correr a Jesús y pedirle que me ayudara. Después de una corta plegaria volvi al trabajo llena de entusiasmo y alegria. En ese momento una hermana me dijo: Sin duda, hermana, usted tiene hoy muchas consolaciones, dado que está tan radiante. Dios seguramente no le da ningun sufrimiento, sino exclusivamente consolaciones. Contesté: Usted, hermana, está equivocada, ya que justamente cuando sufro mucho, mi gozo es mayor, mientras que cuando sufro poco, tambien mi gozo es mas pequeño. Pero aquella alma me daba a entender que no me comprendia. Traté de explicarselo: Cuando sufrimos mucho, tenemos una gran oportunidad de demostrarle a Dios que lo amamos, mientras cuando sufrimos poco, tenemos poca posibilidad de demostrar a Dios nuestro amor y cuando no sufrimos nada, entonces nuestro amor no es grande ni puro. Con la gracia de Dios podemos llegal [al punto] en que el sufrimiento se transformará para nosotros en gozo, puesto que el amor sabe hacer tales cosas en las almas puras.
(132) + Oh Jesús mío, mi única esperanza, Te agradezco este gran libro que has abierto delante de los ojos de mi alma. Este gran libro es Tu Pasión afrontada por amor hacia mí. De este libro he aprendido cómo amar a Dios y a las almas. En él están encerrados inagotables tesoros para nosotros. Oh Jesús, que pocas son las almas que Te entienden en Tu martirio de amor. Oh, que grande es el fuego del amor purísimo que arde en Tu Sacratísimo Corazón. Feliz el alma que ha entendido el amor del Corazón de Jesús.
Mi mayor deseo es que las almas Te conozcan, que sepan que eres su eterna felicidad, que crean en Tu bondad y que alaben Tu infinita misericordia.
He rogado a Dios que me conceda la gracia de que mi naturaleza sea fuerte y resistente a las influencias que a veces quieren distraerme del espíritu de la regla y de las pequeñas normas, ya que éstas son como pequeñas polillas que quieren destruir en nosotros la vida interior y sin duda la destruirán, si el alma es consciente de estas pequeñas transgresiones y a pesar de eso, las toma a la ligera como cosas de poco importancia. En una orden religiosa yo no veo nada de poca importancia. No me importa que a veces me expongo a disgustos e ironías, lo importante es que mi espíritu esté en buena armonía con el espíritu de las reglas, de los votos y de las normas religiosas.
Oh Jesús mío, deleite de mi corazón, Tu conoces mis deseos. Quisiera esconderme a los ojos humanos, viviendo de modo como si no viviera. Quiero vivir pura como una flor de campo; quiero que mi amor esté dirigido siempre hacia Ti, como la flor que gira siempre hacia el sol. Deseo que el perfume y la frescura de la flor de mi corazón estén siempre guardados exclusivamente para Ti. Quiero vivir bajo Tu mirada divina, ya que Tu solo me bastas. Cuando estoy Contigo, oh Jesús, no tengo miedo de nada, porque nada puede dañarme.
(133) + 1934. Una vez, durante la Cuaresma, encima de nuestra capilla y de nuestra casa, vi. una gran claridad y una gran oscuridad. Vi la lucha de estas dos potencias…..
308 1934. Jueves Santo. Jesús me dijo: Deseo que te ofrezcas como victima por los pecadores y, especialmente, por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.
Dios y las almas. – Acto de ofrecimiento.
309 Ante el cielo y la tierra, ante todos los coros de los angeles, ante la Santísima Virgen Maria, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino, que hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como victima por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia. Este ofrecimiento consiste en que tomo [con] la total sumisión a la voluntad de dios, todos los sufrimientos, y los temores, y los miedos que llenan a los pecadores y en cambio les cedo todas las consolaciones que tengo en el alma, que provienen de mi comunión con Dios. En una palabra, les ofrezco todo: las Santas Misas, las Santas Comuniones, las penitencias, las mortificaciones, las plegarias. No temo los golpes, los golpes de la Justicia de Dios, porque estoy unida a Jesús. Oh Dios mío, con esto deseo compensarte por las almas que no confían en Tu bondad. Contra toda [la esperanza] confío en el mar de Tu misericordia. Oh Señor y Dios mío, mi destino… mi destino para la eternidad, no pronuncio este acto de ofrecimiento basándome en mis propias fuerzas, sino en el poder que deriva de los meritos de Jesucristo. Este acto de ofrecimiento lo repetiré todos los días con la siguiente plegaria que Tu Mismo me enseñaste, oh Jesús: Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío..

Sor M. Faustina del Santísimo Sacramento
Jueves Santo, durante la Santa Misa,
29 d., 3 m., 1934 año {29 de marzo de 1934].
(134) Te doy una pequeña parte en la Redención del genero humano. Tú eres el alivio en el momento de Mi Agonía.
Al haber recibido el permiso de mi confesor [133] para hacer este acto de ofrecimiento, en poco tiempo conocí que este acto fue agradable a Dios, ya que empecé a sentir sus consecuencias. En un momento mi alma se hizo como una roca: árida, llena de tormentos y de inquietud. Varias blasfemias e imprecaciones retumbaban en mis oídos. La desconfianza y la desesperación se albergaron en mi corazón. He aquí la condición de los miserables que yo había tomado sobre mí. En un primer momento me asusté mucho de estos horrores, pero con la primera confesión fui tranquilizada.
+ Una vez, cuando fui a confesarme fuera del convento, sucedió que mi confesor [134] estaba celebrando la Santa Misa. Un momento después vi. sobre el altar al Niño Jesús que cariñosamente y con alegría extendía sus manitas hacia el, pero aquel sacerdote, un momento después, tomo este bello Niño en las manos y lo partió y lo comió vivo. En un primer momento sentí aversión a ese sacerdote por comportarse así con Jesús, pero en seguida fui iluminada al respecto y conocí que el sacerdote era muy agradable a Dios.
+ Una vez, cuando estaba en [el taller] de aquel pintor [135] que pintaba esa imagen, vi. que no era tan bella como es Jesús. Me afligí mucho por eso, sin embargo lo oculté profundamente en mi corazón. Cuando salimos del taller del pintor, la Madre Superiora [136] se quedó en la ciudad para solucionar diferentes asuntos, yo volví sola a casa. En seguida fui a la capilla y lloré muchísimo. ¿Quién te pintará tan bello como Tú eres? Como respuesta oí estas palabras: No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia.
+ En cierta ocasión, cuando por la tarde fui a la huerta, el Ángel Custodio me dijo: Ruega por los agonizantes. Comencé en seguida el rosario por los agonizantes junto con las jovencitas que ayudaban en la huerta. Terminando el rosario rezamos varias invocaciones por los agonizantes. Terminadas las plegarias, las alumnas se pusieron a hablar alegremente. (135) A pesar del ruido que hacían oí en el alma estas palabras: Ruega por mí. Como no lograba entender bien estas palabras, me alejé unos pasos de las alumnas, pensando en ¿quién podría ser aquel que me hacia rezar? De repente oí estas palabras: Soy Sor [137]…. Esa hermana estaba en Varsovia, mientras yo estaba entonces en Vilna. Ruega por mí hasta que te diga cesar. Estoy agonizando. En seguida empecé a orar con fervor por ella al Corazón agonizante de Jesús y, sin descansar, rogué así desde las tres hasta las cinco de la tarde. A las cinco oí esta palabra: Gracias. Entendí que ya había muerto. No obstante, al día siguiente, durante la Santa Misa rogué con fervor por su alma. Por la tarde llegó una tarjeta que decía que la hermana …. había fallecido a tal hora. Me di cuenta de que era la misma hora en la que me dijo ruega por mi.
Oh Madre de Dios, Tu alma estuvo sumergida en el mar de amargura, mira a Tu niña y enséñale a sufrir y a amar en el sufrimiento. Fortalece mi alma, para que el dolor no la quebrante. Madre de la gracia, enséñame a vivir en Dios.
Una vez me visitó la Virgen Santísima. Estaba triste con los ojos clavados en el suelo; me dio a entender que tenía algo que decirme, pero por otra parte me daba a conocer como si no quisiera decírmelo. Al darme cuenta de ello, empecé a pedir a la Virgen que me lo dijera y que volviera la mirada hacia mí. En un momento Maria me miró sonriendo cordialmente y dijo: Vas a padecer ciertos sufrimientos a causa de una enfermedad y de los médicos, además padecerás muchos sufrimientos por esta imagen, pero no tengas miedo de nada. Al día siguiente me puse enferma y sufrí mucho, tal y como me lo había dicho la Virgen, pero mi alma está preparada para los sufrimientos. El sufrimiento es el compañero permanente de mi vida.
Oh Dios mío, mi única esperanza, en Ti he puesto toda mi confianza y sé que no me desilusionaré.
(136) A veces, después de la Santa Comunión, siento la presencia de Dios de modo particular, sensible. Siento que Dios está en mi corazón. Y el hecho de sentir a Dios en el alma, no me impide en absoluto cumplir mis tareas; aún cuando realizo los más importantes asuntos que requieren atención, no pierdo la presencia de Dios en el alma y quedo estrechamente unida a Él. Con Él voy al trabajo, con Él voy al recreo, con Él sufro, con Él gozo, vivo en Él y Él en mi. No estoy nunca sola, ya que Él es mi compañero permanente. Siento su presencia en cada momento. Nuestra familiaridad es estrecha a causa de la unión de la sangre y de la vida.
9 VIII 1934. La adoración nocturna del jueves [138]. Hice la adoración desde las once hasta las doce. Hice esta adoración por la conversión de los pecadores empedernidos y especialmente por los que perdieron la esperanza en la Divina Misericordia. Meditaba sobre lo mucho que Dios sufrió y lo grande que es el amor que nos mostró, y nosotros no creemos que Dios nos ama tanto. Oh Jesús, ¿Quién lo comprenderá? ¡Qué dolor para nuestro Salvador! Y ¿Cómo puede convencernos de su amor si [su] muerte no llega a convencernos? Invité a todo el cielo a que se uniera a mi para compensar al Señor la ingratitud de ciertas almas.
Jesus me enseñó cuánto le agrada la plegaria reparadora; me dijo: La plegaria de un alma humilde y amante aplaca la ira de Mi Padre y atrae un mar de bendiciones. Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con una intencion de desgarrarme en pedazos. Me di cuenta de que no eran perros sino demonios. Uno de ellos dijo con rabia: Como esta noche nos has llevado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos. Contesté: Si tal es la voluntad de Dios misericordiosísimo, desgárrenme en pedazos, porque me lo he merecido justamente, siendo la mas miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso. A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron: Huyamos porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella. Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable misericordia Divina.
(137) 12 VIII 1934
Un desmayo repentino, sufrimiento preagónico. No era la muerte, es decir el pasaje a la verdadera vida, sino una muestra de los sufrimientos de la misma. La muerte es espantosa a pesar de darnos la vida eterna. De repente me sentí mal, la falta de respiración, la oscuridad delante de los ojos, la sensación del debilitamiento de los miembros este sofocamiento es atroz. Un instante de este sofocamiento es infinitamente largo… A pesar de la confianza, viene también un extraño miedo. Deseé recibir los últimos santos sacramentos. Sin embargo la Confesión resulta muy difícil a pesar del deseo de confesarme. Uno no sabe lo que dice; comienza a decir una cosa, deja la otra sin terminar. Oh, que Dios preserve a cada alma de aplazar la confesión a la última hora. Conocí el gran poder de las palabras del sacerdote que descienden sobre el alma del enfermo. Cuando pregunté al Padre espiritual si estaba preparada para presentarme delante de Dios y si podía estar tranquila, recibí la respuesta: Puedes estar completamente tranquila no solamente ahora, sino después de cada confesión semanal. La gracia de Dios que acompaña estas palabras del sacerdote es grande. El alma siente la fortaleza y el arrojo para la lucha.
Oh Congregación, madre mía, ¡que dulce es vivir en ti, pero todavía mejor es morir!
Recibidos los últimos santos sacramentos, se produjo una mejoría total. Me quedé sola, eso duró una media hora y el ataque se repitió, pero ya no tan fuerte, porque el tratamiento medico lo impidió.
Mis sufrimientos los uní a los sufrimientos de Jesús y los ofrecí por mí y por la conversión de las almas que no confiaban en la bondad de Dios. De repente mi celda se llenó de figuras negras, llenas de furia y de odio hacia mí. Una de ellas dijo: Maldita tú y Aquel que está en ti, porque ya empiezas a atormentarnos en el infierno. En cuanto pronuncié: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, en seguida esas figuras desaparecieron ruidosamente.
324 Al día siguiente me sentía muy débil, pero ya no experimentaba ningún sufrimiento. Después de la Santa Comunión vi. Al Señor Jesús bajo la apariencia que ya había visto durante una de las adoraciones. La mirada del Señor traspasó mi alma por completo y ni siquiera el más pequeño polvillo se escapó a su atención. Y dije a Jesús: Jesús, pensé que me ibas a llevar. Y Jesús me contestó: Aun no se ha cumplido plenamente Mi voluntad en ti; te quedaras todavía en la tierra, pero no mucho tiempo. Me agrada mucho tu confianza, pero el amor ha de ser más ardiente. (138) El amor puro da fuerza al alma en la agonía misma. Cuando agonizaba en la cruz, no pensaba en Mí, sino en los pobres pecadores y rogaba al Padre por ellos. Quiero que también tus últimos momentos sean completamente semejantes a los Míos en la cruz. Hay un solo precio con el cual se compran las almas, y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en la cruz. El amor puro comprende estas palabras, el amor carnal no las comprenderá nunca.
325 Año 1934. El día de la Asunción de la Santísima Virgen no fui a la Santa Misa. La doctora [139] no me lo permitió, pero oré con fervor en la celda. Poco después vi. a la Virgen que era de una belleza indescriptible y que me dijo: Hija mía, exijo de ti oración, oración y una vez más oración por el mundo, y especialmente por tu patria. Durante nueve días recibe la Santa Comunión reparadora, únete estrechamente al sacrificio de la Santa Misa. Durante estos nueve días estarás delante de Dios como una ofrenda, en todas partes, continuamente, en cada lugar y en cada momento, de día y de noche, cada vez que te despiertes, ruega interiormente. Es posible orar interiormente sin cesar.
Una vez Jesús me dijo: Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada en la cruz.
327 Una vez el confesor {140} me preguntó cómo debía ser colocada la inscripción, ya que todo eso no cabía en la imagen.
Contesté que rezaría y que daría la respuesta la semana siguiente. Al alejarme del confesionario, y pasando cerca del Santísimo Sacramento, recibí el entendimiento interior de cómo debía ser la inscripción. Jesús me recordó lo que me había dicho la primera vez, es decir, que estas tres* palabras debían ser puestas en evidencia. Las palabras son éstas: Jesús, en Ti confío. Entendí que Jesús deseaba que fuera colocada esa frase, pero además de estas palabras no daba otras órdenes precisas.
Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: Jesús, en Ti confío.
328 Oh, Amor purísimo, reina totalmente en mi corazón y ayúdame a cumplir Tu santa voluntad del modo más fiel posible.
(139) Al final del retiro espiritual de tres días, me di cuenta que estaba andando por un camino escalabroso y tropezaba a cada instante, y veía que detrás de mi iba otra figura que me sostenía continuamente y yo no estaba contenta de esto y pedí a esa figura que se apartara de mi, porque yo quería andar sola. Sin embargo, esa figura a la que yo no lograba reconocer, no me dejó ni por un instante. Eso me impacientó, me volví hacia ella y la rechacé de mí. En aquel instante reconocí en esa figura a la Madre Superiora [141] y en el mismo momento vi. que no era la Madre Superiora, sino el Señor Jesús que me miró profundamente y me dio a conocer lo mucho que le dolía cuando en las cosas más pequeñas yo no trataba de cumplir la voluntad de la Superiora que es Mi voluntad. Pedí vivamente perdón al Señor y esa advertencia la tomé muy a pecho.
+ Una vez me dijo el confesor que rogara según su intención, y comencé una novena a la Santísima Virgen. Esa novena consistía en rezar nueve veces la Salve Regina. Al final de la novena vi. a la Virgen con el Niño Jesús en los brazos y vi también a mi confesor que estaba arrodillado a sus pies y hablaba con Ella. No entendía de que hablaba con la Virgen porque estaba ocupada en hablar con el Niño Jesús que había bajado de los brazos de la Santísima Madre y se acercó a mí. No dejaba de admirar su belleza. Oí algunas palabras que la Virgen le decía, pero no oí todo. Las palabras son éstas: Yo no soy no sólo la Reina del Cielo, sino también la Madre de la Misericordia y tu Madre. En ese momento extendió la mano derecha en la que tenia el manto y cubrió con el al sacerdote. En ese instante la visión desapareció.
Oh, qué grande es la gracia de tener al director espiritual. Se progresa mas rápidamente en las virtudes, se conoce mas claramente la voluntad de Dios, se la cumple mas fielmente, se avanza en un camino cierto y seguro. El director espiritual sabe evitar las rocas contra las cuales [el alma] podría estrellarse. Dios me concedió esta gracia más bien tarde, pero gozo de ella mucho, viendo como Dios consiente los deseos del director espiritual. Menciono un solo hecho de entre un millar que me sucede. Como de costumbre, una noche pedí al Señor Jesús que me diera los puntos para la meditación del día siguiente [142]. Recibí la respuesta: Medita sobre el profeta Jonás y sobre su misión.
Agradecí al Señor, pero dentro de mí empecé a pensar: Que meditación tan diferente (140) de otras. Sin embargo, con toda la fuerza del alma trataba de meditar y en aquel profeta me descubrí a mi, en el sentido de que yo también con frecuencia me excusaba delante de Dios [diciendo] que otra persona podría cumplir mejor su santa voluntad, sin entender que Dios lo puede todo, que tanto mas destaca todo su poder, cuanto mas mísero es el instrumento que utiliza. Dios me lo explicó. Por la tarde hubo confesion de la Comunidad. Cuando presenté al director espiritual el temor que me envuelve a razon de esta mision [143] a la que Dios me utiliza como un instrumento inhábil, el Padre espiritual me contestó que queramos o no queramos, debemos cumplir la voluntad de Dios y me dio el ejemplo del profeta Jonas. Terminada la confesion, contemplaba como el confesor sabia que Dios me había mandado meditar sobre Jonás, ya que yo no le había hablado de eso. Entonces oí estas palabras: El sacerdote, cuando Me sustituye, no es él quien obra, sino Yo a traves de él, sus deseos son Mios. Veo como Jesús defiende a sus sustitutos. Él Mismo interviene en su actuar.
+ Jueves. Al empezar la Hora Santa, queria sumergirme en la agonia de Jesús en el Huerto de los Olivos. De repente oí en el alma la voz: Medita los misterios de la Encarnación. Y de pronto, delante de mi aparecio el Niño Jesús de una belleza resplandeciente. Me dijo cuánto agradaba a Dios la sencillez del alma. Aunque Mi grandeza es inconcebible, trato solamente con los pequeños, exijo de ti la infancia del espiritu.


Ahora veo claramente cómo Dios obra por medio del confesor y cómo es fiel a sus promesas. Hace dos semanas el confesor me ordenó meditar sobre la infancia del espiritu. Al principio eso me resultaba algo difícil, sin embargo, el confesor sin hacer caso a mi dificultad, me ordenó continuar la meditacion sobre la infancia del espiritu. En la practica esta infancia debe manifestarse asi: El niño no se ocupa del pasado ni del futuro, sino que aprovecha el momento presente. Deseo destacar esta infancia del espiritu en usted, hermana, y doy a eso mucha importancia.
Veo cómo [el Señor Jesús] se inclina a los deseos del confesor, ya que en este periodo no se me aparece como maestro en la plenitud de fuerzas y de humanidad como adulto, sino que se me aparece como un niño pequeño. Este Dios infinito, se humilla hasta mí bajo la apariencia de un niñito pequeño. Pero la mirada de mi alma no se detiene en la superficie. Aunque tomas la apariencia de un niñito pequeño, yo veo en Ti al Inmortal, al Infinito Señor de los señores, adorado (141) dia y noche por los espiritus puros, para el cual arden los corazones de los serafines con el fuego del amor purisimo. Oh Cristo, oh Jesús, deseo superarlos en el amor hacia Ti. Les pido el perdon, oh espiritus puros, por haber osado compararme con ustedes. Yo, un abismo de miseria, una vorágine de miseria, pero Tu, oh Dios, que eres un abismo inconcebible de misericordia, absórbeme como el ardor del sol absorbe una gota de rocio. Tu mirada amorosa allana todo abismo. Me siento sumamente feliz de la grandeza de Dios. Ver la grandeza de Dios, es para mi absolutamente suficiente para sentirme feliz por toda la eternidad.
Una vez, al ver a Jesús bajo la apariencia de un niñito pequeño, pregunte: Jesús, ¿Por qué ahora tratas conmigo tomando el aspecto de un niñito pequeño? Después de todo, yo veo en Ti a Dios Infinito, al Creador y a mi Señor. Jesús me contesto que hasta que yo no aprendiera la sencillez y la humildad, trataria conmigo como a un niño pequeño.
+ 1934. Durante la Santa Misa en la que Jesús fue expuesto en el Santisimo Sacramento, antes de la Santa Comunión vi dos rayos que salian de la Hostia Santisima, tal y como estan pintados en la imagen; uno rojo y otro palido. Se reflejaban sobre cada una de las hermanas y sobre las alumnas, pero no sobre todas de modo igual. Sobre algunas estaban apenas esbozados. Era el dia en que terminabamos los ejercicios espirituales de las jovencitas.
22 XI 1934 + Una vez, el Padre espiritual [144] me ordenó reflexionar bien sobre mi, y analizar si no había en mi algun apego a alguna cosa o criatura o a mi misma, y si no había en mi una inclinación a hablar inútilmente, ya que todo eso impedia al Señor Jesús administrar libremente en mi alma. Dios está celoso de nuestros corazones y quiere que lo amemos exclusivamente a Él.
Cuando comencé a reflexionar profundamente sobre mi, no noté estar apegada a alguna cosa, pero, como en todas mis cosas, tambien en ésta tenia miedo de mi misma y no me fiaba de mi misma. Cansada de este minucioso analisis, fui delante del Santisimo Sacramento y rogué a Jesús con toda la fuerza de mi alma: Jesús, Esposo mio, Tesoro de mi corazon, (142) Tú sabes que Te conozco solamente a Ti y que no conozco otro amor fuera de Ti, pero, Jesús, si tomara apego a cualquier cosa fuera de Ti, Te ruego y te suplico, Jesús, por el poder de Tu misericordia, hazme morir inmediatamente, porque prefiero morir mil veces, que engañarte una vez en la cosa mas pequeña.
En aquel momento, Jesús se presentó subitamente delante de mi, no sé de dónde, resplandeciente de una belleza indecible, con una tunica blanca, con las manos levantadas, y me dijo estas palabras: Hija Mia, tu corazon es Mi descanso, es Mi complacencia. En él encuentro todo lo que un gran numero de almas Me niega. Dilo a Mi sustituto. Y repentinamente no vi nada mas, solamente todo un mar de consolaciones entró en mi alma.
Ahora comprendo que nada puede ponerme barreras en el amor hacia Ti, Jesús, ni el sufrimiento, ni las contrariedades, ni el fuego, ni la espada, ni la muerte misma. Me siento mas fuerte que todo eso. Nada puede compararse con el amor. Veo que las cosas mas pequeñas, cumplidas por un alma que ama sinceramente a Dios, tienen un valor inestimable en los ojos de sus santos.
11 V 1934. Una mañana, después de haber abierto la puerta para dejar salir a nauestra gente [145] que traia el pan, entré un momento en la pequeña capilla, para hacer a Jesús una visita de un minuto y para renovar las intenciones del dia. Oh Jesús, hoy todos los sufrimientos, las mortificaciones, las plegarias, las ofrezco por el Santo Padre para que apruebe esta Fiesta de la Misericordia. Pero, Jesús, debo decirte todavía una palabra. Estoy muy sorprendida de que me ordenas hablar de esta Fiesta de la Misericordia, mientras esta Fiesta [146] según me dicen, ya existe, entonces ¿para qué he de hablar de ella?
Y Jesús me contestó: ¿Quién, de entre la gente, sabe de ella? Nadie. Y hasta aquellos que han de proclamarla y enseñar a la gente esta misericordia, muchas veces ellos mismos no lo saben; por eso quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se la venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella.
Haz una novena según la intencion del Santo Padre, que debe constar de treinta y tres actos, es decir de repetir este mismo numero de veces la oracion a la misericordia que te he enseñado.

(143) El sufrimiento es el tesoro mas grande que hay en la tierra, purifica al alma. En el sufrimiento conocemos quien es nuestro verdadero amigo. El amor verdadero se mide con el termómetro del sufrimiento.
343 Oh Jesús, Te doy gracias por las pequeñas cruces cotidianas, por las contrariedades con las que tropiezan mis propositos, por el peso de la vida comunitaria, por una mala interpretación de [mis] intenciones, por las humillaciones por parte de los demas, por el comportamiento aspero frente a nosotros, por las sospechas injustas, por la salud debil y por el agotamiento de las fuerzas, por repudiar yo mi propia voluntad, por el anonadamiento de mi propio yo, por la falta de reconocimiento en todo, por los impedimentos hechos a todos [mis] planes.
Te doy gracias, Jesús, por los sufrimientos interiores, por la aridez del espiritu, por los miedos, los temores y las dudas, por las tinieblas y la densa oscuridad interior, por las tentaciones y las distintas pruebas, por las angustias que son difíciles de expresar y especialmente por aquellas en las que nadie nos comprende, por la hora de la muerte, por el duro combate durante ella,m por toda la amargura.
Te agradezco, Jesús, que has bebido el caliz de la amargura antes de darmelo endulzado. He aquí, he acercado los labios a este caliz de Tu santa voluntad; hagase de mi según Tu voluntad, que se haga de mi lo que Tu sabiduría establecio desde la eternidad. Deseo beber hasta la ultima gotita el caliz de la predestinacion, no quiero analizar essta predestinacion; en la amargura mi gozo, en la desesperación, mi confianza. En ti, oh Señor, todo lo que da Tu Corazon paternal es bueno; no pongo las conglobaciones por encima de las amarguras, ni las amarguras por encima de las consolaciones, sino que Te agradezco todo, oh Jesús. Mi deleite consiste en contemplarte, oh Dios Inconcebible. En estas existencias misteriosas está mi alma, es alli donde siento que estoy en mi casa. Conozco bien la morada de mi Esposo. Siento que en mi no hay ni una gota de sangre que no arda de amor hacia Ti.
Oh Belleza Eterna, quien Te conoce una vez solamente, no puede amar ninguna otra cosa. Siento la vorágine insondable de mi alma y que nada la puede llenar, sino Dios Mismo. Siento que me hundo en Él como un granito de arena en un océano sin fondo.
(144) 20 XII 1934
344 Una noche, al entrar yo en la celda, vi. al Señor Jesús expuesto en la custodia, como si estuviera a cielo abierto. A los pies del Señor Jesús vi a mi confesor y detrás de él a un gran número de eclesiásticos de alto rango, con ropa que nunca había visto, salvo en visión. Y detrás de ellos varias clases de eclesiásticos; más allá vi. una multitud tan grande de gente que no pude abarcarla con la vista. Vi saliendo de la Hostia estos dos rayos que están en la imanten, que se unieron estrechamente, pero no se confundieron y pasaron a las manos de mi confesor, y después a las manos de los eclesiásticos y de sus manos pasaron a las manos de la gente, y volvieron a la Hostia… y en aquel momento me vi. entrando en la celda.
22 XII 1934. Cuando me tocó en la semana de ir a confesarme, llegué cuando mi confesor estaba celebrando la Santa Misa. En la tercera parte de la Santa Misa vi al Niño Jesús, un poco más pequeño que de costumbre y con la diferencia de que tenía un delantalcito de color violeta, mientras habitualmente lo tenía blanco.
24 XII 1934. La Vigilia de la Navidad. Por la mañana durante la Santa Misa sentí la cercanía de Dios, mi espíritu se sumergió en Dios inconscientemente. De repente escuché estas palabras: Tú eres una morada agradable para Mí, en ti descansa Mi Espíritu.
Después de estas palabras sentí la mirada del Señor dirigida al fondo de mi corazón y viendo mi miseria me humillé en espíritu y admiré la gran misericordia de Dios, y que este Altísimo Señor se acercaba a tal miseria.
Durante la Santa Comunión la alegría inundó mi alma, sentía que estaba unida estrechamente a la Divinidad; su omnipotencia absorbió todo mi ser, durante el día entero sentí la cercanía de Dios de modo particular, y aunque los deberes no me permitieron ir a la capilla ni por un momento durante todo el día, sin embargo no hubo ni un instante en que no estuviera unida a Dios, lo sentí dentro [145] de mi de una manera mas sensible que cualquier otra vez. Saludaba sin cesar a la Santísima Virgen, ensimismándome en su Espíritu, le rogaba enseñarme un verdadero amor a Dios. De repente oí estas palabras: Te revelaré el secreto de mi felicidad en la noche, durante la Santa Misa.
La cena fue antes de las seis; a pesar de la alegría y el ruido exterior que hay cuando se parte el "oplatek" [y durante] las felicitaciones mutuas, ni por un instante fui privada de la presencia de Dios. Después de la cena nos apresuramos con el trabajo y a las nueve pude ir a la adoración a la capilla. Había obtenido el permiso de no acostarme, sino esperar la Misa de Medianoche. Me alegré muchísimo; desde las nueve hasta las doce tenias el tiempo libre. De nueve a diez hice la adoración por mis padres y por toda mi familia; de diez a once hice la adoración por mi director espiritual; primero agradecí a Dios que se dignó darme aquí en la tierra esta gran ayuda visible tal y como me lo había prometido y por otro lado, pedí a Dios que le diera luz para que pudiera conocer mi alma y guiarme según a Dios le agradaba. Desde las once hasta las doce rogué por la Santa Iglesia y por el clero, por los pecadores, por las misiones, por nuestras casas las indulgencias las ofrecí por las almas del purgatorio.
Las doce, 25 XII 1934.
Misa de Medianoche. En cuanto empezó la Santa Misa, el recogimiento interior empezó a adueñarse de mí, el gozo inundó mi alma. Durante el ofertorio vi. a Jesús en el altar, [era] de una belleza incomparable. Durante todo el tiempo el Niñito miró a todos, extendiendo sus manitas. Durante la elevación el Niñito no miraba hacia la capilla, sino hacia el cielo; después de la elevación volvió a mirarnos, pero muy poco tiempo, porque como siempre fue partido y comido por el sacerdote. Pero el delantalcito ya lo tenía blanco. Al día siguiente vi. lo mismo y al tercer día igual. Es difícil expresar la alegría que tenia en el alma. (146) Esta visión se repitió durante tres Santas Misas, igual como en las primeras.
Año 1934.
Primer jueves después de Navidad. Olvidé completamente que hoy es jueves, por eso no hice la adoración. Junto con otras [hermanas] fui al dormitorio a las nueve. Extrañamente no lograba dormir. Me parecía que no había cumplido algo. En la memoria hice un repaso de mis obligaciones y no pude recordar nada; eso duró hasta las diez. A las diez vi el rostro martirizado de Jesús. De Pronto Jesús me dijo estas palabras: Te esperé para compartir contigo el sufrimiento, ya que ¿quien puede comprender Mis sufrimientos mejor que Mi esposa? Pedí el perdón a Jesús por ser tibia. Avergonzada, sin atreverme a mirar a Jesús, pero con el corazón contrito, pedí que Jesús se signara darme una espina de su corona. Jesús contestó que me daría esa gracia, pero al día siguiente e inmediatamente la visión desapareció.
Por la mañana, durante la meditación sentí una espina dolorosa en la parte izquierda de la cabeza; el dolor duró el día entero, pensé continuamente como Jesús había logrado soportar el dolor de tantas espinas que hay en la corona. Uní mis sufrimientos a los sufrimientos de Jesús y los ofrecí por los pecadores. A las cuatro, al venir a la adoración, vi a una de nuestras alumnas ofendiendo terriblemente a Dios con los pecados impuros de pensamiento. Vi también a cierta persona por la cual pecaba. Un temor atravesó mi alma y pedí a Dios, por los dolores de Jesús, que se dignara sacarla [de] esa horrible miseria. Jesús me contestó que le concedería la gracia no por ella, sino por mi plegaria; entonces comprendí cuánto deberíamos rogar por los pecadores y especialmente por nuestras alumnas.
Nuestra vida es verdaderamente apostólica, no sé imaginarme a una religiosa que viva en nuestras
Casas, es decir en la Congregación nuestra, que no tenga el espíritu apostólico; el celo por la salvación de las almas debería arder en nuestros corazones.
(147) Oh Dios mío, cómo es dulce sufrir por Ti, sufrir en los rincones mas secretos del corazón, muy ocultamente, arder como una victima sin ser vista por nadie, pura como el cristal, sin consolación alguna ni compasión. Mi espíritu arde con el amor activo, no pierdo tiempo en ninguna fantasía, tomo cada momento por separado, ya que esto está en mi poder; el pasado no me pertenece, el futuro no [es] mío, el tiempo presente trato de aprovecharlo con toda el alma.
4 I 1935. Primer capitulo [147] de la Madre Borgia.
Durante este capitulo la Madre [148] resaltaba la vida de fe y la fidelidad en las cosas pequeñas. En la mitad del capitulo oí estas palabras: Deseo que haya en ustedes mas fe en el momento actual. ¡ Qué gran alegría Me da la fidelidad de Mi esposa en las más pequeñas cosas! De repente miré el crucifijo y vi que Jesús tenía la cabeza vuelta al refectorio y que sus labios no se movían.
Cuando lo dije a la Madre Superiora, me contestó: Usted ve, hermana, como Jesús exige que nuestras vidas sean de fe. Cuando la Madre se fue a la capilla y yo me quedé para limpiar la habitación de pronto percibí estas palabras: Di a todas las hermanas que exijo que vivan con el espíritu de fe respecto a las Superioras en el momento actual. Pedí al confesor de liberarme de esta obligación.
Cuando estaba hablando con cierta persona que debía pintar esta imagen, pero que por ciertas razones no la pintaba, durante la conversación con ella oí esta voz en el alma: Deseo que sea más obediente. Comprendí que los esfuerzos, aunque sean los mas grandes, pero no tienen el sello de la obediencia, no son agradables a Dios, estoy hablando de un alma consagrada. Oh Dios, que fácil es conocer Tu voluntad en el convento. Nosotras, almas consagradas, desde la mañana hasta la noche tenemos claramente indicada la voluntad de Dios y en los momentos de incertidumbre tenemos a las Superioras, a través de las cuales habla Dios.
(148) 1934 – 1935. Víspera del Año Nuevo. Recibí el permiso de no acostarme, sino de orar en la capilla. Una de las hermanas me pidió ofrecer por ella una hora de adoración. Le contesté que sí y rogué por ella una hora entera. Durante la oración Dios me dio a conocer cuánto esta pequeña alma le era agradable.
La segunda hora de la adoración la ofrecí por la conversión de los pecadores y, especialmente, estuve compensando a Dios por las ofensas del momento actual: ¡cuánto Dios es ofendido!
La tercera hora la ofrecí según la intención de mi Padre espiritual, pedí con fervor la luz para él en un asunto particular. Por fin dieron las doce, la última hora del año; terminé en nombre de la Santísima Trinidad y también en nombre de la Santísima Trinidad empecé la primera hora del Año Nuevo. Pedí a cada Persona la bendición y con gran confianza miré hacia el Año Nuevo, que seguramente no escatimaría sufrimientos.
356 Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el testamento de la Divina Misericordia para nosotros y, especialmente para los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en [la que] está oculto el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús como testimonio de la infinita misericordia hacia nosotros y, especialmente, hacia los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, que contiene la vida eterna que [de] la infinita misericordia es donada en abundancia a nosotros y, especialmente, a los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en la que está la misericordia del Padre, del Hijo y del Espíritu santo hacia nosotros y, especialmente, a los pobres pecadores.
(149) Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el precio infinito de la misericordia, que compensará todas nuestras deudas y, especialmente, la de los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en la que encierra la fuente de agua viva que brota de la infinita misericordia hacia nosotros y, especialmente, para los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el fuego del amor purísimo que arde del seno del Padre Eterno, como del abismo de la infinita misericordia para nosotros y, especialmente, para los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en la que está guardado el remedio para todas nuestras debilidades, [remedio] que mana de la infinita misericordia, como de una fuente para nosotros y, especialmente, para los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el vínculo de unión entre Dios y nosotros, gracias a la infinita misericordia para nosotros y, especialmente para los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, en la que están encerrados todos los sentimientos del dulcísimo Corazón de Jesús hacia nosotros y, especialmente, hacia los pobres pecadores.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza en todos los sufrimientos y contrariedades de la vida.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las tinieblas y las tormentas interiores y exteriores.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza en la vida y en la hora de la muerte.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre los fracasos y el abismo de la desesperación.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las mentiras y las traiciones.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las tinieblas y la impiedad que sumergen la tierra.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre la nostalgia y el dolor, en el que nadie nos comprende.
(150) Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las fatigas y la vida gris de todos los días.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza cuando nuestras ilusiones y nuestros esfuerzos se esfuman.
Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre los golpes de los enemigos y los esfuerzos del infierno.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando las dificultades excedan mis fuerzas y cuando mis esfuerzos resulten inútiles.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando las tormentas agiten mi corazón y el espíritu aterrorizado comience a inclinarse hacia la desesperación.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando mi corazón comience a temblar y el sudor mortal nos bañe la frente.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando todo se conjure contra mí y la negra desesperación comience a introducirse en mi alma.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando mi vista se apague para todo lo que es terrenal y mi espíritu vea por primera vez los mundos desconocidos.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando mis obligaciones estén por encima de mis fuerzas y el fracaso sea mi destino habitual.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando el cumplimiento de las virtudes me parezca difícil y mi naturaleza se rebele.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando los golpes de los enemigos sean dirigidos contra mí.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando las fatigas y los esfuerzos sean condenados por la gente.
Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando Tu juicio resuene sobre mí, en aquel momento confiaré en el mar de Tu misericordia.
357 + Oh Santísima Trinidad, confío en Tu infinita misericordia. Dios es mi Padre, entonces yo, su niña, tengo todo el derecho sobre su Corazón Divino y cuanto más grandes son las tinieblas, tanto mas plena debe ser nuestra confianza.
No comprendo, cómo es posible no tener confianza en Aquel que lo puede todo; con Él todo y sin Él nada. Él, el Señor, no permitirá ni dejará que queden confundidos aquellos que han puesto en Él toda su confianza.

(151) 10 I 1935. + Jueves. Por la noche, durante la Bendición [149], comenzaron a atormentarme los pensamientos de este tipo: Todo lo que digo sobre esta gran misericordia de Dios ¿no es por casualidad una mentira o una ilusión?... y quería reflexionar sobre esto durante un momento; de repente oí una voz interior clara y fuerte: Todo lo que dices sobre Mi bondad es verdad y no hay expresiones suficientes para exaltar Mi bondad. Estas palabras fueron tan llenas de fuerza y tan claras que daría la vida por ellas, de que procedían del Señor. Las reconozco por una profunda serenidad que me acompañó en aquellos momentos y que quedó después. Esta serenidad me da una fortaleza y un poder tan grandes que nada son todas las dificultades y las contrariedades, y los sufrimientos, y la muerte misma. Esta luz me ha levantado un velo del misterio de que todos los esfuerzos que emprendo para que las almas conozcan la misericordia del Señor, son muy agradables a Dios y de eso viene a mi alma tanta alegría que no sé si en el paraíso puede haber mayor. ¡Oh, si las almas quisieran escuchar al menos un poco la voz de la conciencia y la voz, es decir la inspiración del Espíritu Santo! Digo: Al menos un poco, ya que si una vez nos dejamos influir por el Espíritu de Dios, Él Mismo completará lo que nos falte.
360 + Año Nuevo 1935
A Jesús le agrada participar en lo más pequeños detalles de nuestra vida y a veces cumple mis deseos secretos, aquellos que más de una vez le oculto a Él mismo, aunque sé que para Él no puede haber nada secreto.
El día del Año Nuevo hay entre nosotras la costumbre de sacar por suerte el patrono [150] particular para todo el año. Por la mañana, durante la meditación, se despertó en mi uno de estos deseos secretos: aquel que Jesús Eucarístico fuera mi patrono particular también para ese año, como anteriormente. Sin embargo, ocultando a mi Dilecto ese deseo, hablé con Él de todo excepto de aquello que deseaba tenerlo como patrono. Al venir al refectorio a desayunar, después de hacer la señal de la cruz, empezó el sorteo de los patronos. Al acercarme a las estampitas con los nombres de los patronos, tomé una, sin reflexionar, sin leer (152) en seguida; quise mortificarme algunos minutos. De repente oí una voz en el alma: Soy tu patrono, lee. En aquel mismo momento miré la inscripción y leí: "Patrono para el año 1935 la Santísima Eucaristía." Mi corazón se estremeció de alegría y me alejé secretamente del grupo de las hermanas y fui delante del Santísimo Sacramento, al menos por un breve instante y allí me desahogué de los sentimientos de mi corazón. Sin embargo, Jesús me llamó dulcemente la atención de que estuviera en aquel momento junto con otras hermanas; fui inmediatamente, ateniéndome a la regla.
361 Oh Santa Trinidad, Único Dios, inconcebible en la grandeza de la misericordia hacia las criaturas y especialmente hacia los pobres pecadores. Has revelado el abismo de Tu misericordia inconcebible, impenetrable para toda mente humana o angélica. Nuestra nulidad y nuestra miseria se hunden en Tu grandeza. Oh Bondad infinita, ¿Quién puede adorarte dignamente? ¿hay algún alma que entienda tu amor? Oh Jesús, tales almas existen, pero son pocas.
362 + Un día, durante la meditación matutina, oí esta voz: Yo Mismo soy tu guía, he sido, soy y seré; pero como Me pediste una ayuda visible, te la he dado. Lo había elegido antes de que Me lo pidieras, porque esto lo requiere Mi causa. Has de saber que las faltas que cometes contra él, hieren Mi Corazón; evita especialmente actuar a tu gusto, que en cada cosa mas pequeña haya un sello de la obediencia.
Con el corazón humillado y anonadado pedí el perdón al Señor Jesús por aquellas faltas. Pedí el perdón también al Padre espiritual y decidí más bien no hacer nada que hacer mucho y mal.
Oh Jesús bueno, Te agradezco por esta gran gracia, es decir, de darme a conocer lo que soy por mi misma, miseria y pecado, nada más. Por mi misma puedo hacer una cosa solamente, es decir, ofenderte, oh Dios mío, porque la miseria por si misma no puede hacer nada mas sino ofenderte, oh Bondad infinita.
(153) + Una vez me pidieron rezar por cierta alma. Decidí hacer en seguida una novena a la misericordia del Señor y a esa novena agregué una mortificación que consistía en llevar en ambas piernas una cadenita [151] durante la Santa Misa. Hacia tres días que me ejercitaba en esa mortificación, cuando fui a confesarme y dije al Padre espiritual que había comenzado aquella mortificación con el supuesto permiso. Pensaba que el Padre espiritual no tendría nada en contra, sin embargo oí algo contrario, es decir, que no hiciera nada sin permiso. Oh Jesús mío, otra vez el arbitrio, pero no me desaniman mis caídas, sé perfectamente que soy la miseria. A causa de mi salud no recibí el permiso y el Padre espiritual se sorprendió de cómo hubiera podido ejercitarme en mayores mortificaciones sin su permiso. Le pedí perdón por mi comportamiento arbitrario o mas bien por haberme guiado por permisos supuestos y pedí que cambiara [esas mortificaciones] por otras. El Padre espiritual me las cambio por una mortificación interior que consistió en meditar durante la Santa Misa ¿Por qué el Señor Jesús se bautizo? Esta meditación no era para mi ninguna mortificación, ya que hubo en ello una mortificación de la voluntad, visto que yo no hacia lo que me gustaba, sino lo que me había sido indicado y en eso consiste la mortificación interior.
Al alejarme del confesionario y empezar a hacer la penitencia, oí estas palabras: He concedido la gracia al alma, la cual Me habías pedido para ella, pero no por tu mortificación que habías escogido tu misma, sino solamente por el acto de obediencia total frente a Mi suplente he dado la gracia a esta alma, por la que has intercedido ante Mi y por la que has mendigado la misericordia. Has de saber que cuando aniquilas en ti tu propia voluntad, entonces la Mía reina en ti.
Oh Jesús mío, ten paciencia conmigo. Estaré ya mas atenta en el futuro; no lo fundo en mi misma, sino en Tu gracia y en Tu bondad que es tan grande para mi, una miserable.
(154) + En cierta ocasión Jesús me hizo conocer que cuando le ruego por alguna intención que a veces me recomiendan, está siempre dispuesto a conceder sus gracias, pero las almas no siempre quieren aceptarlas. Mi Corazón esta colmado de gran misericordia para las almas y especialmente para los pobres pecadores. Oh, si pudieran comprender que Yo soy para ellas el mejor Padre, que para ellas de Mi Corazón ha brotado Sangre y Agua como de una fuente desbordante de misericordia; para ellas vivo en el tabernáculo; como Rey de Misericordia deseo colmar las almas de gracias, pero no quieren aceptarlas. Por lo menos tú ven a Mí lo más a menudo posible y toma estas gracias que ellas no quieren aceptar y con esto consolaras Mi Corazón. Oh, qué grande es la indiferencia de las almas por tanta bondad, por tantas pruebas de amor. Mi Corazón esta recompensado solamente con ingratitud, con olvido por parte de las almas que viven en el mundo. Tienen tiempo para todo, solamente no tienen tiempo para venir a Mi a tomar las gracias.
Entonces, Me dirijo a ustedes, almas elegidas, ¿tampoco ustedes entienden el amor de Mi Corazón? Y aquí también se ha desilusionado Mi Corazón: no encuentro el abandono total en Mi amor. Tantas reservas, tanta desconfianza, tanta precaución. Para consolarte te diré que hay almas que viven en el mundo, que Me quieren sinceramente en sus corazones permanezco con delicia, pero son pocas. También en los conventos hay almas que llena de alegría Mi Corazón. En ellas están grabados Mis rasgos y por eso el Padre Celestial las mira con una complacencia especial. Ellas serán la maravilla de los Ángeles y de los hombres. Su número es muy pequeño, ellas constituyen una defensa ante la Justicia del Padre Celestial e imploran la misericordia por el mundo. El amor y el sacrificio de estas almas sostienen la existencia del mundo. Lo que más dolorosamente hiere Mi Corazón es la infidelidad del alma elegida por mí especialmente; esas infidelidades son como espadas que traspasan Mi Corazón.
(155) 29 I 1935. En la mañana de este martes, durante la meditación vi. interiormente al Santo Padre celebrando la Santa Misa. Después del Pater Noster conversó con Jesús sobre el asunto que Jesús me había ordenado decirle. Aunque yo no lo dije al Santo Padre personalmente, sino que estos asuntos fueron tratados por otra persona {152], no obstante yo sé, por conocimiento interior, que en este momento el Santo Padre esta reflexionando sobre esta cuestión que en poco tiempo se cumplirá según el deseo de Jesús.
Antes de los ejercicios espirituales de ocho días fui a mi director espiritual y le pedí algunas mortificaciones para el tiempo de los ejercicios, pero no obtuve el permiso para todo lo que había pedido, sino solamente para algunas cosas. Recibí el permiso para una hora de meditación de la Pasión del Señor Jesús y para cierta humillación. Pero estaba un poco descontenta de no haber recibido la autorización para todo lo que había pedido. Cuando regresamos a casa, entré un momento en la capilla; de repente escuché en el alma una voz: Una hora de meditación de Mi dolorosa Pasión tiene mayor merito que un año entero de flagelaciones a sangre; la meditación de Mis dolorosas llagas es de gran provecho para ti y a Mí Me da una gran alegría. Me extraña que no hayas renunciado todavía completamente a tu propia voluntad, pero Me alegro enormemente de que este cambio se produzca durante los ejercicios espirituales.
Este mismo día, mientras estaba en la iglesia esperando la confesión, vi. los mismos rayos que salieron de la custodia y se extendieron por toda la iglesia. Eso duró todo el tiempo del oficio; después de la bendición [se proyectaron] sobre ambos lados y volvieron a la custodia. Eran claros y transparentes, como el cristal. Pedí a Jesús que se dignara incendiar el fuego de su amor en todas las almas tibias. Bajo estos rayos se calentaría el corazón aunque estuviera frío como un pedazo de hielo, aunque fuera duro como una roca, se volvería polvo.
+
371 (156) JMJ Vilna 4 II 1935
Ejercicios espirituales de ocho días.
Oh Jesús, Rey de Misericordia, he aquí de nuevo el momento en que estoy contigo a solas. Por eso Te suplico por todo el amor con el que arde Tu Corazón Divino, aniquila en mí completamente el amor propio y en cambio incendia mi corazón con el fuego de Tu amor purísimo.
372 Al anochecer, terminada la predica, oí estas palabras: Yo estoy contigo. Durante estos ejercicios espirituales consolidaré tu paz y tu ánimo, para que no desfallezcan tus fuerzas para el cumplimiento de Mis propósitos. Por lo tanto durante estos ejercicios borraras absolutamente tu propia voluntad y se cumplirá en ti toda Mi voluntad. Has de saber que esto te costara mucho, por eso escribe en una página en blanco estas palabras: Desde hoy no existe en mí mi propia voluntad, y táchala. En otra página escribe estas palabras: Desde hoy cumplo la voluntad de Dios en todas partes, siempre, en todo. No te asustes de nada, el amor te dará fuerzas y facilitara la realización.
En la meditación fundamental sobre el objetivo, es decir, sobre la elección del amor. El alma tiene que amar, tiene la necesidad de amar; el alma tiene que volcar su amor, pero no en el barro, ni en el vacío, sino en dios. Cuanto me alegro meditándolo, ya que siento claramente que en mi corazón esta solamente Él, únicamente Jesús Mismo; y amo a las criaturas tanto cuanto me ayudan a unirme a Dios. Amo a todos los hombres porque veo en ellos la imagen de Dios.
374 (157) JMJ Vilna 4 II 1935











Desde hoy no existe en mí mi propia voluntad










En el momento en que me arrodillé para tachar mi propia voluntad, como me había mandado el Señor, oí en el alma esta voz: Desde hoy no tengas miedo del juicio de Dios, ya que no serás juzgada. +
(158) JMJ Vilna, 4 II 1935

Desde hoy cumplo la voluntad de Dios
En todas partes, siempre, en todo [153].
(159) JMJ Vilna, 8 II 1935
375 Trabajo interior particular, es decir, examen de conciencia. Sobre negarme a mi misma y mi propia voluntad.
I. Negación de la razón, es decir, someterla a la razón de aquellos que aquí en la tierra sustituyen para mí a Dios
II. Negación de la voluntad, es decir, cumplir la voluntad de Dios que se me revela a través de la voluntad de aquellos que aquí sustituyen para mi a Dios y que esta expresada en las reglas de nuestra Congregación.
III. Negación del juicio, es decir, aceptar inmediatamente sin pensar, sin analizar, sin razonar cualquier orden que recibo de aquellos que sustituyen para mi a Dios.
IV. Negación de la lengua. No le daré la mas pequeña libertad; en un solo caso se la daré total, es decir en proclamar la gloria de Dios. Siempre cuando recibo la Santa Comunión, pido que Jesús se digne reforzar y limpiar mi lengua, para que yo no hiera con ella al prójimo. De ahí que tenga el máximo respeto para la regla que habla del silencio.
Oh Jesús mío, tengo confianza en que Tu gracia me ayudara a cumplir estos propósitos. A pesar de que los puntos mencionados arriba están incluidos en el voto de la obediencia, deseo ejercitarme en ello de modo más especial, ya que es la esencia de la vida consagrada. Oh Jesús Misericordioso, Te ruego ardientemente, ilumina mi intelecto para que pueda conocerte mejor a Ti que eres el Ser Infinito y para que pueda conocerme mejor a mí, que no soy más que la nada.
377 (160) Sobre la confesión. De la confesión deberíamos obtener dos beneficios:
1. nos confesamos para ser sanados;
2. para ser educados; nuestras almas necesitan una continua educación, como el niño pequeño.
Oh Jesús mío, entiendo profundamente estas palabras y se por experiencia que un alma con sus propias fuerzas no llegara lejos, se cansara mucho sin hacer nada para la gloria de Dios; se desvía constantemente porque nuestra mente es oscura y no sabe distinguir su propia causa. Llamare una atención especial a dos cosas: primero, elegiré para la confesión lo que mas me humilla, aunque fuera algo muy pequeño, pero que me cuesta y por eso lo confesare; segundo, me ejercitare en la contrición; no solamente a ocasión de la confesión sino en cada examen de conciencia suscitar en mi la contrición perfecta y, especialmente, antes de ir a descansar. Una palabras más: el alma que desea sinceramente progresar en la perfección, debe seguir estrictamente los consejos del director espiritual. Tanta santidad cuanta dependencia.
378 Una vez, mientras hablaba con el director de mi alma, en un relámpago más veloz que el de un rayo, vi interiormente su alma en gran sufrimiento, en tal tormento que son pocas las almas a las cuales Dios prueba con este fuego. Este sufrimiento se debe a esta obra. Llegara un momento en que esta obra que Dios recomienda tanto, parecerá ser completamente destruida, y de repente Dios intervendrá con gran fuerza que dará el testimonio de la veracidad. Ella [la obra] será un nuevo esplendor para la Iglesia, a pesar de estar en ella desde hace mucho tiempo. Nadie puede negar que Dios es infinitamente misericordioso; Él desea que todos lo sepan; antes de volver como Juez, desea que las almas lo conozcan como Rey de Misericordia. Cuando venga este triunfo, nosotros estaremos ya en la nueva vida, en la que no hay sufrimientos, pero antes tu alma será saturada de amargura al ver la destrucción de tus esfuerzos. Sin embargo esta destrucción es solo aparente, ya que Dios no cambia lo que ha establecido una vez. Pero aunque la destrucción (161) será aparente, el sufrimiento será real. ¿Cuándo sucederá esto? no sé; ¿Cuánto tiempo durara? No sé [154]. Pero Dios prometió una gran gracia, especialmente a ti y a todos [155] que proclamen esta gran misericordia Mía. Yo Mismo los defenderé en la hora de la muerte como Mi gloria aunque los pecados de las almas sean negros como la noche; cuando un pecador se dirige a Mi misericordia, Me rinde la mayor gloria y es un honor para Mi Pasión. Cuando un alma exalta Mi bondad, entonces Satanás tiembla y huye al fondo mismo del infierno.
Durante una adoración Jesús me prometió: Con las almas que recurran a Mi misericordia y con las almas que glorifiquen y proclamen Mi gran misericordia a los demás, en la hora de la muerte Me comportaré según Mi infinita misericordia.
Mi Corazón sufre, continuaba Jesús, a causa de que ni las almas elegidas entienden lo grande que es Mi misericordia; en su relación [conmigo] en cierto modo hay desconfianza. Oh, cuanto esto hiere mi Corazón. Recuerden Mi Pasión, y si no creéis en Mis palabras, creed al menos en Mis llagas.
No hago ningún movimiento, ningún gesto a mi gusto, porque estoy vinculada a la gracia; siempre estoy atenta a lo que es más agradable a Jesús.
Durante una meditación sobre la obediencia oí estas palabras: En esta meditación, el sacerdote habla [156] de modo especial para ti, has de saber que Yo Me presto su boca. Trate de escuchar con la mayor atención y todo lo aplicaba a mi corazón, tal como en cada meditación. Cuando el sacerdote afirmo que el alma obediente se llena de la fuerza de Dios… Si [157], cuando eres obediente, te quito tu debilidad y te doy Mi fortaleza. Me sorprende mucho que las almas no quieran hacer este cambio Conmigo. Dije al Señor: Jesús, ilumina Tú mi alma, ya que de lo contrario también yo entenderé muy poco de estas palabras.
(162) Se que no vivo para mi, sino para un gran numero de almas. Se que las gracias a mi concedidas no son solamente para mi, sino para las almas. Oh Jesús, el abismo de Tu misericordia se ha volcado en mi alma que es el mismo de la miseria misma. Te agradezco, Jesús, por las gracias y los pedacitos de la cruz que me das para cada momento de la vida.
Al comienzo de los ejercicios espirituales vi. al Señor Jesús clavado en la cruz en el techo de la capilla, mirando con gran amor a las hermanas, pero no a todas. había tres hermanas a las cuales dirigió una mirada severa. No sé, no sé por que razón, sé solamente que es una cosa terrible ver tal mirada que es una mirada del Juez severo. Aquella mirada no me correspondía, sin embargo me paralizo el miedo; cuando lo escribo, tiemblo toda. No me atreví a decir a Jesús ni una sola palabra, las fuerzas físicas me abandonaron y pensé que no resistiría hasta el fin de la predica. Al día siguiente volví a ver lo mismo que la primera vez y me atreví a decir estas palabras: Oh Jesús, que grande es Tu misericordia. Al tercer día se repitió otra vez la misma mirada sobre todas las hermanas con gran benevolencia, excepto esas tres hermanas. Entonces, me llene de atrevimiento que venia del amor hacia el prójimo y dije al Señor: Tu eres la Misericordia misma, como Tu Mismo me has dicho, pues Te ruego por el poder de Tu misericordia, vuelve Tu mirada bondadosa también a esas tres hermanas y si esto no es según Tu Sabiduría, Te ruego hacer un cambio: Que Tu mirada bondadosa hacia mi alma sea para ellas y que Tu mirada severa hacia sus almas sea para mi. De súbito Jesús me dijo estas palabras: Hija Mía, por tu amor sincero y generoso les concedo muchas gracias, aunque ellas no Me las piden, pero por la promesa que te he hecho. Y en aquel momento envolvió también a esas tres hermanas con una mirada misericordiosa. De gran gozo palpitó mi corazón al ver la bondad de Dios.
(163) Cuando me quedé en la adoración entre las 9 y las 10, se quedaron también cuatro hermanas más. Al acercarme al altar y empezar a meditar la Pasión del Señor Jesús, un terrible dolor inundó mi alma a causa de la ingratitud de tan grande numero de almas que viven en el mundo, pero me dolía especialmente la ingratitud de las almas elegidas particularmente por Dios. No hay modo de expresarla ni de compararla. Al ver esta mas negra ingratitud sentí como si el corazón se me desgarrara, me abandonaron completamente las fuerzas físicas y caí con la cara al suelo sin reprimir un llanto irrefrenable. Cada vez que recordaba la gran misericordia de Dios y la ingratitud de las almas, el dolor traspasaba mi corazón y entendí cuanto eso hería el Corazón dulcísimo de Jesús. Con un corazón ardiente renové mi acto de ofrecimiento por los pecadores.
Con gozo y deseo he acercado los labios a la amargura del cáliz que tomo de la Santa Misa todos los días. La pequeña porción que Jesús me ha asignado para cada momento y la cual no cederé a nadie. Consolare incesantemente el dulcísimo Corazón Eucarístico, tocare cánticos de agradecimiento en las cuerdas de mi corazón, el sufrimiento es el tono mas armonioso. Estaré muy atenta para presentir ¿con que puedo alegrar Tu Corazón?
Siento que Dios me permitirá levantar el velo para que la tierra no dude de su bondad. Dios no esta sujeto a eclipses ni a cambios, queda por la eternidad Uno y [siempre] Él Mismo; a su voluntad nada puede oponerse. Siento en mí una fuerza sobrehumana, siento el arrojo y la fortaleza debidas a la gracia que vive en mí. Comprendo a las almas que sufren en contra de la esperanza, porque experimenté en mí este fuego. Sin embargo Dios no da [sufrimientos] por encima de las fuerzas. A menudo he vivido con la esperanza contra la esperanza, y he empujado mi esperanza hasta la total confianza en Dios. Que se haga conmigo lo que ha establecido desde la eternidad.
Seria muy impropio que una hermana religiosa buscara alivio en el sufrimiento.
[He aquí] lo que ha hecho la gracia y la meditación del criminal más grande. El que muere tiene un gran amor. "Acuérdate de mi cuando estés en el paraíso." El arrepentimiento sincero transforma inmediatamente a un alma. La vida espiritual debe practicarse con seriedad y con sinceridad.
El amor debe ser reciproco. Como el Señor Jesús HA bebido por mí toda la amargura, entonces yo, su esposa, para dar prueba de mi amor hacia Él, aceptare todas las amarguras.
Quien sabe perdonar, se prepara muchas gracias de parte de Dios. Siempre que mire la cruz, perdonare sinceramente.
La unión con las almas la hemos recibido con el santo bautizo. La muerte refuerza el amor. Debo ser siempre de ayuda para los demás. Si soy una buena religiosa, seré útil no solamente a la Congregación sino también a toda la patria.
Dios ofrece las gracias de dos maneras: a través de las inspiraciones y las iluminaciones. Si pedimos una gracia, Dios la da, pero debemos querer aceptarla; pero para aceptarla es necesaria la abnegación. El amor no consiste en las palabras ni en los sentimientos, sino en la acción. Es un acto de la voluntad, es un don, es decir, una donación; el intelecto, la voluntad, el corazón, debemos ejercitar estas tres facultades durante la oración. Resucitare en Jesús, pero primero tengo que vivir en Él. Si no me separo de la cruz, entonces se manifestara en mí el Evangelio. Todas mis deficiencias las completa en mi Jesús, su gracia que obra sin cesar. La Santa Trinidad me ofrece su vida abundantemente con el don del Espíritu Santo. Las Tres personas divinas viven en mí. Si Dios ama, [lo hace] con todo su Ser, con todo el poder de su ser. Si Dios me ha amado así, ¿cómo [debo corresponder] a esto yo, su esposa?
(165) Durante una predica Jesús me dijo: En el pequeño racimo elegido tú eres la uva dulce; deseo que el jugo que circula en ti se transmita a otras almas.
Durante la renovación [158] vi. al Señor Jesús de lado de la epístola, con una túnica blanca y un cinturón de oro, y en la mano tenía una espada terrible. Eso duró hasta el momento en que las hermanas comenzaran a renovar los votos. Súbitamente vi. una claridad inconcebible, delante de esa claridad vi. una nube blanca en forma de balanza. En aquel momento se acerco el Señor Jesús y puso la espada sobre uno de los platillos y éste con todo aquel peso, bajó hasta la tierra y falto poco para que la tocara completamente. Justo entonces las hermanas terminaron de renovar los votos. De repente vi. a los ángeles que de cada una de las hermanas tomaron algo en un recipiente de oro, en forma como de un incensario. Cuando recogieron de todas las hermanas y pusieron el recipiente en el segundo platillo, éste prevaleció sobre el primero, en el cual había sido puesta la espada. En aquel momento, del incensario salio una llama que [alcanzó] la claridad. En seguida oí una voz desde la claridad: Reponed la espada en su lugar, la ofrenda es mayor. En aquel momento Jesús nos dio a todos una bendición y todo lo que yo veía desapareció. Las hermanas empezaron a recibir la Santa Comunión, mi alma fue inundada de un gozo tan grande que no logro describirlo.
15 II 1935. Viaje de uno días a la casa familiar para ver a mi madre moribunda.
Al saber que mi madre estaba gravemente enferma y ya cerca de la muerte, y que me pidió venir porque deseaba verme una vez más antes de morir, en aquel momento se despertaron todos los sentimientos del corazón. Como una niña que amaba sinceramente a su madre, deseaba ardientemente cumplir su deseo, pero deje a Dios la decisión y me abandone plenamente a su voluntad; sin reparar en el dolor del corazón, seguía la voluntad de Dios. En la mañana del día de mi onomástico, 15 de febrero (166) la Madre Superiora me entregó otra carta de mi familia y me dio el permiso de ir a la casa familiar para cumplir el deseo y la petición de la madre moribunda. En seguida empecé a prepararme para el viaje y ya al anochecer salí de Vilna. Toda la noche la ofrecí por la madre gravemente enferma para que Dios le concediera la gracia de que los sufrimientos que estaba pasando no perdieran nada de su merito.
396 Durante el viaje tuve una compañía muy agradable, ya que en el mismo compartimiento viajaban algunas señoras pertenecientes [a una asociación religiosa mariana]; sentí que una de ellas sufría mucho y que en su alma se desarrollaba una lucha encarnizada. Comencé a rezar mentalmente por ella. A las once las demás señoras pasaron al otro compartimiento para platicar, mientras nosotras nos quedamos solas. Sentía que mi plegaria había provocado en ella una lucha aun mayor. Yo no la consolaba sino que rezaba con más ardor. Por fin, esa alma se dirigió a mí y me pidió que le dijera si ella tenía la obligación de cumplir cierta promesa hecha a Dios. En aquel momento conocí dentro de mí qué promesa era y le contesté: Usted está absolutamente obligada a cumplir esta promesa, porque de lo contrario será infeliz durante toda su vida. Este pensamiento no la dejará en paz. Sorprendida de esa respuesta reveló delante de mi toda su alma.
Era una maestra que antes de examinarse hizo a Dios la promesa de que si pasaba los exámenes se dedicaría al servicio de Dios, es decir, entraría en el convento. Pero dijo: Después de aprobar muy bien los exámenes ahora me he dejado llevar por el torbellino del mundo y no quiero entrar en el convento, pero la conciencia no me deja en paz, y a pesar de las distracciones me siento siempre descontenta.
Tras una larga conversación esa persona fue completamente cambiada y dijo que inmediatamente emprendería gestiones para ser recibida en un convento. Me pidió que rogara por ella; sentí que Dios no le escatimaría sus gracias.
397 Por la mañana llegué a Varsovia, y a las 8 de la noche ya estaba en casa. Es difícil describir la alegría de los padres y de toda la familia. (167) Mi madre mejoró un poco, pero el medico no daba ninguna esperanza para su restablecimiento completo. Después de saludarnos, nos arrodillamos todos para agradecer a Dios por la gracia de podernos ver todos una vez mas en la vida.
Al ver como rezaba mi padre me avergoncé mucho, porque yo después de tantos años en el
convento, no sabia rezar con tanta sinceridad y tanto ardor. No dejo de agradecer a Dios por los padres que tengo.
Oh, como ha cambiado todo en estos 10 años, todo es desconocido: el jardín era tan pequeño y ahora es irreconocible, los hermanos y las hermanas eran todavía pequeños y ahora no los puedo reconocer, todos grandes y me sorprendí de no haberles encontrado tales como eran cuando nos habíamos separado.
400` Stasio me acompañaba a la iglesia todos los días. Sentía que aquella querida alma era muy agradable a Dios. El ultimo día, cuando ya no había nadie en la iglesia, fui con él delante del Santísimo Sacramento y rezamos juntos el Te Deum. Tras un instante de silencio ofrecí esta querida alma al dulcísimo Corazón de Jesús. ¡Cuánto pude rezar en esta iglesia! Recordé todas las gracias que en este lugar había recibido y que en aquel tiempo no comprendía y a menudo abusaba de ellas; y me sorprendí yo misma de cómo había podido ser tan ciega. Mientras reflexionaba y lamentaba mi ceguera, de súbito vi. Al Señor Jesús resplandeciente de una belleza inexpresable que me dijo con benevolencia: Oh elegida Mía, te colmaré con gracias aun mayores para que seas testigo de Mi infinita misericordia por toda la eternidad.
401 Aquellos días en casa me pasaron entre mucha compañía porque todos quisieron verme y decirme algunas palabras. Muchas veces conté hasta 25 personas. Les interesaron mis relatos sobre la vida de los santos. Me imaginaba que nuestra casa era una verdadera casa de Dios, porque cada noche se hablaba en ella solo de Dios. Cuando, cansada de relatar y deseosa de la soledad y del silencio, me aparté por la noche al jardín para poder hablar con Dios a solas, ni siquiera conseguí esto, ya que vinieron en seguida los hermanos y las hermanas y me llevaron a casa y tuve que seguir hablando, todos los ojos clavados (168) en mi. Pero logré encontrar el modo de tomar aliento, pedí a los hermanos que cantasen para mi, porque tenían bellas voces y además uno tacaba el violín y otro la mandolina, y así en ese tiempo pude dedicarme a la oración interior sin evitar su compañía. Me costó mucho el tener que besar a los niños. Venias las vecinas con niños y pedían que los tomara al menos un momento en brazos y les diera un beso. Consideraban eso como un gran favor y para mi era una ocasión para ejercitarme en la virtud, porque mas de uno estaba bastante sucio, pero para vencerme y no mostrar aversión, a aquellos niños sucios les daba dos besos. Una vecina trajo a su niño enfermo de los ojos, los cuales estaban llenos de pus y me dijo: Hermana, tómalo en brazos un momento. La naturaleza sentía aversión, pero sin reparar en nada, tomé en brazos y besé dos veces los purulentos ojos del niño y pedí a Dios por la mejoría. Tuve muchas ocasiones para ejercitarme en la virtud. Escuché a todos que decían sus quejas y advertí que no había corazones alegres, porque no había corazones que amaran sinceramente a Dios, y no me sorprendía nada. Me afligí mucho de que no pudiera ver a mis dos hermanas. Sentí interiormente en que gran peligro se encontraban sus almas. El dolor estrechó mi corazón solo al pensar en ellas. Una vez, al sentirme muy cerca de Dios, pedí ardientemente al Señor la gracia para ellas y el Señor me contestó: Les concedo no solamente las gracias necesarias, sino también las gracias particulares. Comprendí que el Señor las llamaría a una más estrecha unión Consigo. Me alegro enormemente de que en nuestra familia reine el amor tan grande.
Cuando me despedí de mis padres y les pedí su bendición, sentí el poder de la gracia de Dios que fluyó sobre mi alma. Mi padre, mi madre y mi madrina, entre lágrimas, me bendijeron y felicitaron la máxima fidelidad a la gracia de Dios, y pidieron que no olvidara nunca las numerosas gracias que Dios me había concedido llamándome a la vida consagrada. Pidieron mis oraciones. (169) A pesar de que lloraban todos, yo no derramé ni una sola lagrimita; traté de ser valiente y los consolé a todos como pude, recordándoles el cielo y que allí no habría mas separaciones. Stasio me acompaño al automóvil; le dije cuanto Dios ama a las almas puras; le aseguré de que Dios estaba contento con él. Mientras le hablaba de la bondad de Dios y de cómo [Dios] piensa en nosotros, se puso a llorar como un niño pequeño y yo no me sorprendí porque es un alma pura, pues conoce a Dios fácilmente.
Cuando subí al automóvil, desahogué el corazón y también me puse a llorar de alegría como una niña, porque Dios concedía tantas gracias a nuestra familia y me sumergí en una oración de agradecimiento.
Por la noche estaba ya en Varsovia. Primero saludé al Dueño de casa [159] y después saludé a toda la Comunidad. Cuando, antes de ir a descansar, fui a decir buenas noches al Señor y le pedí perdón por haber hablado tan poco con Él durante mi estancia en casa, oí en el alma una voz: Estoy muy contento de que no hayas hablado Conmigo, y que hayas dado a conocer Mi bondad a las almas y las hayas invitado a amarme.
La Madre Superiora [160] me dijo que al día siguiente iríamos a Józefinek [161] las dos y que yo tendría la oportunidad de hablar con la Madre General. [162] Me alegré muchísimo de eso. La Madre General como siempre, la misma, llena de bondad, serenidad y espíritu de Dios; hablé con ella mucho tiempo. Asistimos a un oficio de la tarde. Cantaron la Letanía del Sagrado Corazón de Jesús. El Señor Jesús estaba expuesto en la custodia, un momento después vi. al pequeño Señor Jesús que salio de la Hostia y Él Mismo descansó en mis brazos.
Eso duró un breve momento, una enorme alegría inundó mi alma. El Niño Jesús tenía el mismo aspecto que cuando entré en la pequeña capilla junto con la Madre Superiora, anteriormente mi Maestra, Maria Josefina.
Al día siguiente estaba ya en mi querida Vilna. Oh, como me sentía feliz de haber vuelto a nuestro convento. Me parecía como si entrara otra vez, no dejaba de alegrarme del silencio y de la calma gracias a las cuales el alma se sumerge en Dios tan fácilmente, todos le ayudan en esto y nadie estorba.
(170) La Cuaresma.
Cuando me sumerjo en la Pasión del Señor, a menudo en la adoración veo al Señor Jesús bajo este aspecto: después de la flagelación los verdugos tomaron al Señor y le quitaron su propia túnica que ya se había pegado a las llagas; mientras la despojaban volvieron a abrirse sus llagas. Luego vistieron al Señor con un manto rojo, sucio y despedazado sobre las llagas abiertas. El manto llegaba a las rodillas solamente en algunos lugares. Mandaron al Señor sentarse en un pedazo de madero y entonces trenzaron una corona de espinas y ciñeron con ella la Sagrada Cabeza; pusieron una caña en su mano, y se burlaban de Él homenajeándolo como a un rey. Le escupían en la Cara y otros tomaban la caña y le pegaban en la Cabeza; otros le producían dolor a puñetazos, y otros le taparon la Cara y le golpeaban con los puños. Jesús lo soportaba silenciosamente. ¿Quién puede entender, su dolor? Jesús tenía los ojos bajados hacia la tierra. Sentí lo que sucedía entonces en el dulcísimo Corazón de Jesús. Que cada alma medite lo que Jesús sufría en aquel momento. Competían en insultar al Señor. Yo pensaba ¿de dónde podía proceder tanta maldad en el hombre? La provoca el pecado. Se encontraron el Amor y el pecado.
Cuando, junto con una hermana, estábamos en un templo durante la Santa Misa, sentí la grandeza y la Majestad de Dios; sentía que aquel templo estaba impregnado de Dios. Su Majestad me envolvió; a pesar de darme miedo me llenaba de calma y alegría; conocí que nada podía oponerse a su voluntad. Oh, si todas las almas [supieran] quién vive en nuestros templos, no habría tantos insultos y tantas faltas de respeto en aquellos lugares santos.
Oh Amor eterno e inconcebible, Te pido una gracia, ilumina mi mente con la luz de lo alto, permíteme conocer y apreciar todas las cosas según su valor. Al conocer la verdad, mi alma se llena de máxima alegría.
(171) 21 III 1935. Muchas veces durante la Santa Misa veo al Señor en mi alma, siento su presencia que me invade por completo. Siento su mirada divina, hablo mucho con Él sin decir una sola palabra. Conozco lo que desea su Corazón Divino y siempre hago lo que Él prefiere. Amo hasta la locura y siento que soy amada por Dios. En los momentos cuando me encuentro con Dios en la profundidad de mis entrañas, me siento tan feliz que no sé expresarlo. Estos momentos son cortos, porque el alma no los soportaría mas, debería producirse la separación del cuerpo. Aunque estos momentos son muy cortos, no obstante su poder que pasa al alma permanece muchísimo tiempo. Sin el menor esfuerzo siento un profundo recogimiento que entonces me envuelve y que no disminuye a pesar de que converso con la gente, ni me molesta en el cumplimento de mis deberes. Siento su constante presencia sin ningún esfuerzo del alma, siento que estoy unida a Dios tan estrechamente como una gota de agua con el océano sin fondo.
Este jueves sentí esta gracia al final de las oraciones; duró excepcionalmente mucho tiempo, es decir, toda la Santa Misa, pensaba que moriría de gozo. En esos momentos conozco mejor a Dios y sus atributos, y también me conozco mejor a mi y mi miseria, y me sorprende que Dios se humille tanto hacia un alma tan miserable como la mía. Después de la Santa Misa me sentía sumergida totalmente en Dios y tenia presente cada mirada suya a la profundidad de mi corazón.
Hacia el medio día entré un momento en la capilla y otra vez el poder de la gracia golpeo mi corazón. Mientras permanecía en recogimiento, Satanás tomó un tiesto de flores y con rabia lo tiró al suelo con toda su fuerza. vi. toda su furia y su envidia. No había nadie en la capilla, así que me levanté y recogí el tiesto roto y replanté la flor, y quise ponerla rápidamente en su lugar antes de que alguien viniera a la capilla. Sin embargo no lo logré, porque entraron en seguida la Madre Superiora [163] y la hermana sacristana [164] y algunas otras hermanas. La Madre Superiora se sorprendió de que hubiera tocado algo en el pequeño altar y (172) que el tiesto hubiera caído; la sacristana mostró su descontento; yo traté de no excusarme ni justificarme. Pero, al anochecer me sentía muy agotada y no pude hacer la Hora Santa, y pedí a la Madre Superiora el permiso de acostarme mas temprano. Una vez acostada, me dormí en seguida; no obstante cerca de las once, Satanás sacudió mi cama. Me desperté inmediatamente y comencé a rezar con calma a mi Ángel Custodio. De súbito vi. las almas que estaban expiando en el purgatorio; su aspecto era como una sombra y entre ellas vi. muchos demonios; uno de ellos trató de molestarme arrojándose en forma de gato sobre mi cama y mis pies, y era tan pesado como si [pesara] algunos pud*.
Todo aquel tiempo rezaba el rosario; de madrugada aquellas figuras se fueron y pude dormirme. Por la mañana, cuando fui a la capilla, oí en el alma la voz: Estás unida a Mí y no tengas miedo de nada, pero has de saber, niña Mía, que Satanás te odia; él odia muchas almas, pero arde de un odio particular hacia ti, porque arrancaste a muchas almas de su poder.
* pud – es una antigua medida de peso rusa equivalente a 40 libras
Jueves Santo, 18 IV
Por la mañana escuché estas palabras: Desde hoy hasta la Resurrección no sentirás Mi presencia, pero tu alma se llenara de gran añoranza, y en seguida un gran deseo inundo mi alma; sentía la separación del amado Jesús y al acercarse el momento de la Santa Comunión, vi. en el cáliz, en cada Hostia el Rostro doliente de Jesús. A partir de aquel momento sentí en mi corazón una añoranza aun mayor.

Viernes Santo. A las tres de la tarde, cuando entré en la capilla, oí estas palabras: Deseo que esta imagen sea venerada en publico (173). Luego vi al Señor Jesús que agonizaba en la cruz entre terribles tormentos y del Corazón de Jesús salieron estos dos rayos que están en la imagen.
Sábado. Durante las vísperas vi. al Señor Jesús resplandeciente como el sol, con una túnica clara, y me dijo: Que se alegre tu corazón. Y me inundó una gran alegría y me traspasó totalmente la presencia de Dios que es un tesoro inexplicable para el alma.
Cuando esta imagen [165] fue expuesta, vi. un vivo movimiento de la mano de Jesús que trazó una gran señal de la cruz. Por la noche del mismo día, al acostarme, vi. que la imagen estaba pasando sobre una ciudad y aquella ciudad estaba cubierta de redes y de trampas. Jesús, al pasar cortó todas las redes y por fin trazó una gran señal de la santa cruz y desapareció. Y yo me vi. rodeaba de muchas figuras malignas que ardían de gran odio hacia mí. De sus bocas salían diferentes amenazas, pero ninguna me tocó. Después de un momento esa visión desapareció, pero no pude dormirme durante mucho tiempo.
26 IV. El viernes, cuando estaba en Ostra Brama durante las solemnidades en las cuales fue expuesta esta imagen, estuve presente en la homilía que dijo mi confesor [166]; la homilía fue sobre la Divina Misericordia, fue la primera de las que exigía el Señor Jesús desde hacia mucho tiempo. Cuando empezó a hablar de esta gran misericordia del Señor, la imagen tomó un aspecto vivo y los rayos penetraron en los corazones de las personas reunidas, pero no en grado igual, unos recibieron más y otros menos. Una gran alegría inundo mi alma viendo la gracia de Dios.
(174) Entonces oí estas palabras: Tú eres testigo de Mi misericordia, por los siglos estarás delante de Mi trono como un vivo testigo de Mi misericordia.
Terminada la homilía, no esperé el final del oficio, por que tenia prisa para volver a casa. Al dar yo algunos pasos, me cerraron el camino toda una multitud de demonios que me amenazaron con terribles tormentos, y se dejaron oír las voces: Nos has quitado todo por lo que habíamos trabajado tantos años. Cuando les pregunté: ¿De donde llegan en tal multitud? Estas figuras malignas me contestaron: De los corazones humanos, no nos molestes.
Viendo su tremendo odio hacia mi, entonces pedí ayuda al Ángel Custodio y en un solo momento apareció la figura luminosa y radiante del Ángel de la Guarda que me dijo: No tengas miedo, esposa de mi Señor, estos espíritus no te van a hacer ningún mal sin su permiso Los espíritus malignos desaparecieron en seguida y el fiel Ángel de la Guarda me acompañó de modo visible hasta la casa misma. Su mirada era modesta y serena, y de la frente brotaba un rayo de fuego.
Oh Jesús, desearía fatigarme y cansarme, y sufrir durante toda la vida por este único momento en que vi. Tu gloria, Señor, y los beneficios de las almas.
Domingo, 28 IV 1935
El primer domingo después de la Pascua de Resurrección, es decir, Fiesta de la Misericordia del Señor, clausura del Jubileo de Redención. Cuando fuimos a esta solemnidad, el corazón me latía de alegría por estar unidas estas dos solemnidades tan estrechamente. Pedí a Dios la misericordia para las almas pecadoras. Cuando terminó el oficio, y el sacerdote tomó el Santísimo Sacramento para impartir la bendición, súbitamente vi. al Señor Jesús con el mismo aspecto que tiene en esta imagen. El Señor impartió la bendición y los rayos se extendieron sobre todo el mundo. De repente vi. una claridad inaccesible en forma de una habitación de cristal, tejida de ondas de luz impenetrable (175) a cualquier criatura o espíritu. Para entrar en la claridad [había] tres puertas y en ese instante Jesús, con el mismo aspecto que tiene en la imagen, entró en aquel resplandor a través de la segunda puerta, hasta el interior de la unidad. Es la Unidad Trinitaria que es inconcebible, infinita. Oí la voz: Esta Fiesta ha salido de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias. Toda alma que cree y tiene confianza en Mi misericordia, la obtendrá. Me alegré enormemente de la bondad y de la grandeza de mi Dios.
29 IV 1935
En víspera de exponer la imagen fui con nuestra Madre Superiora a ver a nuestro confesor [167]. Cuando en la conversación fue abordado el tema de esta imagen, el confesor pidió que una de las hermanas ayudara a trenzar guirnaldas. La Madre Superiora dijo que Sor Faustina ayudaría. Eso me alegró muchísimo. Cuando regresamos a casa me dediqué en seguida a preparar los ramos verdes y con ayuda de una de las alumnas los transportamos. Ayudó también una persona que trabaja cerca de la iglesia. A las siete de la tarde estaba ya todo listo, la imagen estaba ya colgada; sin embargo algunas señoras notaron que yo iba y venia por allí, ya que seguramente mas estorbaba [168] que ayudaba, pues al día siguiente preguntaron a las hermanas ¿qué cosa era aquella bella imagen y qué significado tenia? Ustedes, hermanas, lo sabrán seguramente, porque ayer una de las hermanas la adornaba. Las hermanas muy sorprendidas porque no sabían nada, todas quisieron verla y en seguida sospecharon de mí. Decían: Sor Faustina lo sabrá seguramente todo.
Cuando empezaron a preguntarme, callaba, porque no pude decir la verdad. Mi silencio incitó su curiosidad; redoblé mi vigilancia para no mentir ni decir la verdad, porque no tenía permiso. Entonces empezaron a mostrarme su descontento y reprocharme abiertamente: ¿Cómo (176) es posible que la gente de fuera lo sepa y nosotras no? Empezaron diferentes juicios sobre mí. Sufrí mucho durante tres días, pero una extraña fuerza entró en mi alma. Me alegré de poder sufrir para Dios y para las almas que habían obtenido su misericordia en esos días. Al ver tantas almas que habían obtenido la misericordia de Dios en esos días, considero nada las fatigas y el sufrimiento aunque sean las mas grandes y aunque duren hasta el fin del mundo, porque ellos tienen limite mientras las almas que se han convertido [son salvadas] de los tormentos que nunca tienen fin. Experimentaba un gran gozo viendo a otros que volvía a la fuente de la felicidad, al seno de la Divina Misericordia.
Viendo la dedicación y el empeño del Padre Sopocko en este asunto, admiraba en él su paciencia y su humildad; todo esto costó no sólo mucho empeño y varios disgustos, sino también mucho dinero, y todo lo subvencionó el Padre Sopocko. Veo que la Providencia Divina lo había preparado a cumplir esta obra de la misericordia antes de que yo lo pidiera a Dios. Oh, que misteriosos son Tus caminos, Dios, y felices las almas que siguen la voz de la gracia de Dios.
Oh alma mía, adora al Señor por todo y glorifica su misericordia, porque su bondad no tiene limites. Todo pasará, pero su misericordia no tiene límites ni fin; si bien la maldad llegue a llenar su medida, en la misericordia no hay medida.
Oh Dios mío, aun en los castigos con que hieres la tierra veo el abismo de Tu misericordia, porque castigándonos aquí en la tierra, nos liberas del castigo eterno. Alégrense, todas las criaturas, porque están mas cerca de Dios en su infinita misericordia que el niño recién nacido del corazón de su madre. Oh Dios, que eres la Piedad misma para los más grandes pecadores arrepentidos sinceramente; cuanto más grande es el pecador, tanto mayor es el derecho que tiene a la Divina Misericordia (177).
En un momento, 12 V 1935.
Por la noche, apenas me acosté, me dormí, pero si me dormí rápidamente, más rápidamente todavía fui despertada. Vino a mí un Niño pequeño y me despertó. Este Niño podía tener cerca de un año y me sorprendí de que hablara muy bien, ya que los niños de esta edad no hablan nada o hablan de manera poco comprensible. Era indeciblemente bello, parecido al Niño Jesús y me dijo estas palabras: Mira al cielo. Y cuando miré al cielo, vi. las estrellas brillantes y la luna. Ese Niño me preguntó: ¿Ves la luna y las estrellas? Contesté que las veía y Él me replicó con estas palabras: Aquellas estrellas son las almas de los cristianos fieles y la luna son las almas consagradas. Ves la gran diferencia de luz que hay entre la luna y las estrellas, igual de grande es en el cielo la diferencia entre el alma de un religioso y la de un cristiano fiel. Y continúo que la verdadera grandeza está en amar a Dios y en la humildad.
Entonces vi. cierta alma que esta separándose del cuerpo en terribles tormentos. Oh Jesús, cuando lo escribo tiemblo toda, viendo las atrocidades que atestiguan contra ella…. Vi, como de un abismo barroso salían almas de niños pequeños y más grandes, de unos nueve años. Estas almas eran repugnantes y asquerosas, semejantes a los monstruos mas espantosos, a los cadáveres en descomposición, pero esos cadáveres estaban vivos y atestiguaban en voz alta contra el alma a la que yo veía agonizando; y el alma a la que veía en agonía era un alma que en el mundo había recibido muchos honores y aplausos, cuyo fin es el vacío y el pecado. Por fin salio una mujer que en una especie de delantal llevaba lagrimas y que atestiguo mucho contra él.
Oh hora terrible, (178) en la que se nos presentaran todas nuestras obras en su completa desnudez y [miseria]; ni una de ellas se pierde, nos acompañaran fielmente hasta el juicio de Dios. No tengo palabras ni términos de comparación para expresar cosas tan terribles y aunque me parece que esta alma no esta condenada, no obstante sus tormentos no difieren en nada de los tormentos infernales, con la única diferencia de que un día terminarán.
Un momento después vi. nuevamente a ese mismo Niño que me había despertado, y que era de una belleza esplendida, y me repitió estas palabras: La verdadera grandeza del alma está en amar a Dios y en la humildad. Pregunté a ese Niño: ¿Cómo sabes que la verdadera grandeza del alma está en amar a Dios y en la humildad?, estas cosas las pueden saber solamente los teólogos, mientras Tu ni siquiera has estudiado el catecismo y ¿cómo lo sabes? Y Él me contestó: Lo sé y sé todo, y en aquel momento desapareció.
Pero yo no me dormí en absoluto, mi mente estaba cansada de lo que empecé a meditar sobre lo que había visto. Oh, almas humanas, conocen la verdad muy tarde. Oh, abismo de la Divina Misericordia, derrámate lo antes posible sobre el mundo entero, según lo que Tu Mismo has dicho.
Mayo de 1935. En un momento, cuando me di cuenta de los grandes designios de Dios respecto a mi, me asuste de su grandeza y me sentí completamente incapaz de cumplirlos y empecé a evitar interiormente las conversaciones con Él, y sustituía ese tiempo con la oración oral. Lo hacia de humildad, pero pronto conocí que no era una verdadera humildad, sino una gran tentación de Satanás. Una vez, cuando en lugar de la oración interior comencé a leer un libro espiritual, oí en el alma estas palabras, explicitas y fuertes: Preparas al mundo para Mi última venida. Estas palabras me conmovieron profundamente y aunque fingía (179) como si no las hubiera oído, no obstante las comprendí bien y no tenia ninguna duda al respecto. Una vez, cansada de esta lucha de amor con dios y de excusarme constantemente de ser incapaz de cumplir esta obra, quise salir de la capilla, pero alguna fuerza me detuvo, me sentía inmovilizada. Entonces oí estas palabras: Piensas salir de la capilla, pero no saldrás de Mí, porque estoy en todas partes; tú sola no podrás hacer nada para ti misma, pero Conmigo puedes todo.
Durante la semana, cuando fui a mi confesor [169] y descubrí el estado de mi alma y especialmente que evito la conversación interior con Dios, recibí la respuesta que no debía evitar la conversación interior con Dios, sino que tenia que escuchar las palabras que me decía.
Actué según las indicaciones del confesor y en el primer encuentro con el Señor, caí a los pies de Jesús y con el corazón destrozado pedí perdón por todo. Luego Jesús me levantó del suelo y me sentó a su lado, y me permitió poner la cabeza sobre su pecho para que pudiera comprender y percibir mejor los deseos de su dulcísimo Corazón. Luego Jesús me dijo estas palabras: Hija Mía, no tengas miedo de nada, Yo estoy siempre contigo; cualquier adversario te puede hacer daño solamente si Yo se lo permito. Tú eres Mi morada y Mi estable descanso, por ti detengo la mano castigadora, por ti bendigo la tierra.
En el mismo instante siento algún fuego en mi corazón, siento que voy a perder los sentidos, no se que pasa alrededor de mi, siento que me traspasa la mirada del Señor, conozco bien su grandeza y mi miseria, un extraño sufrimiento penetra mi alma y un gozo que no logro comparar con nada, me siento inerte en los brazos de Dios, siento que estoy con Él y me disuelvo como una gota de agua en el océano. No se expresar lo que experimento; después de tal plegaria interior siento fuerza y fortaleza para cumplir las mas difíciles virtudes, siento aversión a todas las cosas que el mundo aprecia, con toda mi alma deseo la soledad y el silencio.
(180) V [mayo] de 1935. Durante el oficio de cuarenta horas [170] vi. el rostro del Señor Jesús en la Santa Hostia que estaba expuesta en la custodia; Jesús miraba amablemente a todos.
A menudo veo al Niño Jesús durante la Santa Misa. Es sumamente bello, en cuanto a la edad, parece que va a cumplir un año. Una vez, al ver el mismo Niño en nuestra capilla durante la Santa Misa, me invadió un fortísimo deseo y ansia irresistible de acercarme al altar y de tomar al Niño Jesús. En el mismo instante el Niño Jesús se puso junto a mi al borde del reclinatorio y con las dos manitas se agarró a mi brazo, encantador y alegre, su mirada llena de profundidad y penetrante. Pero cuando el sacerdote partió la Hostia, Jesús estaba en el altar y fue partido y consumido por aquel sacerdote.
Después de la Santa Comunión vi. al idéntico Jesús en mi corazón y durante todo el día lo sentí física, realmente en mi corazón. Un recogimiento muy profundo se apodero de mí inconscientemente y no dije a nadie ni una palabra, evitaba en lo posible la presencia de la gente, contestaba siempre a las preguntas relacionadas con mis tareas, fuera de eso ni una palabra.
9 VI 1935. La venida del Espíritu Santo. Al anochecer, cuando pasaba por la huerta, oí estas palabras: Junto con tus compañeras imploraras la misericordia por ustedes y por el mundo. Comprendí que no estaré en la Congregación en la que estoy actualmente [171]. Veo claramente que la voluntad de Dios respecto a mi es otra; sin embargo, me excuso constantemente delante de Dios de que yo soy incapaz de cumplir esta obra. Jesús, es que Tu sabes perfectamente lo que soy, y me puse a enumerar delante del Señor mis insuficiencias y me escondía detrás de ellas para que aceptara mis excusas de que era incapaz de cumplir (181) sus proyectos. Luego oí estas palabras: No tengas miedo, Yo Mismo completare lo que te falta. Estas palabras me penetraron hasta el fondo y conocí aun más mi miseria, conocí que la Palabra del Señor es viva y penetra hasta el fondo. Entendí que Dios exigía de mí un modo de vida más perfecto, sin embargo me excusaba continuamente con mi incapacidad.
29 VI 1935. Cuando hablaba con el director [172] de mi alma sobre diferentes cuestiones que el Señor exigía de mi, pensaba que me contestaría que era incapaz de cumplir esas cosas y que el Señor Jesús no se servía de las almas tan miserables como yo, para las obras que deseaba realizar. No obstante oí las palabras de que en la mayoría de los casos Dios escogía justamente a tales almas para realizar sus proyectos. Pero este sacerdote era guiado por el Espíritu de Dios, penetro el secreto de mi alma y los mas escondidos secretos que había entre mi y Dios, y de los cuales no le había hablado nunca antes; no se los había contado porque yo mismo no los entendía bien y el Señor no me había dado una orden clara para que lo dijera. El secreto era éste que Dios exigía que hubiera una congregación que proclamara la Divina Misericordia y la implorase para el mundo.
Cuando aquel sacerdote me preguntó si no había tenido tales inspiraciones, contesté que no había tenido órdenes precisas, pero en aquel instante una luz penetró en mi alma y comprendí que el Señor hablaba por medio de él; me defendía inútilmente diciendo que no tenía una orden precisa, ya que al final de la conversación vi. al Señor Jesús en el umbral, con el mismo aspecto como esta pintado en la imagen, que me dijo: Deseo que haya tal Congregación [173]. Eso duró un momento. (182) Pero no hablé de eso en seguida, tenia prisa de volver a casa y repetía continuamente al Señor: Yo soy incapaz de cumplir Tus proyectos, oh Dios. Pero, lo curioso es que Jesús, sin reparar en esta invocación mía me dio luz y me hizo conocer cuanto le agradaba esta obra y no tomó en consideración mi debilidad, sino que me dio a conocer cuantas dificultades tenia que superar. Y yo, su pobre criatura, no sabía decir otra cosa sino que era incapaz, oh Dios.
30 VI 1935. Al día siguiente, una vez comenzada la Santa Misa, vi. al señor Jesús de una belleza inexpresable. Me dijo que exige que esa Congregación sea fundada lo antes posible, y tú vivirás en ella con tus compañeras. Mi Espíritu será la regla de su vida. Su vida debe modelarse sobre Mí, desde el pesebre hasta la muerte en la cruz. Penetra en Mis secretos y conocerás el abismo de Mi misericordia para con las criaturas y Mi bondad insondable, y harás conocer ésta al mundo. A través de la oración intermediaras entre la tierra y el cielo.
Era el tiempo de acercarse a la Santa Comunión. Jesús desapareció y vi. un gran resplandor. Luego oí estas palabras: Te impartimos nuestra bendición, y en aquel momento de ese resplandor salio un rayo claro y traspaso mi corazón, un extraño fuego se incendio en mi alma, pensaba que moriría de gozo y de felicidad; sentí la separación del espíritu con respecto al cuerpo, sentí una inmersión total en Dios, sentí que era raptada por el Omnipotente como un granito de polvo a los espacios desconocidos.
Temblando de felicidad en los brazos del Creador, sentía que Él Mismo me sostenía para que pudiera soportar la gran felicidad y mirar su Majestad. Ahora sé que si (183) Él Mismo no me hubiera fortalecido antes con la gracia, mi alma no habría sobrevenido la muerte. La Santa Misa terminó no sé cuando, porque no era en mi poder notar lo que sucedía en la capilla. Sin embargo, al volver en mi, sentía la fortaleza y el valor para cumplir la voluntad de Dios, nada me parecía difícil y si antes me excusaba delante del Señor, ahora sentía el animo y la fuerza del Señor que estaban en mi y le dije al Señor: Estoy preparada para cada señal de Tu voluntad. Dentro de mí experimenté todo lo que iba a pasar en el futuro.
Oh Creador y Señor mío, aquí tienes todo mi ser. Dispón de mí según Tu divina complacencia y según Tus designios eternos y Tu misericordia insondable. Que cada alma conozca cuan bueno es el Señor; que ninguna alma tenga miedo de tratar con el Señor, y que no se excuse de ser indigna y que nunca aplace para después las invitaciones de Dios, ya que esto no agrada a Dios. No hay alma mas miserable que yo, como verdaderamente me considero, y estoy sorprendida de que la Majestad Divina se humille tanto. Oh eternidad, me parece que eres demasiado corta para glorificar la infinita misericordia del Señor.
Una vez, cuando la imagen estaba expuesta en el altar, durante la procesión de Corpus Cristi [174], cuando el sacerdote expuso el Santísimo Sacramento y el coro empezó a cantar, los rayos de la imagen traspasaron la Santa Hostia y se difundieron sobre el mundo entero. Entonces oí estas palabras: A través de ti, como a través de esta Hostia, los rayos (184) de la misericordia pasaran al mundo. Después de estas palabras un gran gozo penetró en mi alma.
En una ocasión, cuando mi confesor [175] celebraba la Santa Misa, como siempre vi. al Niño Jesús en el altar desde el momento del ofertorio. Pero un momento antes de la elevación el sacerdote desapareció y se quedó Jesús y cuando llegó el momento de la elevación Jesús tomó en sus manitas la Hostia y el Cáliz y los levanto juntos y miró hacia el cielo y un momento después vi. otra vez a mi confesor y pregunté al Niño Jesús donde estaba el sacerdote mientras no lo veía. Y Jesús me contestó: En Mi Corazón. Sin embargo no pude comprender nada más de aquellas palabras de Jesús.
Una vez oí estas palabras: Deseo que vivas según Mi voluntad en los más secretos rincones de tu alma. Comencé a meditar estas palabras que llegaron hasta lo más profundo de mi corazón. Aquel día había confesión de la Comunidad [176]. Cuando fui a confesarme, después de acusarme de los pecados, el sacerdote me repitió las palabras que antes me había dicho el Señor.
El sacerdote me dijo estas palabras profundas: Hay tres grados en el cumplimiento de la voluntad de Dios. El primero: es cuando el alma cumple todo lo que está notoriamente comprendido en los reglamentos y en estatutos de la observancia exterior. El segundo grado consiste en que el alma sigue las inspiraciones interiores y las cumple. El tercer grado es aquel en que el alma, entregándose a la voluntad de Dios, le deja la libertad de disponer de ella, y Dios hace con ella lo que le agrada, porque es un instrumento dócil en sus manos. Y me dijo ese sacerdote que yo estaba en el segundo grado del cumplimiento de la voluntad de Dios, y que no tenia todavía el (185) tercer grado del cumplimiento de la voluntad de Dios; no obstante debía empeñarme para cumplir ese tercer grado de la divina voluntad. Esas palabras penetraron mi alma por completo. Veo claramente que muchas veces Dios da a conocer al sacerdote lo que pasa en el fondo de mi alma; eso no me sorprende nada, mas bien agradezco al Señor que tiene a estos elegidos.
Jueves, Adoración nocturna.
Al venir a la adoración, en seguida me envolvió un recogimiento interior y vi. Al Señor Jesús atado a una columna, despojado de las vestiduras y en seguida empezó la flagelación. Vi a cuatro hombres que por turno azotaban al Señor con disciplinas. El corazón dejaba de latir al ver esos tormentos. Luego el Señor me dijo estas palabras: Estoy sufriendo un dolor aun mayor del que estás viendo. Y Jesús me dio a conocer por cuales pecados se sometió a la flagelación, son los pecados impuros. Oh, cuanto sufrió Jesús moralmente al someterse a la flagelación. Entonces Jesús me dijo: Mira y ve el género humano en el estado actual. En un momento vi cosas terribles: Los verdugos se alejaron de Jesús, y otros hombres se acercaron para flagelar los cuales tomaron los látigos y azotaban al Señor sin piedad. Eran sacerdotes, religiosos y religiosas y máximos dignatarios de la Iglesia, lo que me sorprendió mucho, eran laicos de diversa edad y condición, todos descargaban su ira en el inocente Jesús. Al verlo mi corazón se hundió en una especie de agonía; y mientras los verdugos lo flagelaban, Jesús callaba y miraba a lo lejos, pero cuando lo flagelaban aquellas almas que he mencionado arriba, Jesús cerró los ojos y un gemido silencioso pero terriblemente doloroso salió de su Corazón. Y el Señor me dio a conocer detalladamente el peso de la maldad de aquellas almas ingratas: Ves, he aquí un suplicio mayor que Mi muerte. Entonces mis labios callaron y empecé a sentir (186) en mi la agonía y sentía que nadie me consolaría ni me sacaría de ese estado sino aquel que a eso me había llevado. Entonces el Señor me dijo: Veo el dolor sincero de tu corazón que ha dado un inmenso alivio a Mi Corazón, mira y consuélate.
Entonces vi. a Jesús clavado en la cruz. Después de estar Jesús colgado en ella un momento, vi. toda una multitud de almas crucificadas como Jesús. Vi la tercera muchedumbre de almas y la segunda de ellas. La segunda infinidad de almas no estaba clavada en la cruz, sino que las almas sostenían fuertemente la cruz en la mano; mientras tanto la tercera multitud de almas no estaba clavada ni sostenía la cruz fuertemente, sino que esas almas arrastraban la cruz detrás de si y estaban descontentas. Entonces Jesús me dijo: Ves, esas almas que se parecen a Mi en el sufrimiento y en desprecio, también se parecerán a Mi en la gloria; y aquellas que menos se asemejan a Mi en el sufrimiento y en el desprecio, serán menos semejantes a Mi también en la gloria.
La mayor parte de las almas crucificadas pertenecían al estado eclesiástico; vi también almas crucificadas que conozco y eso me dio mucha alegría. De repente Jesús me dijo: En la meditación de mañana reflexionaras sobre lo que has visto hoy. Y en seguida el Señor Jesús desapareció.
Viernes. Estaba enferma y no pude ir a la Santa Misa. A las siete de la mañana vi a mi confesor celebrando la Santa Misa durante la cual veía al Niño Jesús. Al final de la Santa Misa la visión desapareció y me vi, como antes, en la celda. Me llenó una alegría inexpresable de que aunque no pude asistir a la Santa Misa en nuestra capilla, la escuché de una iglesia muy lejana. Jesús puede solucionar todo.
(187) 30 de julio de 1935
Dio de San Ignacio. Recé fervorosamente a este Santo reprochándole ¿Cómo podía mirarme y no venia en ayuda en las cuestiones tan importantes como lo es el cumplimiento de la voluntad de Dios? Le decía a este Santo: Oh nuestro Patrono, que has sido inflamado por el fuego del amor y del celo por la mayor gloria de Dios, te ruego humildemente, ayúdame a cumplir los designios de Dios. Fue durante la Santa Misa. Entonces al lado izquierdo del altar vi a San Ignacio con un gran libro en la mano, diciéndome estas palabras: Hija mía, no soy indiferente a tu causa. Esta regla se puede aplicar también a esta Congregación: indicando el libro con la mano desapareció. Me alegré muchísimo viendo cuanto los santos piensan en nosotros y lo estrecha que es la unión con ellos. Oh bondad de Dios, que bello es el mundo interior porque ya aquí en la tierra nos relacionamos con los santos. Durante el día entero sentí la cercanía de este querido Patrono mío.
5 de agosto de 1935: Fiesta de Nuestra Señora de la Misericordia. Me preparé para esta fiesta con mayor fervor que en los años anteriores. En la mañana de ese día experimenté la lucha interior al pensar que debía abandonar esta congregación que goza de la protección especial de Maria. En esta lucha transcurrió la meditación, la primera Santa Misa, durante la segunda Santa Misa rezaba a la Santísima Madre, diciéndole que me es difícil separarme de la Congregación que esta bajo Tu protección especial, oh Maria. Entonces vi a la Santísima Virgen, indeciblemente bella, que se acercó a mí, del altar a mi reclinatorio y me abrazó y me dijo estas palabras: Soy Madre de todos gracias a la insondable misericordia de Dios. El alma mas querida para mi es aquella que cumple fielmente la voluntad de Dios. Me dio a entender que cumplo fielmente todos los deseos (188) de Dios y así he encontrado la gracia ante sus ojos. Sé valiente, no tengas miedo de los obstáculos engañosos, sino que contempla atentamente la Pasión de mi Hijo y de este modo vencerás.
Adoración nocturna.
Me sentía muy sufriente y me parecía que no podría ir a la adoración, sin embargo reuní toda la fuerza de mi voluntad y a pesar de haberme caído en la celda, no reparaba en lo que me dolía teniendo delante de los ojos la Pasión de Jesús. Al venir a la capilla entendí interiormente lo grande que es la recompensa que Dios nos prepara, no solamente por las buenas obras, sino también por el sincero deseo de cumplirlas. Qué gracia más grande de Dios es ésta.
Oh, que dulce es trabajar por Dios y para las almas. No quiero descansar en el combate, sino que lucharé hasta el último soplo de vida por la gloria de mi Rey y Señor. No rendiré la espada hasta que me llame delante de su trono; no temo los golpes porque Dios es mi escudo. El enemigo debe tener miedo de nosotros y no nosotros del enemigo. Satanás vence solamente a los soberbios y a los cobardes, porque los humildes tienen la fortaleza. Nada confunde ni asusta a un alma humilde. He dirigido mi vuelo hacia el ardor mismo del sol y nada logrará bajármelo. El amor no se deja encarcelar, es libre como una reina, el amor llega hasta Dios.
Una vez, después de la Santa Comunión, oí estas palabras: Tú eres nuestra morada. En aquel momento sentí en el alma la presencia de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, me sentía el templo de Dios, sentía que era hija del Padre; no se explicar todo, pero el espíritu lo entiende bien. Oh bondad infinita, cuánto Te humillas hasta una miserable criatura.
Si las almas quisieran vivir en el recogimiento, Dios les hablaría en seguida, ya que la distracción sofoca la voz de Dios.
(189) Una vez el Señor me dijo: ¿Por qué tienes miedo y tiemblas cuando estás unida a Mí? No Me agrada el alma que se deja llevar por inútiles temores. ¿Quién se atreve a tocarte cuando estás Conmigo? El alma mas querida para Mi es la que cree fuertemente en Mi bondad y la que Me tiene confianza plenamente; le ofrezco Mi confianza y le doy todo lo que pide.
En cierta ocasión el Señor me dijo: Hija Mía, toma las gracias que la gente desprecia; toma cuantas puedas llevar. En aquel instante mi alma fue inundada del amor de Dios. Siento que estoy unida al Señor tan estrechamente que no cuento palabra con las cuales podría expresar bien esta unión; siento que todo lo que Dios tiene, todos los bienes y los tesoros, son míos, aunque me ocupo poco de ellos, ya que me basta solamente Él. En Él veo todo, fuera de Él, nada.
No busco la felicidad fuera de mi interior donde mora Dios. Gozo de Dios en mi interior, aquí vivo continuamente con Él, aquí existe mi relación mas intima con Él, aquí vivo con Él segura, aquí no llega la mirada humana. La Santísima Virgen me anima a relacionarme así con Él.
Ahora ya no me da amargura cuando padezco un sufrimiento, ni tampoco las grandes consolaciones me exaltan; se han adueñado de mi la paz y el equilibrio del espíritu que proviene del conocimiento de la verdad.
¿Qué me importa vivir rodeada de corazones enemigos, si tengo la plenitud de la felicidad en mi alma? O también, ¿a qué me ayudará la bondad de otros corazones, si no tengo a Dios en mi interior? Teniendo a Dios en mi interior ¿Quién puede perjudicarme de algún modo?
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(190) JMJ Vilna, 12 VIII 1935
Ejercicios espirituales de tres días.
Al anochecer del día anterior a los ejercicios espirituales, durante [la asignación] nocturna de los puntos [de la meditación], oí estas palabras: Durante estos ejercicios espirituales te hablaré por boca de este sacerdote para asegurarte y fortalecerte sobre la veracidad de Mis palabras con las cuales hablo en el fondo de tu alma. Aunque estos ejercicios espirituales los hacen todas las hermanas, no obstante tengo una atención especial por ti para fortalecerte y hacerte impávida frente a todas las contrariedades que te esperan; por eso escucha atentamente sus palabras y medítalas en el fondo de tu alma.
Oh, cómo quedé sorprendida, dado que todo lo que el Padre decía sobre la unión con dios y sobre los impedimentos en esta estrecha unión, yo lo experimentaba exactamente en el alma y lo oía de Jesús que hablaba en el fondo de ella. La perfección consiste en [esta] estrecha unión con Dios.
En la meditación de las diez, el sacerdote [177] habló de la misericordia de Dios y de la bondad de Dios para con nosotros. Dijo que cuando examinamos la historia de la humanidad, a cada paso vemos esta gran bondad de Dios. Todos los atributos de Dios, tales como la omnipotencia, y la sabiduría contribuyen a revelarnos este máximo atributo, es decir, la bondad de Dios. La bondad divina es el mayor atributo de Dios. Sin embargo, muchas almas que tienden a la perfección, no conocen esta gran bondad de Dios. Todo lo que el sacerdote dijo en esa meditación sobre la bondad de Dios, correspondía con lo que Jesús me había dicho [y] se (191) refería exactamente a la Fiesta de la Misericordia. Ahora de verdad [he comprendido] claramente lo que el Señor me prometió y no tengo ninguna duda, la Palabra de Dios es clara y explicita.
Durante toda la meditación vi. al Señor Jesús sobre el altar, con una túnica blanca, teniendo en la mano mi cuaderno en el que estoy escribiendo estas cosas. Durante toda la meditación Jesús hojeaba las páginas del cuaderno y callaba, pero mi corazón no lograba soportar el ardor que se había incendiado en mi alma. A pesar de los esfuerzos de la voluntad para dominarme y para no dejar conocer a los que me rodeaban lo que pasaba en mi alma, al final de la meditación sentí que no dependía de mí en absoluto. De repente Jesús me dijo: No has escrito en este cuaderno todo sobre Mi bondad hacia los hombres; deseo que no omitas nada; deseo que tu corazón esté basado en una completa tranquilidad.
Oh Jesús, mi corazón deja de latir cuando contemplo todo lo que haces por mí. Te admiro, Señor, por humillarte tanto hasta mi alma miserable. Qué métodos inexplicables usas para convencerme.
Por primera vez en mi vida tengo los ejercicios espirituales de este tipo: cada palabra del sacerdote la entiendo de modo singular y claro, ya que todo esto lo viví antes en mi alma. Ahora veo que Jesús no deja en incertidumbre a un alma que lo ama sinceramente. Jesús desea que un alma que se relaciona con Él estrechamente, esté plenamente tranquila, a pesar de los sufrimientos y las contrariedades.
Ahora comprendo bien que lo que une mas estrechamente el alma a Dios es negarse a si mismo, es decir, unir su voluntad a la voluntad de Dios. Esto hace verdaderamente libre al alma y ayuda al profundo recogimiento del espíritu, hace livianas todas las penas de la vida y dulce la muerte.
(192) Jesús me dijo que si tengo alguna duda respecto a esta Fiesta o a la fundación de esta Congregación, o respecto a cualquier cosa de que te hablé en el fondo de tu alma, te contestaré en seguida por la boca de este sacerdote.
Durante una meditación sobre la humildad me volvió la vieja duda de que un alma tan miserable como la mía, no cumpliría la tarea que el Señor exigía. En el mismo momento en que yo analizaba esa duda, el sacerdote que predicaba los ejercicios espirituales, interrumpió el tema de la predica y dijo justamente lo que yo tenia en duda, es decir, que Dios elige generalmente a las almas mas débiles y mas simples como instrumentos para realizar sus obras mas grandes, y ésta es una verdad incontestable. Veamos a quiénes eligió como Apóstoles, o veamos la historia de la Iglesia, qué obras tan grandes realizaron las almas que eran las menos aptas para hacerlo, porque justamente en esa forma las obras de Dios se revelan como tales. Cuando mi duda cedió completamente, el sacerdote volvió al tema sobre la humildad.
Jesús, como siempre durante cada predica, estaba en el altar y no me decía nada, sino que con su mirada penetraba amablemente mi pobre alma que [ya] no tenia ninguna excusa.
Jesús, Vida mía, siento bien que me estas transformando en Ti, en lo secreto del alma donde los sentidos perciben muy poco. Oh Salvador mío, escóndeme entera en lo profundo de Tu corazón y protégeme con Tus rayos de todo lo que me aleja de Ti, Te suplico, oh Jesús, que estos dos rayos que salieron de Tu Misericordiosísimo corazón, alimenten continuamente mi alma.
(193) El momento de la confesión.
El confesor [178] me pregunto si en aquel momento estaba Jesús y si lo veía. Si, está y lo veo. Me ordenó preguntar por ciertas personas, Jesús no me contestó nada, pero lo miró. Pero terminada la confesión, mientras hacia la penitencia, Jesús, me dijo estas palabras: Ve y consuélalo de Mi parte. Sin entender el significado de estas palabras, en seguida repetí lo que Jesús me había ordenado.
Durante todo el tiempo de los ejercicios espirituales estuve sin cesar en contacto con Jesús y me uní a Él con toda la fuerza de mi corazón.
El día de la renovación de los votos. Al comienzo de la Santa Misa como siempre vi a Jesús que nos bendijo y entró en el tabernáculo. Luego vi a la Santísima Virgen con una túnica blanca, un manto, azul, y la cabeza descubierta, que desde el altar se me acercó, me tocó con sus manos, me cubrió con su manto, y me dijo: Ofrece estos votos por Polonia. Reza por ella. 15 VIII.
En la noche del mismo día sentí en el alma una gran nostalgia de Dios; no lo veo con los ojos del cuerpo como antes, sino que lo siento y no comprendo; eso me produce un anhelo y un tormento indescriptibles. Me muero del deseo de poseerlo para sumergirme en Él por la eternidad. Mi espíritu tiene a Él con todas las fuerzas, no hay nada en el mundo que pueda consolarme.
Oh Amor Eterno, ahora entiendo en qué estrechas relaciones de intimidad estaba mi corazón Contigo. ¿Qué podrá satisfacerme en el cielo o en la tierra fuera de Ti?, oh Dios mío, en Quien se ahogó mi alma.
(194) Una noche, cuando desde mi celda miré al cielo y vi un esplendido firmamento sembrado de estrellas y la luna, de repente entró en mi alma el fuego de amor inconcebible hacia mi Creador, y sin saber soportar el deseo que había crecido en mi alma hacia Él, me caí de cara al suelo humillándome en el polvo. Lo adoré por todas sus obras y cuando mi corazón no pudo soportar lo que en él pasaba, irrumpí en llanto. Entonces me tocó el Ángel Custodio y me dijo estas palabras: El Señor me hace decirte que te levantes del suelo. Lo hice inmediatamente, pero mi alma no tuvo consuelo. El anhelo de Dios me invadió aun más.
Un día en que estaba en la adoración, y mi espíritu como si estuviera en agonía [añorándolo] a Él y no lograba retener las lágrimas, vi a un espíritu de gran belleza, que me dijo estas palabras: No llores, dice el Señor. Un momento después pregunté: ¿Quién eres? Y él me contestó: Soy uno de los siete espíritus que día y noche están delante del trono de Dios y lo adoran sin cesar. Sin embargo este espíritu no alivio mi añoranza, sino que suscitó en mí un anhelo más grande de Dios. Este espíritu es muy bello y su belleza se debe a una estrecha unión con Dios. Este espíritu no me deja ni por un momento, me acompaña en todas partes.
Al día siguiente, durante la Santa Misa, antes de la elevación, aquel espíritu empezó a cantar estas palabras: Santo, Santo, Santo. Su voz era como miles de voces, imposible describirlo. De repente mi espíritu fue unido a Dios, en un momento vi la grandeza y la santidad inconcebibles de Dios y al mismo tiempo conocí (195) la nulidad que soy de por mi. Conocí mas claramente que en cualquier otro momento del pasado, las Tres Personas Divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sin embargo su esencia es Una, como también la igualdad y la Majestad. Mi alma se relaciona con las Tres Personas, pero no logro explicarlo con palabras, pero el alma lo comprende bien. Cualquiera que esté unido con una de estas Tres Personas, por este mismo hecho está unido con toda la Santísima Trinidad, porque su unidad es indivisible. Esa visión, es decir, ese conocimiento inundó mi alma de una felicidad inimaginable, por ser dios tan grande. Lo que he descrito arriba, no lo vi con los ojos, como anteriormente, sino dentro de mí, de modo puramente espiritual e independiente de los sentidos. Eso duró hasta el fin de la Santa Misa.
Ahora, esto me sucede a menudo y no solamente en la capilla, sino también durante el trabajo y cuando menos lo espero.
Cuando nuestro confesor [179] estaba ausente, yo me confesaba con el arzobispo [180]. Al descubrirle mi alma, recibí esta respuesta: Hija mía, ármate de mucha paciencia, si estas cosas vienen de Dios, tarde o temprano, se realizaran y te digo estar completamente tranquila. Yo, hija mía, te entiendo bien en estas cosas; y ahora, en cuanto al abandono de la Congregación y la idea de [fundar] otra, ni siquiera pienses en esto, ya que seria una grave tentación interior. Terminada la confesión, le dije a Jesús: ¿Por qué me mandas hacer estas cosas y no me das la posibilidad de cumplirlas? De repente, después de la Santa Comunión vi al Señor Jesús en la misma capilla en la que me había confesado, con el mismo aspecto con el que está pintado en esta imagen; el Señor me dijo: No estés triste, le haré comprender las cosas que exijo de ti. Cuando salíamos, (196) el arzobispo estaba muy ocupado pero nos dijo volver y esperar un momento. Cuando entramos otra vez en la capilla, oí en el alma estas palabras: Dile lo que has visto en esta capilla. En aquel momento entró el arzobispo y preguntó si no teníamos nada que decirle. Sin embargo, aunque tenía la orden de hablar, no pude porque estaba en compañía de una de las hermanas. Todavía una palabra sobre la confesión: Impetrar la misericordia para el mundo, es una idea grande y bella, ruegue mucho, hermana, por la misericordia para los pecadores, pero hágalo en su propio convento.
El día siguiente, viernes 13 XI 1935.
Por la tarde, estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una túnica clara, el rostro resplandeciente; una nube debajo de sus pies, de la nube salía rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y alcanzaban la tierra. Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la tierra y especialmente cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé a pedir al ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi suplica era nada comparada con la ira de Dios. En aquel momento vi a la Santísima Trinidad. La grandeza de su Majestad me penetró profundamente y no me atreví a repetir la plegaria. En aquel mismo instante sentí en mi alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de esta gracia, en el mismo momento fui raptada delante del trono de Dios. Oh, que grande es el Señor y Dios nuestro e inconcebible su santidad. No trataré de describir esta grandeza porque dentro de poco la veremos todos, tal como es. Me puse a rogar (197) a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mi.
Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados. Nunca antes había rogado con tal potencia interior como entonces. Las palabras con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros.
A la mañana siguiente, cuando entré en nuestra capilla, oí esta voz interior: Cuantas veces entres en la capilla reza en seguida esta oración que te enseñé ayer. Cuando recé esta plegaria, oí en el alma estas palabras: Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave Maria y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave Maria, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero [181].
El silencio es una espada en la lucha espiritual; un alma platicadora no alcanzará la santidad. Esta espada del silencio cortará todo lo que quiera pegarse al alma. Somos sensibles a las palabras y queremos responder de inmediato, sensibles, sin reparar si es la voluntad de Dios que hablemos. El alma silenciosa es fuerte; ninguna contrariedad le hará daño si persevera en el silencio. El alma (198) silenciosa es capaz de la mas profunda unión con Dios; vive casi siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo. En el alma silenciosa Dios obra sin obstáculos.
Oh Jesús mío, Tu sabes, solamente Tú sabes bien que mi corazón no conoce otro amor fuera de Ti. Todo mi amor virginal es anegado en ti, oh Jesús, por la eternidad. Siento bien que Tu Sangre divina circula en mi corazón; no hay duda alguna que con Tu preciosísima Sangre ha entrado en mi corazón Tu purísimo Amor. Siento que moras en mí con el Padre y el Espíritu Santo o más bien siento que yo vivo en Ti, oh Dios inimaginable. Siento que me disuelvo en Ti como una gota en el océano. Siento que estas fuera de mí y en mis entrañas, siento que estas en todo lo que me rodea, en todo lo que me sucede. Oh Dios mío, Te he conocido dentro de mi corazón y Te he amado por encima de cualquier cosa que exista en la tierra o en el cielo. Nuestros corazones se entienden mutuamente, pero ningún hombre lo comprenderá.
La segunda confesión con el arzobispo [182]. Has de saber, hija mía, que si ésta es la voluntad de Dios, tarde o temprano, se realizara, porque la voluntad de Dios tiene que cumplirse. Ama a Dios en tu corazón, ten…[la frase queda interrumpida].
29 IX Fiesta de San Miguel Arcángel [183]. He quedado unida íntimamente a Dios. Su presencia me penetra profundamente y me llena de serenidad, de alegría y de asombro. Después de esos momentos de plegaria estoy llena de fuerza, de una valentía misteriosa para afrontar sufrimientos y la lucha; nada me espanta, aunque el mundo entero esté en contra de mí; todas las contrariedades tocan la superficie, pero no tienen acceso a (199) mi interior, porque allí mora Dios que me da fuerza, que me colma. Contra su escabel se estrellan todas las emboscadas del enemigo. En estos momentos de la unión Dios me sostiene con su poder; me da su poder, y me capacita para amarlo. El alma nunca lo alcanza con sus propios esfuerzos. Al comienzo de esta gracia interior, me llenaba el miedo y empecé a guiarme, es decir dejarme llevar por el temor, pero poco después el Señor me dio a conocer cuanto eso le desagradaba. Pero también esto lo decidió Él Mismo, mi tranquilidad.
Casi cada solemnidad en la santa Iglesia me da un conocimiento mas profundo de Dios y una gracia especial, por eso me preparo a cada solemnidad y me uno estrechamente al espíritu de la Iglesia. Qué alegría ser una hija fiel de la Iglesia. Oh, cuanto amo a la santa Iglesia y a todos quienes viven en ella. Los miro como miembros vivos de cristo que es su Cabeza. Me inflamo de amor con los que aman, sufro con los que sufren, el dolor me consume mirando a los tibios y a los ingratos; entonces procuro un amor tan grande hacia Dios que compense por aquellos que no lo aman, que alimentan a su Salvador con negra ingratitud.
Oh Dios mío, estoy consciente de mi misión en la santa Iglesia. Mi empeño continuo es impetrar la misericordia para el mundo. Me uno estrechamente a Jesús y me presento como victima que implora por el mundo. Dios no me rehusará nada cuando le suplico con la voz de Su Hijo. Mi sacrificio es nada por si mismo, pero cuando lo uno al sacrificio de Jesús, se hace omnipotente y tiene la fuerza para aplacar la ira divina. Dios nos ama en Su Hijo, la dolorosa Pasión del Hijo de Dios es un continuo aplacamiento de la ira de Dios.
(200) Oh Dios, cuanto deseo que las almas Te conozcan, que sepan que las Te conozcan, que sepan que las creaste por Tu amor inconcebible; oh Creador y Señor, siento que descorreré las cortinas del cielo para que la tierra no dude de Tu bondad.
Haz de mi, oh Jesús, una victima agradable y pura delante del Rostro de Tu Padre. Oh Jesús, transfórmame miserable y pecadora, en Ti, ya que Tú puedes todo y entrégame a Tu Padre Eterno. Deseo transformarme en la hostia expiatoria delante de Ti, pero en una hostia no consagrada delante de los hombres; deseo que la fragancia de mi sacrificio sea conocida sólo por Ti, Oh Dios Eterno, arde en mi el fuego inextinguible de la suplica por Tu misericordia; siento y comprendo que ésta es mi tarea, aquí y en la eternidad. Tú Mismo me has ordenado hablar de esta gran misericordia Tuya y de Tu bondad.
En cierta ocasión comprendí, cuánto le desagrada a Dios la acción, aunque sea la más laudable, sin el sello de la intención pura; tales acciones incitan a Dios más bien al castigo que a la recompensa. Que en nuestra vida las haya lo menos posible, mientras en la vida religiosa no deberían existir en absoluto.
Con igual disposición recibo la alegría y el sufrimiento, la alabanza y la humillación; recuerdo que la una y la otra son pasajeras. ¿Qué me importa lo que digan de mí? Ya hace mucho he renunciado de todo lo que concierne a mi persona. Mi nombre es hostia, es decir, victima, pero no en la palabra sino en la acción, en el anonadamiento de mi misma, en asemejarme a Ti en la cruz, oh Buen Jesús y Maestro mío.
(201) Oh Jesús, cuando vienes a mi [en] la Santa Comunión, Tu que Te has dignado morar con el Padre y el Espíritu Santo en el pequeño cielo de mi corazón, procuro acompañarte durante el día entero, no Te dejo solo ni un momento. Aunque estoy en compañía de otras personas o con las alumnas, mi corazón está siempre unido a Él. Cuando me duermo, le ofrezco cada latido de mi corazón, cuando me despierto, me sumerjo en Él sin decir una palabra. Al despertarme, adoro un momento la Santísima Trinidad y le agradezco por haberme ofrecido un día mas, que una vez mas va a repetirse en mi el misterio de la Encarnación de Su Hijo, que una vez mas delante de mis ojos va a repetirse su dolorosa Pasión. Trato entonces de facilitar a Jesús el paso a través de mí a otras almas. Con Jesús voy a todas partes, su presencia me acompaña en todas partes.
En los sufrimientos del alma o del cuerpo trato de callar porque entonces mi espíritu adquiere fortaleza que viene de la Pasión de Jesús. Delante de mis ojos tengo siempre su Rostro doloroso, insultado y desfigurado, su Corazón divino, traspasado por nuestros pecados y especialmente por la ingratitud de las almas elegidas.
Doble advertencia para que me preparase a los sufrimientos que me esperaban [en] Varsovia; la primera advertencia fue interior, a través de una voz, escuchada, la segunda fue durante la Santa Misa. Antes de la elevación vi a Jesús crucificado que me dijo: Prepárate a los sufrimientos. Agradecí al Señor esta gracia de haberme advertido y le dije al Señor que seguramente no sufriré más que Tu, Salvador mío. No obstante me lo tomé a pecho e iba fortaleciéndome con la plegaria y con pequeños sufrimientos para poder soportar mayores cuando llegasen.
19 X 1935
Salida de Vilna a Cracovia para los ejercicios espirituales de ocho días.
El viernes por la noche durante el rosario cuando pensaba en el viaje del día siguiente y en la importancia de la cuestión que iba a presentar al Padre Andrasz [184], me invadió el miedo viendo claramente mi miseria y mi inaptitud frente a la grandeza de la obra de Dios. Aplastada por ese sufrimiento, me sometí a la voluntad de Dios. En aquel instante vi a Jesús junto a mi reclinatorio, con una túnica clara, y me dijo estas palabras: ¿Por qué tienes miedo de cumplir Mi voluntad? ¿Crees que no te ayudaré como hasta ahora? Repite cada exigencia Mía delante de aquellos que Me sustituyen en la tierra y haz solamente lo que te manden. En aquel momento una [gran] fuerza entró en mi alma.
A la mañana siguiente vi. al Ángel Custodio que me acompañó en el viaje hasta Varsovia. Cuando entramos al convento desapareció. Cuando pasábamos junto a una pequeña capillita para saludar a las Superioras, en un momento me envolvió la presencia de Dios y el Señor me llenó del fuego de su amor. En tales momentos siempre conozco mejor la grandeza de su Majestad.
Al subirnos al tren de Varsovia a Cracovia, vi nuevamente a mi Ángel Custodio junto a mí, que rezaba contemplando a Dios, y mi pensamiento lo siguió, y cuando entramos en la puerta del convento desapareció.
Al entrar en la capilla, la Majestad de Dios me envolvió otra vez, me sentía sumergida totalmente en dios, toda sumergida en Él y penetrada, viendo cuánto el Padre Celestial nos ama. Oh, qué gran felicidad llena mi alma por el conocimiento de Dios, de la vida de Dios. Deseo compartir esta felicidad con todos los hombres, no puedo encerrar esta felicidad en mi corazón solamente, porque sus rayos me queman y hacen estallar mi pecho y mis entrañas. Deseo atravesar el mundo entero y hablar a las almas de la gran misericordia de Dios. Oh sacerdotes, ayúdenme en esto, usen las palabras mas convincentes sobre su misericordia, porque toda expresión es muy débil para expresar lo misericordioso que es.
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(203) JMJ Cracovia 20 X 1935
Ejercicios espirituales de ocho días.
Oh Dios Eterno, Bondad misma, inconcebible en Tu misericordia por ninguna mente humana ni angélica, ayúdame, una niña débil, a cumplir Tu santa voluntad, tal y como me la das a conocer. No deseo otra cosa que cumplir los deseos de Dios. He aquí, Señor, mi alma y mi cuerpo, mi mente y mi voluntad, mi corazón y todo mi amor y dispón de mí según Tus eternos designios.
Después de la Santa Comunión mi alma fue inundada nuevamente por el amor de Dios. Gozo de su grandeza; aquí veo claramente su voluntad la cual debo cumplir y a la vez veo mi debilidad y mi miseria, veo que sin su ayuda no puedo hacer nada.
En el segundo día de los ejercicios espirituales.
Antes de ir al locutorio del Padre Andrasz, sentí el miedo debido a que, después de todo, el secreto existe solamente en el confesionario; fue un temor infundado. La madre Superiora me tranquilizó con una sola palabra. Pero cuando entré en la capilla, oí en el alma estas palabras: Deseo que para con Mí suplente seas tan sincera y simple como una niña, así como eres Conmigo; de lo contrario te abandonaré y no Me relacionaré contigo.
De veras, Dios me concedió esta gran gracia de la confianza absoluta y, terminada la conversación, Dios me concedió la gracia de una profunda serenidad y de luz respecto a estas cosas.
Oh Jesús, Luz eterna, ilumina mi mente, fortalece mi voluntad e incendia mi corazón. Quédate conmigo como me has prometido, porque sin Ti no soy nada. Tú sabes, oh Jesús mío, lo débil que soy seguro que no tengo que decírtelo, ya que tú eres quien sabe mejor lo miserable que soy. En Ti toda mi fuerza.
(204) El día de la confesión.
Desde la primera hora empecé a sentir la lucha interior tan fuerte como nunca antes. El abandono total de parte de Dios; sentí toda la debilidad que soy, me agobiaban los pensamientos: ¿Por qué debería abandonar este convento donde me quieren las hermanas y las Superioras?, la vida [es] tan tranquila; ligada por los votos perpetuos, cumplo mis deberes con facilidad; ¿por qué escuchar la voz de la conciencia? ¿por qué seguir fielmente la inspiración? ¿quién sabe de quién proviene? ¿no es mejor comportarme como todas las hermanas? Quizá pueda sofocar las palabras del Señor, sin hacerles caso. Quizá Dios no me pida hacer cuentas de ellas en el día del juicio. ¿A dónde me llevará esta voz interior? Si la sigo, me esperan terribles tribulaciones, sufrimientos y contrariedades; tengo miedo del futuro y en el día de hoy estoy agonizando.
Ese sufrimiento duró el día entero con igual tensión. Al anochecer, al acercarme a la confesión, a pesar de haberme preparado antes, no pude confesarme en absoluto; recibí la absolución, me alejé sin saber lo que pasaba conmigo. Al acostarme, el sufrimiento creció al máximo grado, o mejor dicho se transformó en un fuego que como un relámpago penetró todas las facultades del alma, hasta la medula de los huesos, hasta la más secreta célula del corazón. En ese sufrimiento no lograba hacer nada: Que se haga Tu voluntad, Señor; pero en algunos momentos ni siquiera pude pensar en eso; de verdad, me ahogaba un miedo mortal y me tocaba el fuego infernal. En la madrugada reinó el silencio y los sufrimientos desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, pero sentía un agotamiento tan tremendo que no pude hacer el mas pequeño movimiento; poco a poco me volvía las fuerzas mientras hablaba con la Madre Superiora, pero solamente Dios sabe cómo me sentí durante todo el día.
Oh Verdad eterna, Palabra encarnada que has cumplido la voluntad de Tu Padre de manera mas fiel, hoy me vuelvo mártir de Tus inspiraciones por no poder realizarlas, visto que carezco de mi propia voluntad; a pesar de conocer claramente Tu santa voluntad (205) dentro de mi, me someto en todo a la voluntad de las Superioras y del confesor; yo la cumpliré en la medida en que Tu me lo permitas por medio de Tu representante. Oh Jesús mío, antepongo la voz de la Iglesia a la voz con la cual Tú me hablas.
Después de la Santa Comunión.
Vi a Jesús, como siempre, diciéndome estas palabras: Apoya tu cabeza en Mi brazo y descansa y toma fuerza. Yo estoy siempre contigo. Dile al amigo de Mi Corazón, dile, que Me sirvo de tan débiles criaturas para realizar Mis obras. Después mi espíritu fue fortalecido con una extraña fuerza. Dile que le permití conocer tu debilidad en la confesión, lo que eres por ti misma.
Cada lucha mantenida con valentía me trae alegría y paz, luz y experiencia, animo para el futuro, honor y gloria a Dios y a mí la recompensa final.
Hoy es la fiesta de cristo Rey [185].
Durante la Santa Misa rogué con fervor que Jesús sea el Rey de todos los corazones, que la gracia de Dios resplandezca en cada alma. Entonces vi a Jesús, tal y como está pintado en esta imagen, diciéndome estas palabras: Hija Mía, Me rindes la mayor gloria cumpliendo fielmente Mis deseos.
Oh, qué grande es Tu belleza, Jesús, Esposo mío, Flor viva, vivificante, en la que está encerrado el rocío que da la vida al alma sedienta. En Ti se sumergió mi alma. Tu solamente eres el objeto de mis aspiraciones y de mis deseos, úneme lo mas estrecho posible a Ti y al Padre y al Espíritu Santo para que viva y muera en Ti.
Sólo el amor tiene importancia, es él que eleva nuestras más pequeñas acciones hasta la infinidad.
Oh Jesús mío, de verdad, yo no sabría vivir sin Ti, mi espíritu se ha fundido con el Tuyo. Nadie lo comprenderá bien, primero hay que vivir de Ti para conocerte en los demás.
Cracovia 25 X 1935
Propósitos después de los ejercicios espirituales.
No hacer nada sin el permiso del confesor y la aceptación de las Superioras en todo y especialmente en las inspiraciones y las exigencias del Señor.
Todos los momentos libres los pasaré con el Huésped Divino dentro de mí; procuraré mantener el silencio interior y exterior para que Jesús descanse en mi corazón.
Mi descanso mas grato será en servir y ser disponible a las hermanas. Olvidarme de mi misma y pensar en agradar a las hermanas.
No me justificaré ni excusaré de ningún reproche que me hagan, permitiré juzgarme por cualquiera y en cualquier modo.
Tengo a un solo Confidente a quien revelo todo y lo es Jesús en la Eucaristía y en substitución de Él, el confesor.
En todos los sufrimientos del alma o del cuerpo, en las tinieblas o en el abandono me callaré como una paloma sin quejarme.
Me anonadaré en cada momento como una victima [postrándome] a sus pies para impetrar misericordia por las pobres almas.
Toda mi nulidad se ahoga en el mar de Tu misericordia; con la confianza del niño me arrojo entre Tus brazos, Padre de Misericordia, para compensarte de la desconfianza de tantas almas que tienen miedo de confiar en Ti. Oh, qué pequeño es el numero de almas que Te conocen verdaderamente. Oh, cómo deseo que la Fiesta de la Misericordia sea conocida por las almas. La misericordia es la corona de Tus obras; Tú dispones todo con el cariño de la madre más tierna.
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506 (207) JMJ Cracovia 27 X 1935
Padre Andrasz – consejo espiritual.
No hacer nada sin el consentimiento de las Superioras. Esta cuestión hay que reflexionarla bien y rezar mucho. En estas cosas hay que ser muy prudente, ya que usted, hermana, tiene aquí la voluntad de Dios segura y evidente, porque está unida a esta orden por los votos, perpetuos además; pues no debe haber dudas, y lo que tiene dentro de si, son apenas relámpagos de la creación de algo. Dios puede hacer algún cambio, pero estas cosas suceden muy raramente. Hasta que usted no reciba un conocimiento más evidente, no tenga prisa. Las obras de Dios van lentamente; si son de Dios, los conocerá claramente y si no, se esfumarán y usted obedeciendo no se extraviará. Pero debe hablar de todo sinceramente con el confesor y escucharlo ciegamente.
Ahora no le queda, hermana, otra cosa que aceptar el sufrimiento hasta que esto se aclare, es decir, hasta la solución de este problema. Su disposición respecto a estas cosas es buena y siga así, llena de sencillez y de espíritu de obediencia es una buena señal. Si usted, hermana, sigue en esta disposición, Dios no le permitirá extraviarse; en la medida en que es posible, mantenerse alejada de estas cosas y si, a pesar de eso, suceden, tomarlas con tranquilidad, no tener miedo de nada. Está en las buenas manos de Dios tan bueno. En todo lo que me ha dicho, no veo ninguna ilusión ni contradicción a la fe: éstas son las cosas buenas de por si y hasta seria bueno que hubiera un grupo de almas que pidieran a Dios por el mundo, porque todos necesitamos oraciones. Tiene un buen director espiritual y aténgase a él y esté tranquila. Sea fiel a la voluntad de Dios y cúmplala. En cuanto a las tareas, haga lo que manden, tal y como lo manden aunque fuera una cosa mas humillante y penosa. Elija siempre el último lugar y entonces le dirán: Siéntate mas arriba. En el alma y en el comportamiento debe considerarse la ultima de toda la casa y de toda la Congregación. En todo y siempre la máxima fidelidad a Dios.
507 (208) Deseo, Jesús mío, sufrir y arder con el fuego del amor en todos los acontecimientos de la vida. Pertenezco a Ti entera, deseo abismarme en Ti, oh Jesús, deseo perderme en Tu divina belleza. Tú me persigues, Señor, con Tu amor, como un rayo del sol penetras dentro de mí y transformas la oscuridad de mi alma en Tu claridad. Siento bien que vivo en Ti como una chispa pequeñita absorbida por un ardor increíble, en que Tú ardes, oh Trinidad impenetrable. No existe un gozo mayor que el amor de Dios. Ya aquí en la tierra podemos gustar la vida de los habitantes del cielo por medio de una estrecha unidad con Dios, misteriosa y a veces inconcebible para nosotros. Se puede obtener la misma gracia con la simple fidelidad del alma.
508 Cuando se apodera de mi el sentido de desgana y de monotonía en cuanto a mis deberes, entonces me recuerdo de que estoy en la casa del Señor donde no hay nada pequeño, donde de la pequeña acción mía, llevada acabo con la intención dirigida al cielo, puede depender la gloria de la Iglesia y el progreso de mas de un alma, pues no hay nada pequeño en el convento.
509 Entre las contrariedades que estoy experimentando, recuerdo que el tiempo de la lucha no ha terminado, me armo de paciencia y de este modo venzo a mi adversario.
510 No busco con curiosidad la perfección en ninguna parte, sino que penetro en el espíritu de Jesús y contemplo sus acciones que tengo relatadas en el evangelio y aunque viviera mil años, no agotaría lo que en él esta contenido.
511 Cuando mis intenciones no son aceptadas y [mas bien] condenadas, no me sorprendo mucho, ya que sé que solamente Dios penetra mi corazón. La verdad no se pierde y el corazón herido se tranquilizara con el tiempo y mi espíritu se fortalece en las contrariedades. No siempre escucho lo que me dice el corazón, sino que pido a Dios luz; cuando siento que he recuperado el equilibrio, entonces hablo más.
512 (209) El día de la renovación de los votos. La presencia de Dios inundó mi alma. Durante la Santa Misa vi. a Jesús que me dijo estas palabras: Tú eres para Mí un gran gozo, tu amor y tu humildad hacen que dejo los tronos del cielo y Me uno a ti. El amor allana el abismo que hay entre Mi grandeza y tu nulidad.
513 El amor inunda mi alma, estoy sumergida en el océano del amor, siento que me desmayo y me pierdo completamente en Él.
514 Oh Jesús, haz a mi corazón semejante al Tuyo, o más bien transfórmalo en Tu propio [Corazón] para que pueda sentir las necesidades de otros corazones y, especialmente, de los que sufren y están tristes. Que los rayos de la misericordia descansen en mi corazón.
515 Una vez, al anochecer, cuando paseaba por la huerta rezando el rosario, llegué hasta el cementerio [186], entreabrí la puerta y me puse a rezar un momento y les pregunté a ellas dentro de mí: ¿Seguramente serán muy felices? De repente oí estas palabras: Somos felices en la medida en que hemos cumplido la voluntad de Dios… y después, el silencio como antes. Me ensimismé y pensé mucho tiempo cómo yo cumplo la voluntad de Dios y cómo aprovecho el tiempo que Dios me concede.
516 Ese mismo día, cuando fui a descansar, durante la noche me vino a visitar un alma pequeña que golpeando en la mesilla de noche, me despertó y pidió oración. Quise preguntarle quien era, pero mortifiqué mi curiosidad y uní esa pequeña mortificación a la oración y la ofrecí por ella.
517 Una vez, cuando fui a visitar a una hermana enferma [187] que tenia ya ochenta y cuatro años y se distinguía por muchas virtudes, le pregunté: ¿Seguramente ya estará usted, hermana, preparada a presentarse delante del Señor? Me contestó que durante toda la vida venia preparándose para esta ultima hora y añadió que la edad no dispensa de la lucha.
518 (210) + En víspera del día de los difuntos, cuanto al atardecer fui al cementerio que estaba cerrado, pero entreabrí un poco la puerta y dije: Si desean, queridas almas, alguna cosa, la haré con gusto, dentro de lo que me permite la regla. Entonces oí estas palabras: Cumple la voluntad de Dios. Nosotras somos felices en la medida en que hemos cumplido la voluntad de Dios.
519 Por la noche aquellas almas vinieron y me pidieron orar; recé mucho por ellas. Mientras la procesión volvía del cementerio, vi una multitud de almas que junto con nosotras iban a la capilla, rezaban junto con nosotras. Recé mucho porque tenia el permiso de las Superioras [188].
520 En la noche volvió a visitarme un alma que ya había visto anteriormente, pero esa alma no me pidió oraciones, sino que me reprochó que antes yo era muy vanidosa y soberbia, y ahora intercedes tanto por otros teniendo aun algunos defectos. Contesté que había sido muy soberbia y vanidosa, pero que ya me confesé e hice penitencia por mi estupidez y confío en la bondad de mi Dios, y si ahora caigo, es más bien involuntariamente y nunca con premeditación, aunque sea en la cosa más pequeña. Sin embargo aquella alma empezó a hacerme reproches: ¿Por qué no quieres reconocer mi grandeza? Todos me reconocen por mis grandes obras, ¿por qué solamente tú no me das gloria? Entonces vi que en aquella figura estaba Satanás y dije: A Dios Mismo es debido la gloria, ¡lárgate, Satanás! Y de inmediato esa alma cayó en un abismo horrible, inconcebible, indescriptible; y dije a aquella miserable alma que yo se lo diría a toda la Iglesia.
521 El sábado volvimos ya de Cracovia a Vilna. En el camino pasamos por Czestochowa. Cuando recé delante de la imagen milagrosa, sentí que eran agradables [la frase interrumpida].